Una persona se va, miles de imágenes se quedan: luto y duelo en la era de Internet

Felipe G. Gil

20 de junio de 2021 21:48 h

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En “Ahora mismo vuelvo”, el primer episodio de la segunda temporada de 'Black Mirror', Martha y Ash son una pareja joven que se muda a una casa de campo en medio de la nada. El día después de mudarse, Ash viaja de vuelta solo para devolver la camioneta que han usado para la mudanza y Martha se queda en casa desempaquetado y trabajando. Pero Ash tiene un accidente y fallece. 

Martha descubre que está embarazada y para hacer frente al terrible dolor de haber perdido al padre de su futura hija, se le ofrece seguir en contacto con éste a través de un software que es capaz de generar nuevas conversaciones, basadas en los registros que dicha persona compartió a través de las redes sociales. Al usar todo el contenido que ha generado digitalmente la persona, se puede crear a “un nuevo Ash”, pero de carácter virtual. Martha accede para intentar convivir con el dolor que le ha provocado la pérdida.

Los álbumes de foto no son nuevos y evidentemente las formas de recordar a nuestros seres queridos ya fallecidos no son exactamente nuevas: en los años 80 ya se popularizan las cámaras digitales, en los 90 las cámaras de vídeo caseras. Luego vendrían los teléfonos móviles y la era que bien conocemos: la fotografía o el vídeo han inundado de forma masiva y constante nuestra cotidianeidad, multiplicando exponencialmente el número de imágenes que existen de nosotros y que documentan nuestros recuerdos. A veces incluso sin que nosotros mismos seamos conscientes de ello.

La BBC se hacía eco de este hilo de Twitter donde una persona compartía: “Voy a Google maps para ver imágenes que fueron tomadas antes de que mi padre muriese y así puedo pasear un poco por el mundo en el que él aún estaba conmigo”. Este otro usuario le contestaba: “Yo puedo regresar a 2009 y ver a mis padres caminando calle abajo con las manos cogidos. Los perdí a ambos hace 8 y 6 años”. 

Y evidentemente hay más: “Mi amado padre, que murió en 2013, aún en Google maps”, decía una usuaria llamada Dawn. “Justo acabo de ver a mi madre en su jardín, su lugar favorito en el que estar”, decía Sandra Parkin. El periodista de la BBC Neil Henderson también intervino en el hilo para compartir una imagen, también en Google Street View, y una reflexión: “Lo extraño es que obviamente tengo cientos de imágenes de mi padre, pero lo de Google Street View me conmociona porque parece como si siguiera por aquí”. 

Dejando de lado el impacto que haya podido generar el duelo y la imposibilidad de estar cerca de los seres queridos que han fallecido durante la Pandemia, lo cierto es que este tema ha generado el interés de la academia en los últimos años. Elisabeth Beaunoyer, investigadora de la Universidad de Laval (Quebec, Canadá) publicaba hace un poco una investigación sobre lo que denomina: “Cyber-tanatología: muerte y más allá en la era digital”.

En la investigación se deja claro que las costumbres sobre el duelo están cambiando: “Las tecnologías digitales están remodelando la forma en que se negocian las interacciones entre los vivos y los muertos. De hecho, las tecnologías emergentes no solo están integradas en las experiencias del final de la vida, la muerte y el duelo, sino que también están cambiando el contexto global en el que tienen lugar estos fenómenos. Aunque las interacciones entre los fenómenos relacionados con la muerte y las tecnologías no son nuevas, la presencia ubicua de espacios digitalizados aumentó drásticamente la prominencia y la magnitud de estas interacciones”.

“Hace dos años mi padre murió de cáncer con 52 años y hoy encontré estas fotos, entre ellas una foto tipo carnet suya, así que decidí probar el filtro de Tiktok”, comentaba Carla Otero, una usuaria de Tiktok de 21 años. Y luego añadía: “Aunque pueda parecer una chorrada, volver a ver con cierta vida a una persona que hoy no está y echas de menos, emociona muchísimo”. Los comentarios del vídeo se convierten de repente en un espacio de apoyo mutuo improvisado entre personas que han pasado por situaciones similares.  Y se agradece: estamos acostumbrados a quejarnos, con razón, de historias de odio y polarización en redes, pero también hay espacio para los cuidados y la empatía.

