Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Gratis, sin profesores ni horarios: llega a España un revolucionario método francés para aprender programación

Instalaciones de 42.

Mario Escribano

Sergio y Claudia no parecen tener mucho en común, aparte de ser veinteañeros desencantados con la enseñanza universitaria y sin muchas expectativas laborales. Él está acabando un doble grado en Ingeniería Química y de Organización Industrial; ella estudió Diseño Integral y Gestión de la Imagen. Pero ahora coinciden en algo más. Ambos son parte del primer grupo de alumnos de 42 Madrid, la escuela gratuita que Fundación Telefónica que ha importado de Francia y acaba de abrir en la ciudad. Una academia sin clases, ni horarios, pero tampoco titulación reglada. La iniciativa busca paliar la falta de programadores informáticos: las empresas cada vez necesitan más y ya no saben dónde encontrarlos.

El único requisito para optar a una plaza es ser mayor de edad y no se exigen conocimientos informáticos. Sergio había programado “con un enfoque dirigido a las matemáticas, que es parecido pero no igual”, pero Claudia era novata. “Todo esto tenía un enfoque que me gustaba y vi que iba a haber más oportunidades que en el sector químico”, cuenta Sergio a este periódico desde el auditorio de 42. A su lado está sentada Claudia, que señala que “el diseño es un mundo completamente diferente pero, al menos para mí, está muy ligado al de la programación”. “Las empresas buscan un perfil de programación y diseño, pero si sabes programar, casi les da igual que sepas diseñar”, pone como ejemplo.

Junto a ellos también está Luis Miguel Olivas, director de Empleabilidad e Innovación Educativa de la Fundación Telefónica. Tras un año de negociaciones, ha conseguido traer la escuela a España y ya estudia cómo llevarla a ciudades como Barcelona, Valencia, Bilbao o Málaga en un medio plazo. Un modelo que fue impulsado en París en 2013 por el magnate de las telecomunicaciones Xavier Niel y que ya se ha extendido por una veintena de países.

El proyecto recibe el nombre de 42, explica Olivas, “porque es el tanto por ciento del cerebro que trabaja la parte más racional y numérica”. La gran diferencia respecto al resto de escuelas 42, inciden en la Fundación Telefónica, es que en esta fomentan “esa otra parte creativa y de inteligencia emocional de nuestro cerebro”. El lugar en el que se desarrollan las entrevistas con eldiario.es es el espacio en el que se prevé que haya eventos de empresas, conferencias o encuentros de programadores (hackatones) para “captar talento”, pero también actividades propuestas por los alumnos: “Tenemos que invitarles a fomentar su parte más creativa: talleres de circo, teatro, conciertos, clase de bachata...”.

'La piscina' 

Por ahora, 42 Madrid tiene una capacidad para 900 alumnos en sus instalaciones, ubicadas en uno de los edificios del Distrito Telefónica, el macrocomplejo de la compañía al norte de la capital. Para entrar en esta escuela, eso sí, hay que superar una serie de pruebas. La primera se hace desde casa. Hay que inscribirse en una web -20.500 personas lo han hecho desde este verano- y pasar un test de memoria y otro de lógica. Entre quienes se presentan, dos tercios consiguen pasar de fase, algo que habilita para coger una plaza en lo que se llama 'la piscina'. Esta es la prueba definitiva y la más dura. Cada piscina tiene una capacidad de 300 personas, aunque tras dos convocatorias, la tercera ha reducido el cupo a 100 inscritos para este noviembre. Agotaron las plazas en 1 minuto y 44 segundos.

¿En qué consiste esta fase? Hay que pasar 28 días seguidos -incluyendo sábados y domingos- superando una serie de proyectos y ejercicios individuales y colectivos. Además, se tienen que aprobar tres exámenes con una duración de cuatro horas (cada uno) y un final que se alarga hasta las ocho horas. Se hace una evaluación continua de todo lo que hacen en ese periodo y, finalmente, escogen a los que serán alumnos de 42.

Olivas reconoce que “es un proceso de selección natural, porque no todo el mundo está preparado para una metodología tan diferente” y hay quien “todavía necesita un estilo de enseñanza más clásico, con un profesor que le vaya enseñando”. “Hay mucha gente que se inscribe también para probar y se da cuenta de que no era lo que pensaba”, añade. Eso sí, “después de un mes en la piscina salen con un máster en tolerancia a la frustración”.

