Javier Arres es un artista granadino de 38 años. Es uno de los españoles pioneros en el incipiente mundo de los NFT o tokens no fungibles, una tecnología de funcionamiento complicado pero que, a grandes rasgos, posibilita hacer un registro de la autenticidad y propiedad de un archivo digital. Aunque no es una tecnología radicalmente nueva, ha hecho explotar el mercado de las obras de arte digitales en las últimas semanas. Este martes, Arres sacó a subasta una nueva colección de piezas. “Siendo muy conservadores”, explicaba en conversación con elDiario.es la mañana previa, “espero sacar unos 40.000 dólares”. Finalmente la cifra ha sido casi 11 veces superior, y eso que todavía queda una puja abierta.
“Durante la tarde ya veía que iba a ser más”, confesaba el artista este miércoles. La plataforma que subastó las piezas empezó a promocionar la subasta más intensamente y ocurrieron cosas como que empezara a seguirle Paris Hilton. “Se presentía. Ha habido muchos coleccionistas a nivel mundial que me han conocido con esta colección, que era muy, muy apetitosa”, añade. Arres sabía por dónde iban los tiros porque en las semanas anteriores sus NFT ya habían sumado casi medio millón de euros en subastas.
“Esto me ha cambiado la vida”, reconoce. El joven diseñador no era nuevo en el mundo del arte. En 2019 ganó la Bienal de Diseño de Londres en la categoría de tinta sobre papel, una de las más tradicionales. Pero el trabajo por el que realmente es conocido son sus visual toys, “juguetes visuales” basados en gifs animados que dan movimiento a la obra. Antes de que se desatara la fiebre por los NFT sus visual toys se habían expuesto en museos y galerías. “A la gente le fascinaban, recibía algunos encargos, mucha admiración, pero no había manera de venderlo. No se podía vender”.
“Entonces llegó este mundo, llegó la autenticidad... y ya está, encajó perfecto. El criptoarte me ha cambiado la vida”, expone. De ganar entre 25.000 y 30.000 euros al año antes de impuestos por la venta de sus obras, Arres ha pasado a ganar casi un millón de euros en pocas semanas.
Criptoarte
Esta nueva corriente artística digital se conoce como criptoarte porque basa sus certificados de autenticidad y propiedad, que individualiza cada obra, en la tecnología blockchain (cadena de bloques) es la misma que da soporte a las criptomonedas, aunque los NFT no dependen directamente de ellas.
La tecnología blockchain organiza la información en una cadena de bloques descentralizada, cada uno vinculado al anterior mediante criptografía. Para cambiar los datos contenidos en uno de los bloques es necesario romper todos que se colocaron detrás de él en la cadena, por lo que, en la práctica, las redes blockchain no se pueden hackear. No se pueden modificar los datos escritos en la cadena porque todos los miembros de la red se enterarían.
El arte digital es sólo una forma de utilizar los NFT. En realidad, pueden utilizarse para representar la propiedad de cualquier activo único, como una escritura de un artículo tanto digital como físico
Hasta ahora, el principal uso de esta tecnología han sido los contratos y las facturas que regulan los intercambios de criptomonedas. Miles de ordenadores constantemente conectados a la red verifican cada transacción e imposibilitan que algún usuario trate de engañar a los demás. Para incentivar este trabajo Satoshi Nakamoto –seudónimo del programador o grupo de programadores que lanzó bitcoin, la primera cadena de bloques— se inventó un sistema que recompensa a los ordenadores que verifican esas transacciones con nuevas criptomonedas (como explicó elDiario.es en este reportaje sobre los criptomineros).
Desde entonces se han lanzado miles de redes blockchain diferentes. Aunque bitcoin sigue siendo la más usada, en segundo lugar se ha colocado ethereum, que aspira a dinamizar las cadenas de bloques más allá de las criptomonedas. Los tokens no fungibles han sido su primer gran bombazo en ese sentido: “Los NFT están arrasando en el mundo del arte digital y el coleccionismo. Los artistas digitales están viendo cómo cambia su vida gracias a las enormes ventas a un nuevo público de criptomonedas. Y los famosos se están sumando al ver una nueva oportunidad de conectar con los fans. Pero el arte digital es sólo una forma de utilizar los NFT. En realidad, pueden utilizarse para representar la propiedad de cualquier activo único, como una escritura de un artículo tanto digital como físico”, presume la red ethereum.
