Así sobreviví al casting de OT teniendo delante a la Noemí Galera más exigente
“El año que viene vuelvo a presentarme, seguro”. Si algo me quedó claro tras mi primer experiencia en el casting de Operación Triunfo es que tenía que repetirOperación Triunfo es que tenía que repetirOperación Triunfo. Y así lo hice. De nuevo madrugando, saliendo de casa siendo aún de noche y haciendo cola desde la siete de la mañana, pero esta vez con un resultado distinto. Antes del “muchas gracias”, Noemí Galera me dio la oportunidad de cantar “otra”. Una palabra que recorrió mis venas como una inyección de adrenalina, y que terminé celebrando como un primer puesto en Eurovisión.
Los segundos en los que probé suerte con Lo echamos a suertes de Ella baila sola, la posibilidad de volver a casa con la pegatina fue real. En aquel momento, se me pasó por la cabeza que aquello era lo más cerca que había estado nunca de entrar en la Academia. Un subidón de ilusión y nervios que disfracé de la cara de susto que puse entre una canción y otra.
Pero empecemos por el principio, que esto de presentarse al casting de OT es toda una aventura. Y su preparación, también. Tras haber cometido todos los errores de principiante en mi primera vez, tocaba llegar con los deberes un poquito más hechos. Para empezar, apuntarme a clases de canto. Aunque con sólo cuatro sesiones a la espalda, pude preparar las canciones a capella, que es como hay que interpretarlas en la prueba.
Porque claro, no es lo mismo berrear en la ducha con la voz de tus artistas favoritos de fondo y usando como micro el cabezal, que plantarse delante de Galera sin una base detrás y afinar. El recurso más útil: llevar grabada en el móvil la melodía en tu tono. Una guía para, en el momento de la verdad, no empezar cuatro por encima y sufrir como una bellaca en los agudos.
Otra gran clave es que si no te has formado en tu vida es difícil que sepas cómo se calienta la voz. Y ensayar. Nada de luces apagadas ni de hacerlo mirando a la pared, hay que practicar mirando a los ojos de quien te escuche y con la luz encendida. Me sigue sorprendiendo que ninguno de mis vecinos haya llamado a mi puerta en la última semana para pedirme que dejara de cantar Mujer contra mujer.
Frío y mantas en la cola
Ahora sí, con todo preparado, solo faltaba esperar al gran día. El martes 5 de noviembre, la última parada del casting de OT 2020 llegaba a Madrid. Si en la última edición, celebrada en julio, el calor y las pieles quemadas fueron los grandes protagonistas, en la aquí relatada lo fue el frío. Para evitar pasar la mañana esperando y reducir en cierta medida el tiempo de agonía, repetí la iniciativa del madrugón. Pero pasé por alto que, a esas horas, sobrellevar las bajas temperaturas iba a ser aún peor.
El evento tuvo lugar en el Pabellón Satélite del Madrid Arena en Madrid. Un espacio situado en plena Casa de Campo, y muy cerquita de donde un día antes quienes habían acudido en fila -y con chófer- fueron los políticos que participaron en el Debate a cinco de la Academia de TV. Al llegar a la parada de metro de Lago a las 7 de la mañana, todo estaba muy oscuro, apenas había gente y no había manera de saber cómo llegar al recinto más allá de Google Maps.
Por suerte, otra chica que estaba tan perdida como yo me preguntó si iba al casting, cuando una tercera, que había estado con su madre la noche anterior localizando el punto, nos dijo que fuéramos con ella que sabían donde era. Y así es como el buen rollo y el compañerismo volvieron a brindar cerca de cuatro horas de espera amenizadas con charla, ánimos y cánticos.