Sergio comenta que le gustó la experiencia de la piscina, aunque “es dura, sobre todo los fines de semana”. La estimación de horas diarias que hay que dedicar para superar este mes oscila entre 12 y 14 horas. “Los que no tenemos ni idea sufrimos al principio un poco más. La primera semana ya decía que no quería seguir: todo era un desastre”, recuerda Claudia, que se fue familiarizando poco a poco: “En cuanto empiezan a salir las cosas, te engancha de forma espectacular”. No obstante, casi la mitad de los participantes no consigue superar la fase de piscina.

Tras dos piscinas, hay 320 alumnos con una edad que va de los 18 a los 61 años, aunque la media es de 27. Tal y como ocurre en el resto del sector, las mujeres aquí también son minoría, un 15%. En Fundación Telefónica resaltan que querían saber “cuál era el comportamiento natural de la sociedad en España”, motivo por el que no han aplicado ninguna corrección de género, pero no descartan aplicarlo en el medio plazo.

“Aquí no hay docente ni clase ni horarios”

Una vez dentro, los estudiantes se autorganizan para superar los 21 niveles de aprendizaje -en buena parte gamificados-, por lo que el tiempo que se invierta en finalizar los estudios depende de cada cual, aunque se estima una duración de tres años y medio. “Viene a romper los paradigmas del aprendizaje porque pone al alumno en el centro de su toma de decisiones”, explica Olivas, que detalla que “aquí no hay un docente, no hay clases, no hay horarios. Nadie te va a marcar lo que tienes que hacer ni cómo”. La escuela abre 24 horas al día los siete días de la semana “para que cada uno invierta el tiempo que quiera y pueda conciliar”.

Tampoco hay una titulación reglada, algo que en Fundación Telefónica ven como una ventaja, pues trabajan con “un contenido muy dinámico, muy ágil”. “Todas las academias del mundo podemos proponer generar nuevo contenido. Hay una red de academias en la que se puede proponer nuevo material y, si se aprueba, París lo enmaqueta y difunde”, desarrolla. Además, incide, “en el sector tecnológico, la titulitis se está acabando. Ya nadie contrata solo por un título, sino por un mínimo de conocimiento y por el feeling que te transmite esa persona”.

 

“La educación universitaria no te prepara para un trabajo”, lamenta Sergio, que considera que “no hubiera sido tan necesario saber muchísimas materias para luego a lo que me voy a dedicar trabajando. Tengo amigos que están trabajando en el sector y, por lo que cuentan, con dos años de estudios les hubiera valido”. En cambio, agrega, “noto que todo lo que aprendo lo voy a utilizar”.

“Para mí, lo más importante es el contenido y la forma de aprender, aunque no sé si se podría aplicar a enseñanzas no tan prácticas”, subraya Claudia, que ve paralelismos con su formación en diseño, ya que “cuando más aprendes, es cuando te pones en casa a hacer cosas por ti misma”. “Al ir a trabajar se aprenden una serie de cosas que en la universidad no has visto. Entonces, ¿de qué está sirviendo?”, se pregunta antes de recalcar: “A la hora de dar clase, no tiene nada que ver con el sistema educativo tradicional. Luego hablas con amigos que han estudiado informática y lo que he aprendido en un mes ellos lo aprendieron en un año”.

“La formación universitaria va más allá” 

Una reacción a este tipo de modelos suele ser el escepticismo. Olivas es consciente y no rehuye hablar sobre ello. “Ha generado un rechazo en una serie de colectivos, en un ámbito quizá más universitario. Los docentes lo han podido ver como una amenaza”, responde antes de concretar que “el cambio en la educación tiene que llegar a través del docente, que se va a ir convirtiendo en un facilitador del aprendizaje”.

Ernesto Pimentel, director de la Escuela Superior de Ingeniería Informática de la Universidad de Málaga y presidente de la Conferencia de Directores y Decanos de Ingeniería Informática, reconoce que “la universidad, incluso la formación personal, no están resolviendo esa carencia de profesionales”. Pero pone en valor el tipo de formación que ofrecen: “Es más integral y puede formar gente que pueda liderar proyectos. Son perfiles de formación diferentes que pueden ser complementarios en el contexto actual”.

