Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
La guerra entre PSOE y PP bloquea el acuerdo entre el Gobierno y las comunidades
Un año en derrocar a Al Asad: el líder del asalto militar sirio detalla la operación
Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

La “piedra natural” de Ávila: el extractivismo global también golpea en nuestros entornos cercanos

Frente al extractivismo no hay refugio –sólo una transformación radical de la economía que hoy prevalece. El crecimiento económico se alimenta de energía y materiales, especialmente combustibles fósiles. Una vez nos hallamos más allá del cénit o “pico” del petróleo crudo de mejor calidad (desde 2005 aproximadamente), y quizá incluso en el de todos los hidrocarburos semejantes al petróleo, esa necesidad de seguir cebando el crecimiento explica la apuesta desesperada por hidrocarburos extremos (de mala calidad y enorme impacto ambiental). Así vemos que aumentan prácticas como el fracking o hidrofractura, se explotan las arenas bituminosas, y se apuesta por la captura de carbono para poder seguir apoyándonos en el sucio carbón. Y también vemos asistimos a esfuerzos renovados por extraer otros recursos minerales que alimenten la rueda, en una situación de agotamiento progresivo de la riqueza mineral de la corteza terrestre.

Se despliegan proyectos megalómanos a gran escala, como las minas de coltán en el Congo o los que amenazan a todo el eje andino. Pero también a las puertas de nuestras casas se acercan proyectos mineros que amenazan nuestro medio y que pasan a menudo desapercibidos. Inversores internacionales buscan oro en Asturias, tierras raras en Castilla–La Mancha o uranio en Salamanca.

Una de las últimas amenazas es una mina de feldespato en la provincia de Ávila, en la comunidad de Castilla y León. Con el apoyo de todos los grupos políticos presentes en las cortes autonómicas se pretende algo tan retorcido como vender este recurso bajo la marca “piedra natural”. Y no es que no se trate de un mineral natural, claro está: pero su comercialización se haría a costa de destruir lo verdaderamente valioso y natural que es el entorno que lo rodea, degradando los paisajes y la población allí presente. La Sierra de Ávila, una zona de gran valor ambiental, es el escenario de este proyectado crimen en forma de mina a cielo abierto que afectaría a cuatro municipios (Sanchorreja, La Torre, Narrillos del Rebollar y Valdecasa).

Sin embargo en la Sierra de Ávila, como en muchos rincones del mundo afectados por el extractivismo, la gente dice NO. La actitud de tenaz resistencia que están demostrando las personas que viven en este hermoso espacio, por el que parece no pasar el tiempo, resulta encomiable. Vecinos y vecinas se han unido para defender lo que les pertenece, lo que han tenido el placer de contemplar con sus ojos durante toda su vida.

Gracias a mujeres y hombres de esta tierra hemos conocido que el proyecto de la mina de feldespato afectaría a zonas ganaderas, espacios de la Red Natura 2000, cañadas reales, manantiales, y también a especies emblemáticas de nuestra fauna como el águila imperial o el lobo ibérico. Gracias a estos defensores de la tierra se ha creado una plataforma denominada No a la Mina en la Sierra de Ávila que con su tesón y trabajo han conseguido algo que parecía imposible; no sólo han unido a sus habitantes en ese grito de “no a la mina”, sino que les han implicado en la defensa de su sierra.

Nadie, ni los más osados, pensaban que podrían conseguir las más de cuatro mil alegaciones contra este proyecto, o las casi 120.000 firmas en la plataforma change.org. Con la mina de feldespato de Ávila se reproduce algo que vemos en otros proyectos mineros y extractivos en distintas partes del planeta; las personas se unen para defender el medio, y a través de esta lucha toman conciencia del poder que tiene la comunidad.

La perseverancia y buen hacer de la Plataforma han permitido detectar irregularidades procedimentales en el estudio de impacto ambiental y en todo el expediente, que ha sido tramitado de espaldas a la ciudadanía desde hace años por una empresa dedicada a la distribución de alimentos y bebidas con un capital social de tres mil euros: lo cual hace pensar que podría tratarse de una operación especulativa. Nos cuentan las personas que están en esta lucha que las muchas horas sin dormir se verán recompensadas si en el futuro pueden seguir mostrando a sus hijos la belleza de estas tierras y el aire limpio que en ellas se respira. Para ello es necesario que el feldespato, uno de los minerales más peligrosos y la principal causa de cáncer de pulmón en los EEUU de Trump, según estudios de la Universidad de Stanford (además de causante de otras enfermedades como la silicosis), permanezca en las entrañas de la sierra.

