Unax Ugalde se la juega en 'Ana Tramel': “Esta serie será de ayuda, como la ley, y abrirá debate en torno a la ludopatía”
TVE sigue apostando por la ficción, aunque adaptándose a la forma de consumirla de los espectadores. Por ese motivo La 1 estrena este martes el tercer capítulo de la serie Ana Tramel. El juego, protagonizada por Maribel Verdú, que la semana pasada se estrenó con sus dos primeras entregas y que ya está disponible completa en RTVE Play, la plataforma gratuita de la cadena pública.
En la presentación de la ficción, celebrada en el marco del FesTVal de Vitoria que cubrió verTele, no sólo pudimos entrevistar a Natalia Verbeke, sino que también compartimos un rato de charla con Unax Ugalde. El actor, tras su experiencia en un serial de tarde como es Amar es para siempre, vuelve a la ficción de prime time después de La Valla con esta serie que pone al descubierto la ludopatía con un estilo concebido para convencer al jurado popular, como explicó en nuestra crítica Lorenzo Ayuso.
El propio intérprete explica cómo es su personaje, que se encarga de presentar al espectador la crudeza del mundo del juego, y cuenta cómo a él mismo le ha servido para comprender la peligrosidad del mundo del juego. También opina sobre cómo los actores deben influir en la creación de sus personajes, y los directores dejarse influir, y habla de lo que ha supuesto para él participar en una serie diaria como Amar es para siempre.
¿Cómo es Alejandro Tramel, tu personaje en la serie?
Mi personaje precisamente es el ludópata, es el detonante de toda esta historia. Él comete un error muy grande y debe pedir ayuda a su hermana. Alejandro, que en un momento de su vida fue un grandísimo jugador de póker, ahora está en su ocaso profesional. Le pasa lo que sucede con todos los jugadores, que algún día van cayendo. Él no controla ese final y acaba hundido en una espiral sin salida como es la ludopatía.
Con este personaje, ¿te ha cambiado la percepción que tenías del mundo del juego?
Yo es que nunca he tenido una buena percepción del mundo del juego, la verdad. Sabía que puede llegar a convertirse en un problema, porque lo he visto en amistades cercanas, yo mismo he jugado en algún momento y he jugado en un casino, pero nunca he tenido por suerte la necesidad de volver. Pero conozco a gente que sí que ha caído en el mundo del juego y sabía que esto ocasionaba problemas graves. Lo que no tenía era la percepción de la dimensión real de problema, y sobre todo de las cifras y las edades.
Cada vez es gente más joven.
Es que el anzuelo es muy grande. Hoy en día hay casas de apuestas cerca de los colegios, curiosamente con un servicio de hostelería y bebidas muy barato. Es muy difícil luchar contra eso, y hay chavales de 14 ó 15 años que ya entran a estas casas de apuestas. Estamos creando un caldo de cultivo que será un gran problema en el futuro. Por suerte creo que esta serie será de gran ayuda, como la ley que va a salir adelante, y abrirá un debate interesante en torno a la ludopatía. Mucha gente en sus casas se preguntará por el problema real, porque tenemos otros tipos como el alcoholismo que sí son más visibles, pero la ludopatía es un problema que en muchas familias se lleva en privado, en secreto.
Para meterte en la piel del personaje, ¿cómo ha sido tu contacto con la gente de este mundo?
He tenido conversaciones con ludópatas en proceso de rehabilitación que han sido una gran fuente de inspiración, porque me pudieron contar cómo acabaron metidos en ese agujero. Y por otro lado tuve contacto con jugadores de póker profesionales que están en su mejor momento. Así pude conocer el momento álgido y el ocaso, como en el caso de mi personaje, que arranca ahí.
¿Eso te ayudó a complementar el guion y la novela?
Fue una fuente de trabajo muy importante, pero siempre me regía por lo que escribía Roberto Santiago en la novela, porque está todo ahí. En la novela está todo. Muchas veces trabajas con guiones que tienes que imaginarte gran parte del personaje, pero en este caso sí que estaba en la novela plasmado y así sé de dónde vienen los conceptos y las ideas.
¿Pudiste intervenir a la hora de crear el personaje, o por esa fidelidad de la novela sólo os basasteis en ella?
En este caso, el director se fio muchísimo de las propuestas que yo le hice. Cuando leí la novela, visualicé a Alejandro de una manera. Tuvimos varias pruebas de vestuario, e iban por otro lado que no me convencía. Entonces le hice una propuesta al director de cómo veía yo el personaje, y cómo creía que podría ser más creíble. Y la verdad es que con Salva [Salvador García Ruiz], que es el director de los dos primeros capítulos, me entendí muy bien. No había trabajado con él, me habían hablado maravillosamente, y es un director exquisito, que sabe hablar a cada actor de una manera diferente, pero sobre todo que sabe escuchar, que es para mí una de las bases de la dirección.
¿Cuando un director escucha a un actor, las cosas salen mejor?
