Manolo Caro se resarce con 'Sagrada familia', un thriller culebronesco sobre la maternidad
El visionado de una serie de televisión se puede afrontar de múltiples maneras, tantas como sentimientos son capaces de generar en un ser humano. Se puede encarar con enorme entusiasmo, moderada expectación o incluso con cierto temor, siempre según el producto, las expectativas y el momento de cada uno. Pero si se trata de Sagrada familia, la nueva serie de Manolo Caro para Netflix, quizá haya que hablar de un justificado escepticismo. Porque aun comentando algo tan subjetivo como es la ficción, parece evidente que las últimas producciones del creador mexicano no han tenido, ni mucho menos, el impacto general que en su día tuvo la primera temporada de La casa de las flores (2018), todavía hoy su obra más reconocida de entre todas las realizadas para la plataforma de streaming.
Alguien tiene que morir (2021) y Érase una vez.. pero ya no (2022), sus títulos inmediatamente posteriores, fueron recibidas de una forma mucho más fría que aquella por parte de crítica y público. Sobre todo la segunda, un desenfadado y cutre intento por modernizar los cuentos de hadas que fue mayoritariamente vapuleado el pasado mes de marzo. Ahora, apenas siete meses después y con su recuerdo todavía muy reciente, Caro y Netflix vuelven a la carga con la mencionada Sagrada familia, su nuevo intento por reverdecer viejos laureles y demostrar que no todo estaba dicho dentro de su prolífica alianza.
'Sagrada familia', la maternidad desde varios puntos de vista
La serie, que llega este viernes 14 de octubre a la plataforma, transita entre el thriller y el culebrón más enrevesado para contarnos las historia de Gloria (Nawja Nimri), su bebé y Aitana (Carla Campra), su au-pair, con quienes forma un aparentemente idílico núcleo familiar. Pero las apariencias engañan, y ni Gloria ni su familia son quienes dicen ser en realidad. De hecho, ni ella se llama Gloria ni Aitana es su au-pair, sino su hija. Igual que Abel (Iván Pellicer), al que tiene recluido en un sótano para evitar que los vecinos de Fuente del Berro, el tranquilo y acomodado barrio al que se han mudado, descubran el oscuro secreto que ella y sus hijos esconden.
Para evitar que la verdad salga a la luz, Gloria y los suyos deben actuar con normalidad. Y eso, en el caso de la matriarca, pasa por forjar una amistad con algunas de las vecinas de la zona. Todas ellas muy diferentes entre sí, pero todas ellas unidas por el hecho de ser madres o estar a pocos pasos de serlo. Es el caso de Katerina (Alba Flores), Blanca (Macarena Gómez) y Alicia (Ella Kweku), que junto al personaje principal representan diferentes formas de afrontar la maternidad. Aquí encontramos desde futuras madres que no tienen claro si quieren serlo a progenitoras que se vuelcan en el cuidado de su pequeño para que el padre pueda centrarse en el trabajo, pasando por vientres de alquiler y mujeres que tienen grabado a fuego aquello de que una madre haría cualquier cosa por sus hijos.
La nueva serie de Manolo Caro pretende reflejar se puede ser madre de muchas y muy distintas formas. Aunque con su mezcla de thriller y culebrón no busca ser un tratado realista sobre la maternidad, pues hacerlo probablemente no sea labor del mexicano. Sí, en cambio, coger algunos de estos perfiles y llevarlos hasta el extremo en beneficio de la acción, el enredo, el misterio y cierto grado de locura. Ingredientes que el de Jalisco mezcla con soltura para ofrecernos una serie no precisamente redonda, pero sí más rica y satisfactoria que sus propuestas más recientes.
Las tramas románticas, lo mejor de la propuesta
Sagrada familia -ambientada a finales de los años 90- adolece por momentos de cierta falta de ritmo, así como de claridad en otros, lo que sin duda lastra el resultado final. Pero a cambio tenemos a unas Nawja Nimri y Alba Flores entregadas para la causa, lo que hará las delicias de quienes se acerquen a la serie solo por ellas. Haciéndolo se encontrarán a dos actrices que disfrutan con el material que tienen entre manos, pero también con momentos ajenos a ellas no exentos de brillantez.
De hecho, la nueva producción de Netflix da lo mejor de sí misma cuando se centra en los dúos formados por Abel (Iván Pellicer) y Germán (Álex García), por un lado, y Aitana (Carla Campra) y Marcos (Álvaro Rico), por otro. Dos parejas que protagonizan tramas de amor prohibido que pueden resultar manidas -el joven gay que no ha salido del armario, el adulto que aparenta ser lo que no es, el chico adinerado que se enamora de una chica de menor clase social-, pero en las que guion, música, interpretación y dirección se combinan con acierto para erigirse en lo más destacado del conjunto.
Un conjunto, sea dicho de paso, que nuevamente lleva a asociar a Manolo Caro con uno de sus grandes referentes, Pedro Almodóvar, al que vuelve a rendir pleitesía con una puesta en escena que recuerda desde el primer minuto a la del manchego. Desligarse del director de Todo sobre mi madre en una serie como esta hubiese sido una contrariedad por su parte, como si traicionara a sí mismo. Y si algo ha demostrado Caro en los últimos años es que es fiel a sí mismo. También a su manera de afrontar sus trabajos con Netflix, entendiendo los mismos como una oportunidad para experimentar con las historias y volcar en ellas sus grandes deseos e inquietudes. A veces con resultados satisfactorios y otras no tanto, pero nunca dejando indiferente al público. Sagrada familia tampoco lo hará.