Este profesor no considera que los métodos de enseñanza de la universidadd se hayan quedado obsoletos. “Cada vez más, las universidades españolas se establecen metodologías docentes entre grupos de asignaturas y basadas en proyectos. El concepto de asignatura se pierde en favor de distintas perspectivas”, apunta sobre este asunto: “Es algo más tradicional, presencial y con tutorización, pero con muchas pautas de innovación: el estudiante se prepara y después va a clase a ver qué ha aprendido y discutirlo con el resto de compañeros”. “Lo más disruptivo [de 42] es que todo es así”, precisa.

Fernando Suárez, presidente del Consejo General de Colegios Profesionales de Ingeniería Informática, se muestra de acuerdo con esta postura. “La formación universitaria es muy distinta, va más allá de programar y te da otro tipo de capacidades, como mayor versatilidad, adaptación o una visión más global del sector tecnológico”, considera antes de destacar que “en informática cuesta mucho definir la profesión, porque hay muchos tipos de programador, de analista o de arquitecto, y hay tipos de formación es difícil que las den este tipo de escuelas”.

En Fundación Telefónica argumentan que sus alumnos salen “preparados para programar en diferentes lenguajes, pero también desarrollan una capacidad de aprendizaje, reinvención, trabajo en equipo, resolución de problemas complejos... Son una ideas fundamentales para que las empresas contraten estos perfiles como un valor diferencial”. “El reto es reducir esa brecha existente entre los perfiles digitales que están demandando las empresas y lo que está aportando el sistema educativo, pero también la escalabilidad del proyecto”, subraya Olivas, que invita a las empresas a sumarse al proyecto y conseguir así habilitar más plazas.

Ya han contactado “más de 300 empresas interesadas”, pero hay un problema: al no ser una titulación reglada, la ley española no permite hacer prácticas oficiales. “Hay que cambiar también esa legislación. Tenemos que trabajar con el Ministerio de Trabajo y el de Educación para que los alumnos de enseñanzas no regladas también tengan su oportunidad en una empresa”, defiende Olivas.

Cuando la digitalización es más rápida que la sociedad 

Un informe de la Comisión Europea calcula que el próximo año habrá cerca de medio millón de vacantes en el sector de las tecnologías digitales. La propia Fundación Telefónica difunde un mapa del empleo en el que se pueden ver cuáles son las “profesiones digitales más demandadas”.

En el podio están desarrollador de software, administrador de sistemas y desarrollador web y multimedia. A estos les siguen otras labores, como las de digital project manager o desarrollador front-end. Como recuerdan todas las fuentes consultadas, no se forman para trabajar únicamente en el sector tecnológico, sino en cualquier otro, pues la digitalización ya es parte de la práctica totalidad de sectores productivos, desde la hostelería a la banca.

Por su parte, Pimentel considera que el problema es que la “demanda de profesionales necesita nivel intermedio y no hay suficientes egresados”. De hecho, sugiere que lo que está ocurriendo es que “los puestos de programador se cubren con ingenieros que están formados para un nivel más, pero ocupan esos puestos que se demandan”. Suárez también ve positivo que se incentive la formación para cubrir esas vacantes, pues hay “un problema de captación de profesionales en las empresas”. Eso sí, matiza que “no pueden estar a la altura de la titulación universitaria, por lo que no debería ser competencia laboral ni influir a nivel salarial”.

El coste de toda la formación lo asume Fundación Telefónica, lo que podría llevar a pensar en una suerte de cantera para la empresa. “Algunos se quedarán en Telefónica, pero no estamos poniendo barreras a que su decisión la tomen ellos. Ellos van a poder decidir dónde trabajar”, responde Olivas. A modo de anécdota, cuenta que acaba de saber que un área de Telefónica va a necesitar “muchos cientos de personas para trabajar en ciberseguridad en los próximos dos años, y no saben dónde van a encontrar a tanta gente”.

En Fundación Telefónica sostienen que la inserción laboral en 42 ha sido del 100% en otros países, con casos en los que “no llegan ni a acabar la escuela y encuentran ya trabajo”. “No sabemos si aquí se va a comportar igual, pero tiene ya una reputación ganada”, comenta esperanzado. Suárez, por su parte, recuerda que “el 100% de inserción laboral también lo tenemos en formación profesional o en titulados universitarios”, algo que achaca “no tanto a la metodología, sino a que falta gente en el sector: no hay gente aquí, ni en Europa, ni en el mundo”.

Etiquetas
stats