A finales de septiembre de 2016 salió a información pública el estudio de impacto ambiental del proyecto y el plazo para presentar alegaciones (si bien la Plataforma y las gentes de esta sierra han sabido que ya en febrero de 2007 la empresa promotora Antonio y Javi S.L presentó al Servicio Territorial de Industria, Comercio y Turismo de la Junta de Castilla y León la solicitud de permiso de investigación de recursos mineros de la Sección C, denominado “Leito”, número 1122, con una superficie de 434 hectáreas –equivalentes a bastante más de quinientos campos de fútbol–).

La propuesta, a pesar del requerimiento de informe ambiental solicitado al Servicio Territorial de Medio Ambiente, fue aprobada en agosto de 2007 en ausencia del mismo; todo ello al amparo de una ley preconstitucional que fomenta la actividad extractiva, la Ley de Minas de 1973. A pesar del oscurantismo y la opacidad de la Administración, se ha conocido que este proyecto no estaba solo y existen, al menos, dos concesiones mineras anteriores de mayores dimensiones, “Palmerán” y “Pasarilla”, solicitadas por estos y otros oscuros promotores. En síntesis, una actividad extractiva con un origen y que parece no tener fin, o sí, si al final se hace justicia.

Lo que empezó siendo un proyecto, o mejor dicho un conjunto de ellos, desconocido para los habitantes de esta serranía y de la capital abulense, gracias a los ojos vigilantes de unos pocos sobre el Boletín Oficial se ha convertido en algo de dominio público en la provincia.

En relación al estudio de impacto ambiental, hoy sabemos que es, siendo suaves, muy deficiente, pues no contiene referencias a elementos obligatorios por la legislación vigente, como la vegetación, la fauna, las vías pecuarias, los yacimientos arqueológicos... –ni tan siquiera a la población presente en el lugar–. Sí, esa poca o mucha gente, según y para qué se mire, a la que pretenden desahuciar, y que finalmente se ha convertido en el altavoz de la injusticia que se quiere acometer.

Tal ha sido la respuesta ciudadana y la labor divulgativa y pedagógica de la plataforma constituida, que en contra de la mina se han aglutinado científicos, asociaciones ecologistas, ganaderos, apicultores, empresarios de turismo rural, o sindicatos agrarios y tradicionales como CCOO. Hasta la propia Diputación Provincial de Ávila, reacia en un primer momento, se ha visto obligada a presentar alegaciones al proyecto, ante las evidentes omisiones observadas y más aún si cabe, tras haber promovido este verano iniciativas como el Plan Estratégico de la Sierra de Ávila o la publicación de la Guía de recursos patrimoniales del entorno que algunos hoy quieren destruir.

Y es que los valores ambientales, los recursos socioeconómicos –como la Indicación Geográfica Protegida Carne de Ávila– y el patrimonio histórico y cultural de la Sierra de Ávila forman un conjunto indisoluble que las futuras generaciones deben conocer gracias a la labor de la generación presente, que hoy lucha por su tierra, y que ha recibido estos valores como legado de sus antepasados. Para ello, más que nunca, la unión y el ruido, no el de las explosiones y camiones que pretenden traer, ha hecho la fuerza.

Sirva de ejemplo esta actitud para darnos cuenta de que con trabajo y tesón se pueden conseguir cosas; también las que a priori pudieran parecer impensables. Seguro que Berta Cáceres y otras muchas personas que han perdido su vida defendiendo causas ambientales justas estarían orgullosas de estos recios abulenses, descendientes de antiguos pobladores vetones.

Frente al extractivismo no hay refugio –sólo una transformación radical de la economía que hoy prevalece. El crecimiento económico se alimenta de energía y materiales, especialmente combustibles fósiles. Una vez nos hallamos más allá del cénit o “pico” del petróleo crudo de mejor calidad (desde 2005 aproximadamente), y quizá incluso en el de todos los hidrocarburos semejantes al petróleo, esa necesidad de seguir cebando el crecimiento explica la apuesta desesperada por hidrocarburos extremos (de mala calidad y enorme impacto ambiental). Así vemos que aumentan prácticas como el fracking o hidrofractura, se explotan las arenas bituminosas, y se apuesta por la captura de carbono para poder seguir apoyándonos en el sucio carbón. Y también vemos asistimos a esfuerzos renovados por extraer otros recursos minerales que alimenten la rueda, en una situación de agotamiento progresivo de la riqueza mineral de la corteza terrestre.

Se despliegan proyectos megalómanos a gran escala, como las minas de coltán en el Congo o los que amenazan a todo el eje andino. Pero también a las puertas de nuestras casas se acercan proyectos mineros que amenazan nuestro medio y que pasan a menudo desapercibidos. Inversores internacionales buscan oro en Asturias, tierras raras en Castilla–La Mancha o uranio en Salamanca.