La automatización del campo no se detiene y su próxima evolución parece encaminarse a hacer más protagonistas a las máquinas que pueden realizar tareas de manera autónoma. En esa línea se mueve el robot que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) presenta este miércoles en el Foro Transfiere de Málaga, donde mostrará a Robert, un prototipo que automatiza parte del trabajo más duro que implica la vendimia.
La misión de Robert es ser una caja inteligente. Pretende liberar a los trabajadores de la necesidad de ir cargando la caja de uva mientras la recogen, pero manteniéndose siempre a una distancia que les permita depositar el fruto alargando la mano. “Esas cajas llegan a pesar 20 kilos y ahora los operarios tienen que ir arrastrándola mientras se mueven por la parra. Estos robots lo que hacen es seguir a los vendimiadores pero sin agobiarles: ellos están a su aire, haciendo su trabajo, y la caja siempre la tienen a mano para echar la uva”, explica a elDiario.es Ángela Ribeiro, directora del proyecto.
Además de evitar lesiones e igualar a los trabajadores de ambos géneros (“Si tú descargas en un robot toda esa parte que requiere fuerza y dejas la destreza de localizar y catalogar el fruto en manos de las personas, se igualan las capacidades de hombre y mujer”, avanza Ribeiro), la automatización que propone Robert también puede beneficiar a la calidad del vino. Cuando el sistema detecta que la caja se está aproximando a su máxima capacidad, se pone en contacto con un centro de control y pide un reemplazo. Cuando su sustituto llega, el robot que ha acompañado hasta ese momento al vendimiador se marcha a bodegas de manera autónoma.
“Normalmente lo que ocurre es que las cajas se quedan a la espera de ser llevadas a la bodega por la tarde. A veces la uva puede estar en el campo hasta seis horas. De esta forma, nada más recoger la uva, esta se va a la bodega y puede ser tratada”, explica la investigadora.
Tener una plataforma digitalizada en los cultivos también implica empezar a recoger una gran cantidad de datos. A través del robot del CSIC los productores pueden registrar cómo se ha distribuido la uva en cada área del viñedo. “Por primera vez van a tener un mapa de producción muy preciso, lo que les permite decidir en qué zonas pueden hacer algún tipo de intervención para mejorar el rendimiento, incorporando nutrientes, por ejemplo, en base a esos datos”.
El CSIC ha desarrollado el prototipo de Robert en colaboración con la bodega Terras Gauda (Galicia). En el Foro Transfiere de Málaga buscará otras bodegas interesadas en participar en la investigación, pero también inversores de cara a la explotación comercial. El modelo que plantean es emplear a Robert como un servicio de alquiler. Esto abarataría los costes para los viñedos y les liberaría de tener que afrontar la compra y mantenimiento.
La tecnología de automatización que presenta el CSIC en Málaga incluye también el control de enfermedades, con un dron que analiza de manera autónoma los cultivos en busca de brotytis, un hongo que causa la podredumbre de las plantas. Cuando el dron detecta un posible caso, envía a otro robot terrestre que confirma el caso y en caso necesario aplica fungicida.
El avance de las máquinas autónomas
Ribeiro explica que por el momento el avance tecnológico en el campo está más centrado en el apoyo al trabajador, no en la sustitución completa. “Si las máquinas en un futuro tienen la destreza del ser humano en la recogida de fruto, no solo en el coste, sino también en el trato que le dan, pues entonces querremos máquinas. Pero mientras eso no sea así, la recogida manual va a seguir siendo mejor opción, especialmente en el caso de la fruta de mesa”.
“Si se tiene esto en cuenta, lo que aporta la tecnología es una mejora en las condiciones de trabajo, lo que permite compensar la falta de mano de obra que se da porque el trabajo en el campo es muy duro y se cobra poco”, añade la investigadora.
No obstante, alrededor del mundo avanzan los proyectos que están intentando hacer efectivo ese reemplazo del operario por máquinas con un alto grado de autonomía. Un ejemplo es la compañía israelí Tevel, que desarrolla una máquina con “robots autónomos volantes”, que cuentan con un brazo mecánico que coge el fruto y lo deposita en un vehículo de carga. Técnicamente no son drones porque van unidos con un cable al módulo central, pero su tecnología es la misma.
Esta empresa aboga por una reducción de los costes que supone para los agricultores contratar a trabajadores para la cosecha. “Nunca hay suficientes manos disponibles para recoger la fruta en el momento y al coste adecuados. La fruta se pudre en el huerto o se vende a una fracción de su valor máximo, mientras los agricultores pierden miles de millones de dólares cada año. Estamos aquí para echar una mano”, afirman, en referencia a la mano robótica de su prototipo.
La empresa apunta a aquellos cultivos con menos margen de negocio y que no pueden pagar “salarios altos”, pero necesitan “un gran número de recolectores fiables”, por lo que tienen que organizar sus “visados, alojamiento y comida”. Tevel ofrece para ellos un servicio a la carta que “envía a los técnicos con una flota de robots recolectores” cuando sea necesaria. “Tras una breve configuración, los robots seleccionan, recogen y empaquetan solo la fruta madura lista para el mercado”, explica la compañía, que asegura que sus máquinas pueden cosechar día y noche hasta completar los trabajos necesarios en la explotación.
Tevel está preparando un piloto en España, adelantan fuentes de la empresa a elDiario.es. En Italia ya tiene dos cerrados: “En 2022 tenemos previsto utilizar nuestra tecnología en dos proyectos piloto que llevaremos a cabo en varios huertos experimentales de dos empresas líderes en el cultivo y la comercialización de manzanas, melocotones, nectarinas, albaricoques y peras en Italia”, revela la compañía.
Otras empresas avanzan con iniciativas similares a la de Tevel, o recurriendo a vehículos y tecnologías más parecidas a la maquinaria pesada pero que también automatizan completamente el trabajo que ahora realizan los jornaleros. Algunos de esos programas se financian con fondos europeos, como el propio proyecto Robert del CSIC.
Según datos de UGT, en los meses de campañas agrícolas 150.000 jornaleros se desplazan por España trabajando en las labores de recogida, un alto porcentaje de los cuales son extranjeros. El sindicato ha denunciado repetidamente sus malas condiciones de trabajo y los “horarios infinitos” a los que en muchas ocasiones se ven sometidos.