'Modern Love', una cucharada de azúcar para una realidad amarga
En un momento en el que la realidad empieza a parecerse demasiado a las distopías planteadas en la ficción, las series reconfortantes suponen un refugio. Y Amazon Prime Video solo tenía que mirar los niveles de audiencia en su plataforma de series como Seinfeld como para darse cuenta del fenómeno y aprovecharlo. Pero en lugar de optar por una sitcom al estilo de The Good Place (Netflix) se ha tirado a una piscina más peligrosa: la comedia romántica.
Hay que calcular muy bien las cantidades para conseguir un buen producto dentro de este género. Tanto si hay más azúcar del necesario como si falta una pizca, fallará el resultado. En este caso, la medición tenía que ser más que precisa, porque se trata de la adaptación a la pequeña pantalla de la venerada columna de historias de amor real que The New York Times lleva publicando 15 años.
Por si fuera poco, el proyecto también tenía que ponerse a la altura del podcast homónimo que el medio puso en marcha en 2014. Intérpretes de la talla de Isabelle Huppert o Ethan Hawke le han puesto voz a las historias enviadas por los lectores, como si de una radionovela producida en Hollywood se tratase. Las expectativas estaban por las nubes.
Amazon ya ha tenido sonados planchazos con series que prometían mucho pero quedaron en nada o tuvieron una tibia aceptación. Por ejemplo, Crisis en seis escenas, creada en 2016 por Woody Allen (el propio director reconoció que las series no son los suyo) o la más reciente The Romanoffs, con Matthew Weiner -director de Mad Men- como responsable. Modern Love ha sido su última gran apuesta.
John Carney, director de películas como Begin Again y Once (Una vez), fue el valiente que aceptó el reto, acompañado por Sharon Horgan y Tom Hall. Los ocho capítulos de apenas media hora que componen la primera temporada reúnen a un elenco de altura con Tina Fey, John Slattery, Anne Hathaway (que aunque tiene una asombrosa capacidad para caer mal, es una actriz reconocida) o Andrew Scott, el cura rompecorazones de Fleabag. Dinero, buena base e intérpretes de renombre. Si no consigues la excelencia con esto, ¿qué más necesitas, John Carney?
Pues, en ocasiones, un poco menos de edulcorante y en otras un poco más de chispa. En conjunto, el resultado es irregular. Como cada capítulo funciona por separado del resto (aunque es recomendable dejar el octavo para el final, como le corresponde por numeración), algunos consiguen provocar esa emoción que se les exige y otros se desinflan por el camino.
Todos los personajes conviven en el mismo entorno. El Nueva York (muy) acomodado en el que vivirían personajes de Woody Allen o Nora Ephron. De hecho, en algunas ocasiones el guión exige explicaciones para ser creíble, como en el caso del primer episodio, titulado Cuando el portero es tu mejor amigo, en el que una joven crítica literaria autónoma (Cristin Milioti) vive en un piso de lujo en un edificio con portero. Pura magia.
La situación es tan poco probable como en el caso de de Mónica en Friends, por lo que recurren a la misma aclaración: la protagonista paga una renta antigua gracias a que su familia empezó a alquilar el piso décadas atrás (teniendo en cuenta la realidad de la ciudad, la fecha podría situarse en el siglo XIX). El protagonista del quinto episodio, En el hospital, un interludio de claridad, consigue irse a vivir solo pero a un apartamento diminuto por el que es lo único que se puede permitir en la ciudad (pagando 2.200 dólares).
Además, todas las historias pivotan alrededor de la idea del amor romántico. Si bien no en todos los casos se trata del afecto dentro de la pareja, sino que también se centra en relaciones de amistad o familiares, la manera de entender el sentimiento es el mismo. Tampoco hay diversidad: exceptuando en Las adopciones abiertas requieren una mente abierta, protagonizado por una pareja homosexual, el resto se enmarca dentro de la heteronormatividad.
El resultado
Aunque en ocasiones no consiga hacerle justicia a las historias en las que se basa, Modern Love sí alcanza el objetivo de reconfortar al espectador. Las situaciones que plantea no son siempre amables -problemas de salud mental, crisis de pareja, problemas con la figura paterna (bastante inquietantes)- el final feliz siempre está ahí. Y esto no es ningún spoiler. Estamos hablando de comedia romántica, ¿cómo iban a terminar si no?
Sí sorprende que los episodios que más prometen, como Acéptame como soy, sea quien sea, en el que Anne Hathaway da vida a una mujer bipolar, sean de los más flojos (¿por qué el amago de musical?). Lo mismo ocurre con Luchando por mantener la llama viva, que teniendo a Tina Fey y John Slattery interpretando a un matrimonio en crisis no consigue despertar ninguna emoción. Sin embargo, La carrera mejora según te acercas a la meta, el último de la temporada, con James Saito y Jane Alexander visibilizando el amor en la tercera edad, es de lagrimones.
También es muy llamativa la diferencia de opiniones que ha provocado. La crítica especializada oscila entre el aprobado y el suspenso sin piedad. De hecho, hay personas realmente enfadadas como Hank Stuever, un crítico de televisión de The Washington Post, que la ha puesto por los suelos (hay que decir que se le detecta desprecio por todo lo que tenga que ver con Nueva York). Mientras tanto, en las redes sociales miles de usuarios están expresando su devoción y lo mucho que han llorado.
Dentro de la disparidad de veredictos en cuanto al resultado global, también la hay -y muy acusada- a la hora de puntuar cada episodio. Pero en este aspecto el que domina es el factor de la identificación. Pese a lo muy mala o muy buena que le haya parecido la serie, el espectador (tanto crítico especializado como seriéfilo anónimo) pone nota a los capítulos. Porque, por muy cuestionado que esté el amor romántico hoy en día, todo el mundo tiene una historia. Y es muy posible que la encuentre en Modern Love.
* La primera temporada de Modern Love se estrenó el 18 de octubre en Amazon Prime Video.