No siempre. No tiene que ser una regla general, pero yo creo que... A ver, me voy a meter en un fregao [ríe], pero yo creo que un director es como en una orquesta, y tiene que confiar en el que toca el trombón. El director no va a tocar el trombón mejor que el que lo toca. Hay una frase que dice que cuando tú llevas un carruaje con caballos, tú a los caballos simplemente tienes que decirles a qué lado vas, pero ellos son inteligentes y no se van a estampar contra una pared. Es un poco tener la delicadeza de llevar un equipo adelante, y confiar en todos los departamentos, no sólo actores. El director tiene que dirigir un poquito, decir por dónde quiere ir, pero cada uno debemos ser dueños de nuestro trabajo, nadie nos tiene que decir “así” o “así”. Debemos tener una propuesta, y si no le gusta la cambiará él, pero siempre he creído que los actores debemos ser partícipes de la creación, y no simples tintas de pluma.
Los actores debemos ser partícipes de la creación, y no simples tintas de pluma
¿Esos jugadores profesionales de los que nos hablabas, ayudaron en la serie?
Sí. De hecho, ellos salen conmigo en las escenas, no son actores. Por ejemplo el que está sentado a mi izquierda en la partida final, es el asesor que tuvimos de póker para que las partidas pareciesen lo más serias posibles, para que todo fuera real. Pero todos los que me rodeaban ahí eran jugadores profesionales, conocidos y que han ganado torneos. Entre toma y toma tenía muchas conversaciones con ellos y estaban todos muy confiados, pero cuando daban acción... todos se venían abajo y no parecían actores de póker, sino que tenían caras de póker todos [ríe].
¿No les intentaste sacar de ese mundo?
[Ríe] No, no. Porque ellos todavía estaban en su momento bueno. O eso creen.
Es una serie con personajes femeninos muy fuertes, y en la que quizás el más débil es el tuyo, masculino. ¿Cómo lo afrontaste?
Sí. Y yo creo que es algo que cada vez es más común en la ficción, y ojalá siga así, escribiendo personajes femeninos fuertes y potentes que estén rodeados por personajes masculinos que sean más de complemento. En este caso, los personajes masculinos somos el complemento de la historia, los femeninos son los que llevan el peso, las voluntades y las decisiones. Eso hace a la serie muy interesante, y yo estoy muy contento con mi personaje. Desde que leí la novela me vi muy identificado en Alejandro Tramel, y para mí ha sido una exquisitez ser muleta para mis compañeras Natalia Verbeke o Maribel Verdú.
¿Cómo ha sido trabajar con Maribel Verdú?
Nunca habíamos coincidido, ni siquiera nos conocíamos. Tenemos una gran amiga en común, Bárbara Goenaga, y ella ya me decía que era una maravilla de mujer y de actriz. Realmente trabajar con ella ha sido un placer. Casi tuvimos que construir una relación de hermanos en dos escenas, y ella me ayudó a crear a mi personaje y yo creo que también le di pautas para el suyo. Ha sido un gustazo.
¿A qué eres tú adicto?
Ahora mismo soy adicto a la paternidad, porque acabo de tener a mi segundo hijo, Marc, y la verdad es que estoy pensando todo el rato en cuándo volver a abrazarles. Mis hijos son mi mayor adicción en estos momentos.
¿Cómo llevas la conciliación con una profesión tan complicada como la tuya y la de tu mujer, que es periodista?
Yo he tenido un año muy complicado, porque he estado grabando Amar es para siempre, que implica muchas horas de grabación pero también muchas horas de estudio en casa. Compaginar eso con la pandemia, con mi mujer trabajando en casa y demás ha sido duro, un año de dormir muy poco. Pero estoy agradecido a tener trabajo.
Este proyecto te llega después de estar en una serie diaria como 'Amar'. ¿Cómo ha sido?
Estoy muy agradecido. Para mí ha sido una participación muy importante. Yo sabía que algún día iba a pasar por Amar, y este año surgió la oportunidad. Estábamos en plena pandemia, ha sido el año más complejo de rodaje, dicho por sus directores y por todos los que están implicados desde hace ya casi 20 años en la serie. Ha sido muy difícil, con un horario continuo, con muchas medidas de seguridad, con algún contagio que hizo saltar las alarmas... pero gracias a la fuerza del equipo y a la producción que tiene Diagonal hemos podido salir adelante, y ahí están los datos. Un millón y medio de espectadores diarios, cosa que muchas series semanales les encantaría tener. Estamos muy contentos de estar arrasando en las tardes de Antena 3.
Así es el capítulo 3 de 'Ana Tramel. El juego'
El tercer capítulo de la serie, que La 1 emite la noche de este martes, se titula 'Fantasmas'.
En él, Ana Tramel se recupera lentamente de las heridas de la paliza que ha recibido y tendrá que llevar una máscara para reconstruir su rostro. Mientras tanto, comienza la instrucción del caso en los juzgados de Robredo, ya que la demanda ha sido admitida a trámite.
La abogada se va metiendo cada vez más en el mundo del juego. En el casino conocerá a un prestamista amigo de su hermano, Friman, y, posteriormente, se entrevistará con Gabriel Brandariz, el psicólogo de una asociación para ludópatas que frecuentaba Alejandro, y con Andrés Admira, un joven jugador.
El abogado del casino, el todopoderoso Jordi Barver, les hace una nueva oferta para intentar que retiren la querella. Pero Ramiro, el exmarido de Ana, un policía que se siente culpable por cómo la trató en el pasado, le ofrecerá información valiosa para poder desentrañar el caso. Sin embargo, cuando por fin están profundizando en la investigación, el pequeño Martín desaparece y las horas posteriores serán largas y angustiosas.