'Succession' arranca su temporada final con la esencia intacta y la convicción de querer retirarse a tiempo

Kendall, Shiv y Roman, en el primer capítulo de la temporada 4 de 'Succession'

Pedro Zárate

Hay que asumirlo: a finales de mayo empezaremos a vivir en un mundo sin nuevos capítulos de Succession. En apenas dos meses, la multipremiada serie de HBO se despedirá para siempre con el décimo y último capítulo de su cuarta temporada. Y aunque hablar de un adiós definitivo pueda sonar atrevido en los tiempos que corren, más aún cuando cualquier serie es susceptible de volver en cualquier momento, todo hace indicar que Succession se marchará definitivamente sin mirar atrás.

De lo contrario, la ficción protagonizada por Brian Cox estaría entrando en una doble contradicción. La primera, la de HBO, tan ajena a las resurrecciones tardías que sólo encontramos un precedente en toda su historia: el de Deadwood, aunque las circunstancias de su regreso -en forma de película 13 años después de ser cancelada sin un final cerrado- hacen que su caso sea muy particular.

La segunda contradicción sería la del creador de Succession, Jesse Armstrong, con su propia obra. Dentro de que ninguna ficción puede durar eternamente, siempre hay unas que pueden alargarse más fácilmente que otras. Y Succession, pese a sus cuatro temporadas, pertenece a las segundas. A esas producciones que piden llegar al final más pronto que tarde, pero no por agotamiento, sino por una cuestión de lógica.

Porque en el momento en que planteas una serie como ésta, en la que la avanzada edad y los achaques físicos del protagonista -Logan Roy, recordemos, acaba el primer capítulo en el hospital- obligan a que éste tome relativamente pronto la decisión sobre la que gira la trama -cuál de sus hijos heredará el trono de su imperio empresarial-, esa serie automáticamente está mirando a su final casi desde el propio principio.

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Armstrong, de hecho, comenzó a vislumbrarlo en la segunda temporada. Incluso se planteó cerrar la serie al final de la tercera, aunque definitivamente será la cuarta, cuyo primer capítulo se estrena este lunes 27 de marzo en HBO Max, la que ponga el broche definitivo a la historia de los Roy. Y así debe ser, aunque dé pena reconocerlo. Succession tiene que terminar ahora, cuando todavía está en situación de irse por todo lo alto y evitar futuros e irreversibles arrepentimientos.

El primer capítulo de la cuarta temporada -el único que se ha facilitado para escribir esta crítica- parece navegar entre ambas ideas. La ambición por brindar un último gran espectáculo al público está ahí, representada en la alianza que Shiv (Sarah Snook), Kendall (Jeremy Strong) y Roman (Kieran Culkin) forman contra su padre tras el explosivo final de la tercera tanda. Aunque al mismo tiempo encontramos a algún que otro personaje abatido por el devenir de los acontecimientos, como si Armstrong quisiera mostrarnos a través de ellos lo que pasa cuando no sabemos parar a tiempo y nos pasamos de la raya. Como si a través de ellos quisiera justificar su decisión de acabar ya con la serie.

El primer capítulo de la cuarta temporada deja una imagen muy reveladora al respecto. Logan Roy celebra su fiesta cumpleaños, igual que en el primer episodio de la serie. Pero ahora lo hace sin la compañía de Shiv, Kendall y Roman, que todavía están recuperándose de lo ocurrido unos meses atrás, cuando fueron traicionados por su madre y Tom (Matthew Macfadyen) para que Logan pudiera dejarlos en fuera de juego y vender Waystar Royco a GoJo sin su aprobación. Ahora los tres hermanos, siguiendo los pasos que dieron al final de la tercera entrega, han hecho piña para responder a su padre. Pero éste, para sorpresa de nadie, acaba enterándose de sus nuevas y muy ambiciosas intenciones, ante las que no pretende quedarse de brazos cruzados.

Greg y Tom brillan una vez más

A partir de aquí, el primer capítulo presenta un duelo a dos bandas que promete extenderse hasta el episodio final, y que al menos en su arranque despliega los ingredientes que han hecho grande a Succession. Las conversaciones entre personajes, por ejemplo, presumen del ritmo endiablado de siempre. Y los Roy, pese a todo, siguen siendo los Roy. Es decir, una familia que se mueve entre la indecencia, la astucia y la estupidez, según del miembro del que hablemos.

Entre los últimos volvemos a encontrar a Connor (Alan Ruck), pero muy especialmente al dúo formado por Greg (Nicholas Braun) y Tom, una vez más, protagonistas de las escenas más divertidas de la función. En el improbable caso de que Succession tenga un spin-off, opción que el CEO de HBO, Casey Bloys, ya ha descartado salvo que Jesse Armstrong le convenza algún día de lo contrario, ambos personajes deberían protagonizarlo, pues en todo este tiempo han demostrado ser los mejores desenvolviéndose dentro y fuera de la trama principal.

El primer episodio de la cuarta temporada lo corrobora, y además aprovecha su presencia para recordarnos que Succession es un drama, sí, pero uno que sabe construir momentos hilarantes. Al final, el humor es el mejor mecanismo para aguantar a estos mezquinos ricachones. Nuestros mezquinos ricachones. A los que tanto vamos a echar de menos cuando llegue el momento de decir adiós. Hasta entonces, Succession ha comenzado a asentar sin grandes sorpresas, pero con la esencia de siempre, las bases de esta última temporada, con la que aspira a certificar su plaza en el olimpo de las grandes series de este siglo.  

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