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The Guardian en español

Greenpeace hace sonar las alarmas por el descomunal aumento de la flota china para la pesca en alta mar

Un pescador pasa cerca del buque de carga chino Ya Hai, en Hong Kong (China)

Stuart Leavenworth

Pekín —

La gran industria pesquera de altura China se ha expandido más de diez veces que la de América y su crecimiento agota a la industria pesquera y provoca conflictos, según un informe de Greenpeace. Desde el año 2012 hasta el 2014, el número de buques que trabajan en pesca de altura –tipo de pesca que recolecta mariscos en alta mar o en las aguas de otros países– creció desde las 1.830 unidades hasta las 2.460.

El gobierno chino es el que directamente está dirigiendo este crecimiento mediante la subvención de los costes de los combustibles y de otros gastos, según confirma el grupo medioambiental. “Las subvenciones para la industria de la pesca de altura china están intensificando la eficiencia de la industria y la destrucción del medioambiente”, dice el informe de Greenpeace. “Aunque el gobierno chino define la industria pesquera de altura como una ”industria estratégica“, el actual modelo de subvención perjudica más que beneficia”.

Autoridades del ministerio de agricultura chino, el cual supervisa la industria de la pesca nacional, no han querido hacer comentarios. En el pasado, China aseguró que seguiría las leyes aplicadas y que siempre “mantienen el orden” cuando pescan en alta mar.

Nadie sabe cuánto pescado arrastra China cada año desde aguas alejadas, pero en 2013, la ONG Pew Charitable Trust estimó que recolectó unas 4,6 toneladas, mucho más que lo que Pekín inflormó a la ONU. La mayor parte de esta pesca se produce en la costa del oeste de África, pero la flota China está aumentando su alcance en aguas de la Antártida, de Sudamérica y Centroamérica.

En marzo, Argentina hundió un barco chino afirmando que estaba pescando ilegalmente en sus aguas. Recientemente, Indonesia, Sudáfrica y Filipinas han tenido enfrentamientos con pesqueros chinos. El año pasado, China alarmó a científicos marinos cuando anunció que quería incrementar su recolección de kril de la Antártida del nivel actual, 32.000 toneladas, hasta los dos millones de toneladas.

El kril es un pequeño crustáceo y una fuente alimenticia vital para la vida salvaje de la Antártida, especialmente para los pingüinos, cuyo número ha ido menguando en las últimas décadas. Igual que otras naciones, China extrae kril para hacer diferentes productos, que van desde el alimento para animales hasta los suplementos dietéticos con omega-3.

El mes pasado, China fue criticada con dureza por un tribunal internacional debido a sus prácticas de pesca en el Mar de China, pesca que alcanzó arrecifes que pertenecen a Filipinas. En particular, la flota china ha estado utilizando hélices en los barcos para arrancar almejas gigantes de la zona, causando grandes daños medioambientales en los arrecifes de coral, según explica John McManus, un profesor de Biología Marina en la Universidad de Miami que ha dirigido una investigación en la región.

“Si no se hace algo, habrá un colapso mayor de la industria pesquera en el Mar de China”, aseguró McManus en una entrevista. “El destino de cientos de millones de personas depende de la pesca para su subsistencia”, apuntó.

Las informaciones de Greenpeace apuntan a que las subvenciones para la flota de Pekín está incrementando la captura de peces, pero también está creando el mismo tipo de exceso en la capacidad que afecta a las fábricas de acero del país y otras industrias. En otras palabras, la inversión gubernamental en la flota pesquera no está produciendo un incremento correspondiente en beneficios.

En la provincia de Fujian, por ejemplo, el número de buques de alta mar creció un 149% del año 2012 al 2014, pero la producción incrementó solamente un 63% según las informaciones que maneja la ONG. Las subvenciones a la pesca en China “necesitan ser reformadas para promover el desarrollo sostenible y una industria que pueda mantener la salud de los océanos”, concluye Li Shuo, un asesor político de Greenpeace para el este de Asia y uno de los autores del informe.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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