Cuando llegamos a donde ya se aglomeraba la gente, los había con mantas y hasta un chaval que había dormido allí en una tienda de campaña. Se echó en falta un puesto con café caliente, pero aun así sobrevivimos al fresco. Por fin, cerca de las diez, abrieron las puertas y comenzamos a avanzar. Tras pasar un control se seguridad, nos aguardaba otra cola en la que nos pusieron una pegatina, bastante más pequeña que la soñada y, a partir de ahí, apenas unos metros nos alejaban de la puerta del pabellón.
“Evitad la cola de Noemí”
Una vez dentro, la cola era dividida en cuatro filas, una por cada uno de los seleccionadores. “Noemí no escoge a nadie”, se escuchaba, “intenta que no te toque con ella”. Con este pronóstico, y valorando la exigencia de la Directora de la Academia, la suerte decidió que la hilera a la que nos enviaron fuera la suya. Siendo la más cercana la de Ismael Agudo, que fue quien el año pasado me dijo “muchas gracias”, opté por no plantearme ningún tipo de artimaña para cambiarme.
Había que aceptar el reto y allí me quedé, viendo como efectivamente no escogían a nadie delante de mí. La anterior vez vi cómo dos chicas se llevaban dos pegatinas seguidas desalentando a los que íbamos después, por lo que sinceramente me pareció hasta una buena noticia que estuviera ocurriendo lo contrario. Y qué demonios, habiendo crecido viendo a Galera como uno de los rostros más ligados a OT, también me hacía ilusión que fuera ella quien escuchara mi propuesta.
Algo que todavía no he comentado, y que añadía un poquito de presión y gracia al asunto, es que los castings se retransmitían en directo por YouTube. Esto quería decir que había que controlar los posibles ataques de espontaneidad y torpeza. Nada de caídas, nada de gallos, nada de “ups” o similares que pudieran convertirle a una en viral, y no precisamente por su voz.
Por otro lado, la circunstancia permitía que si era tu cámara la que emitían durante tu prueba, tu familia y amigos podrían verte en directo. Aunque no fue mi caso. Antes de que llegara mi turno sí que era la fila de Noemí la mostrada en internet, y se me pudo ver caminando de un lado para otro cantándome la canción y saltando para entrar en calor porque no había dejado de tiritar el frío. Después, el gran momento no fue retransmitido.
El colapso de la segunda oportunidad
La persona que iba delante de mí dejó de cantar, recogió sus cosas y vi mi camino hasta la marca en la que debes colocar tus pies despejado. Lo más decidida que pude, me acerqué, pues mis pues en la marca y agarré el micro de OT para decir “hola” y comenzar.
“Nada tienen de especial, dos mujeres que se dan la mano. El matiz viene después, cuando lo hacen por debajo del mantel...”, comencé. En mi cabeza fue un logro sentir que estaba en el tono que quería y osé mirar a los ojos a Noemí tratando de transmitir el mensaje de la canción. Un tema que por desgracia, sigue siendo algo a reivindicar y que en función de lo que ocurra en las próximas elecciones, podría hasta peligrar. Así que oye, ahí iba mi oda al amor entre dos mujeres. Antes de llegar al estribillo, Noemí me pidió “otra”. Nunca había pensado que “otra” fuera una palabra tan bonita y sonara tan bien.
Con mini crisis de pánico incluida, empecé con la siguiente: “Por qué ya no me baila, un gusano en la tripa...” y dos frases después, ahora sí, llegó el “muchas gracias”. Pero yo, hinchada por la emoción y la alegría sonreí, cogí mis cosas, confundí la salida y pude compartir la felicidad por haber, al menos, podido cantar dos canciones.
Teniendo en cuenta que nos presentamos 2.653 personas y que únicamente pasaron a la segunda fase 79, formar parte de ese 2,97% al que seleccionaron era algo muy complicado. Y quizás por ello, razón de más para acudir a disfrutar, por todo lo alto, del proceso. La experiencia y la música, “que nunca termina”, lo merecen. Sigamos reivindicando el caminar porque, de nuevo, “lo bueno está por llegar”.