Burbuja
En las últimas semanas se han vendido obras de arte digitales como NFT por millones, llegando a 57 millones de euros por un cuadro virtual; la NBA ha ganado más de 400 millones de dólares 'tokenizando' elementos coleccionables de todo tipo, como el vídeo de una jugada de LeBron James; y se han empezado a dar pujas impensables meses atrás, como los más de 500.000 euros que un inversor pagó por una columna del New York Times que puede leerse online.
El hecho de que esa avalancha de millones llegue desde grandes inversores en criptomonedas —que tanto la CNMV como el Banco de España prefieren denominar “criptoactivos”, al considerarlos un producto de inversión de “extrema volatibilidad y alto riesgo”— ha hecho que muchos sospechen que los precios actuales se deban a una burbuja. Una similar a la que se dio en las primeras etapas del bitcoin, a la que le sucedió un gran trastazo tras el que perdió gran parte de su valor.
“¿Hay una burbuja? Puede que la haya, pero yo no lo creo”, afirma Javier Arres. “Lo que sí habrá es un reajuste de precios. ¿Por qué el New York Times por ejemplo ha vendido tan, tan, tan caro? Porque ha sido la primera vez que lo hace. Ahora mismo estamos en el el principio de esto y se está jugando la carta de ser el primero. Dentro de tres años ese momento habrá pasado y sus siguientes NFT no alcanzarán esos precios”, expone. “Esto no va a explotar como una burbuja. No se va a derrumbar, aunque sí puede que se dé ese reajuste”.
Esto no va a explotar como una burbuja. No se va a derrumbar, aunque sí puede que se dé ese reajuste
“Puede que haya algunos artistas que han vendido por encima de precio, no sé si yo estaré entre ellos, aunque no me da la sensación”, responde al ser preguntado por los precios alcanzados en las últimas subastas. “Hay una base de realidad, de valorar una calidad. Los que llegan arriba no llegan porque sean humo. De hecho hay mucho más humo en el arte tradicional hoy en día. Todos lo hemos visto. En el criptoarte hay menos intermediarios y bastante calidad en relación al precio”, continúa en conversación con este medio.
“Otra cosa es que hay una sensación, que a mí la verdad es que me sorprende, de que esto es subirlo y que te paguen un dineral. Eso es un error. En ese sentido hay una burbuja mental de gente que piensa que nos tiran el dinero a la cara. El trabajo de Beeple [el artista que ostenta el récord de precio por un NFT artístico, en esos 57 millones de euros] es un trabajo de años”.
Arres explica que él ha tardado unos 48 días en completar la colección de gafas digitales que se ha subastado este martes. Los visual toys “de máxima dificultad”, por los que los coleccionistas ha puesto en él sus ojos, le llevan unas tres semanas de trabajo cada uno.
Huella de carbono
Otra de las críticas que están recibiendo los criptoartistas, muchas veces por parte de artistas tradicionales, es la huella de carbono que produce esta actividad. Para registrar transacciones en las cadenas de bloques se necesitan cantidades muy grandes de energía, por lo que la multiplicación de los certificados de autenticidad de los NFT puede estar aumentando la contaminación y los residuos electrónicos. Las granjas de criptomonedas, habituales responsables de verificar esas transacciones, ya acumulan un consumo eléctrico similar al de un país pequeño.
“Es cierto que tiene un punto polémico en este sentido”, admite Arres. “Yo soy un artista de clase media total. Hijo de funcionarios. Que se ha pegado un curro de la hostia para llegar aquí. No tengo coche. Pillo un avión al año y no me gusta. Pero todo lo que hacemos deja una huella de carbono. La diferencia aquí es que se está trabajando permanentemente para mejorar la situación porque la industria es consciente de ello. Ahora mismo es algo nuevo, y como pasa con muchas cosas nuevas, se mueve en unos parámetros que no son deseables”.
Algunos de los citados artistas críticos calculan que autentificar una obra digital como NFT emite unos 211 kilos de CO2 a la atmósfera. Eso es unas 100 veces más que la huella de carbono de diseñar la misma obra, imprimirla y mandarla a una ciudad al otro lado del mundo.