Crítica

El adiós de 'Las chicas del cable': una bomba de emociones a la que le falta verdad

Lidia Aguirre (Blanca Suárez) en los últimos capítulos de 'Las chicas del cable'

Gabriel Arias Romero

Broche de oro para Las chicas del cable. Después de tres años y cinco temporadas, la serie de Netflix escribe sus últimas páginas de guión convertida –como ya ocurriera con La casa de papel– en símbolo de lo mucho que ha cambiado la ficción nacional desde que irrumpieran con fuerza las plataformas de streaming. La serie de Bambú Producciones fue la primera ficción española desarrollada por el gigante de la distribución, y ese es un título que ya nadie podrá arrebatarle, tampoco ahora que toca analizar su recorrido para comprobar si se aprovechó semejante categoría para aportar algo diferente.

Tras huir al extranjero, Lidia Aguilar (Blanca Suárez), Marga (Nadia de Santiago), Óscar (Ana Polvorosa) y Carlota (Ana Fernández) se reencontraron en Madrid para buscar a Sofía Pérez (Denisse Peña). En plena Guerra Civil Española era de esperar que cualquier desgracia pudiera ocurrir, así que 'las chicas' no estuvieron libres de peligro y fueron castigadas por su atrevimiento. Pero si algo han demostrado a lo largo de estas cinco temporadas es que no están dispuestas a dejarse doblegar por nadie, de modo que la segunda parte de la quinta temporada promete una nueva insurrección que, a la vista de los acontecimientos, posiblemente acabe como el rosario de la Aurora.

Doña Carmen como signo de los tiempos

En los últimos cinco episodios, la serie de Netflix mantiene su tensión dramática y va allanando el terreno para lo que se vislumbra en el horizonte como un final épico. Habrá muertes y muchos lloros, han advertido ya las actrices protagonistas, que aún así valoran esta despedida como “justa y necesaria para los personajes”.

En su recta final, la serie que crearon Ramón Campos y Gema R. Neira se mantiene fiel a su esencia y al mensaje de que la unión hace la fuerza, una idea que ha estado presente –al menos de manera omnisciente– desde que se estrenó el primer capítulo en abril de 2017. Juntas se empoderaron y juntas van a plantar cara a quien tanto daño les ha hecho: doña Carmen. El personaje al que interpreta Concha Velasco adquiere un especial protagonismo en la historia dirigiendo el centro de reeducación de mujeres de Aranjuez. La archienemiga de Lidia castigará su insubordinación haciendo daño a las protagonistas aprovechando el poder de que dispone llevándolas a su terreno. Una oportunidad que la serie aprovechará para hacer una panorámica superficial de la situación de las mujeres y la maternidad en tiempos de guerra.

Las chicas del cable habla de cómo las mujeres quieren ser libres a través de ellas mismas. Es una serie feminista y femenina absolutamente”, explicaba recientemente Concha Velasco en una entrevista con Vertele. Lo cierto es que el serial de Netflix ha sido objeto de análisis en varias ocasiones por sus referencias históricas. Aunque su propósito no haya sido ahondar en los conflictos políticos y sociales de la España de 1920 y 1930, la serie no ha podido huir del contexto que, inevitablemente, rodea a todas y cada una de sus tramas. Pero tampoco es algo que se haya pretendido hacer, a la vista de que la guerra civil y la dictadura de Franco se han vuelto determinantes sobre el guión para el desarrollo del desenlace. “Mostramos realidades como las checas, las cárceles clandestinas y los campos de reeducación, pero todo con fantasía y ficcionado porque esto es Las chicas del cable, no un documental”, explicó Teresa Fernández Valdés, productora ejecutiva de la serie y cofundadora de Bambú Producciones, que recordó que “la serie no persigue objetivos políticos”.

Los frentes abiertos que complican el final

La historia que hace tres años comenzó como una telenovela romántica y lacrimógena ha ganado madurez en cada una de sus temporadas. “Ha habido una evolución en la que se nos toma más en serio por lo que queremos transmitir referente al papel de la mujer de la época, de su lucha, y el final va a dar justicia no sólo a los personajes sino a toda la serie para que no quede con ese ñoñerío o esa cosa banal del principio”, reconocía la actriz Ana Fernández en la presentación de la quinta temporada. En efecto, la evolución es evidente. Lo que ahora oprime a 'las chicas' no son los desamores, sino el sistema que ha visto en ellas la semilla de la libertad y no está dispuesto a dejar que crezca. Pero, si bien es cierto que el guión se ha ido enriqueciendo con matices, el final adolece de varios problemas.

La serie se despide con más adrenalina de la habitual. Hay tantos giros de guión que el espectador no va a tener tiempo de parpadear, pero esto que parece una virtud, y que sin duda lo es cuando se tiene como finalidad retener al público, puede ser también un problema si la duración de los capítulos ronda los 40 minutos, porque es tiempo insuficiente para que las tramas se conecten entre sí con naturalidad y sin resultar forzadas. Ahora que ya se había tejido perfectamente la relación entre los personajes se podría haber dejado espacio al reposo y el desarrollo que cualquier historia necesita para resultar verosímil. Pero no ha sido así; los capítulos siguen siendo píldoras explosivas que pasan del drama a la acción o a la felicidad en pocos segundos y sin previo aviso.

Potenciando sus virtudes e incurriendo en algunas faltas graves. Así se despide una de las series españolas de mayor éxito de los últimos años, una producción que ha sido traducida en 190 países y que ha dado una visibilidad tremenda a una cantera de jóvenes actores españoles que nacieron en los grandes éxitos de la ficción televisiva y que han tenido el privilegio de vivir una transición histórica para la ficción internacional, una transición en la que Las chicas del cable ha despuntado con éxito pese a la falta de ambición a la hora de ofrecer un contenido distinto al que estaba acostumbrada la audiencia.

'Las chicas del cable' se enfrentan a "la batalla más importante de todas" en el tráiler de su final en Netflix 360
Etiquetas
stats