Legalmente y desde 2017 en España existe la Ley de voluntades digitales. Fundamentalmente se introduce la figura de la sucesora digital: una persona que se hará cargo de ese rastro digital en términos de privacidad, honor, etc. También existen, evidentemente, muchas empresas que han empezado a ofrecer servicios asociados al legado digital una vez que morimos: desde las que buscan preservar nuestras imágenes digitales por un módico precio al mes hasta las que hacen negocio borrando información y con el derecho al olvido. La planificación del rastro digital es a veces incluso objeto de proyectos artísticos.

El artista y DJ Ómar Álvarez falleció en Marzo de este año. Antes y tras haber comunicado previamente que su cáncer de colón era ya incurable, preparó varios proyectos. El podcast “Omar se muere”, donde ironizaba en clave de humor sobre la enfermedad y otras muchas cuestiones con el humorista Antonio Castelo. Otro, una sesión que concibió y grabó como una “carta de amor a la cultura tecno” y que fue publicada el pasado 8 de Mayo: “The Last Rave”. 

Obviamente esto resulta para determinadas personas. Sucede igual que cuando los seres queridos mantienen una cuenta activa en Twitter o la programan para que republiquen contenidos antiguos. Resulta escalofriante leer respuestas de personas que piensan que éstas siguen vivas y al menos en nuestro contexto socio-cultural la aprensión es uno de los sentimientos más comunes a este tipo de situaciones. ¿Quizás porque vivimos en una cultura tanatofóbica? ¿La muerte es un tabú?

Es lo que afirma Montserrat Lacalle, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC): “Vivimos de espaldas a la muerte y a todo lo que la rodea. No sabemos qué transmitir a los niños, los tanatorios quedan fuera de la ciudad, continuamos viviendo como si fuéramos inmortales…Sin embargo, cada vez hay más personas que hablan públicamente de sus sentimientos por la pérdida de un ser querido en plataformas como las redes sociales, mostrando abiertamente cómo se sienten”. Y evidentemente, no todas las culturas viven la muerte y el duelo de la misma manera. 

Hace unos días la investigadora feminista feminista Laura Gaelx compartía en en Twitter un funeral muy distinto a los que estamos acostumbrados a vivir por aquí: “Tenemos mucho que aprender de la cultura protestante sobre la muerte. Me ha contado una amiga el alucinante funeral *por streaming* holandés y laico al que asistió la semana pasada (...) El padre de su amigo (llamémosle Hans) estaba mayor y llevaba dos años enfermo, así que le dio tiempo a organizarlo todo él mismo. Para empezar, dejó el listado de personas convocadas a su funeral. Allí solo puedes ir si te invitan. Además de presencial, el funeral se retransmitía por streaming (con invitación). Pero todo currado, con varias cámaras, realización y sonido integrado. La maestra de ceremonias se dirigía también a la gente que lo seguía por ahí, durante la ceremonia y también durante el ágape. Entre acto y acto, sonaba la música que Hans había seleccionado: BON JOVI. Y se pinchó un vídeo, todo producido, con una entrevista a Hans en la que repasaba los momentos más importantes de su vida y enviaba mensajes y comentarios para las personas que le iban a sobrevivir. Pero lo que más me sorprendió es que resulta que en la sala había peques (6-8 años). Que, en un momento dado y por indicación de la maestra de ceremonias, ¡pusieron pegatinas de colorinchis en el ataúd!”.

Las culturas son espacios de negociación donde confluyen tensiones políticas, tendencias sociales y avances tecnológicos. Podríamos considerar que una señal de cambio en nuestra relación con la muerte y las redes sociales es que durante la época más dura que nos ha tocado vivir en nuestras vidas, el meme que se pusiera de moda era uno que ironizaba con humor con respecto a la muerte.

Lo que ocurre es que eso sería injusto con la historia y con un abordaje basado en el humor. Hace más de 100 años, Ramón Gómez de la Serna escribía en el “Prólogo a la obra de Silverio Lanza: ”Otra manía de Silverio Lanza era la de morir, la de matarse en todas las novelas. Se vio morir muchas veces. Se asistió a sí mismo en la muerte, tranquilo e irónico. Se mata cuantas veces lo necesita y vuelve a resucitar en la obra futura“.

Sea como fuere, en los próximos años no sólo asistiremos al mayor porcentaje de la historia de personas mayores con tatuajes en el cuerpo. También asistiremos a nuestras formas de duelo que convivirán con herramientas cada vez más cambiantes y sofisticadas. Y quién sabe si pronto incluso el capítulo de 'Black Mirror' dejará de ser ciencia ficción para dar paso a un mundo donde el vínculo entre muertos y vivos es re-escrito gracias a la tecnología y a nuevos rituales que aún están por descubrir.