Antena 3 ha estrenado hoy Intercambio consentido, su versión española (producida por Shine Iberia) de Seven Years Switch, un docu-reality de éxito en Estados Unidos y Australia.
El programa, que sigue la estela de otras apuestas sociológicas de Atresmedia como Casados a primera vista, pretende arreglar noviazgos en crisis sometiendo a varias parejas a un intercambio entre ellas durante dos semanas.
Pero lo que tenía como premisa un interesante experimento sociológico, se ha quedado en un cóctel de formatos televisivos trillados, con un casting forzado y plagado de estereotipos que no aporta nada nuevo.
Un Frankenstein televisivo como poca novedad
Intercambio consentido llega en un momento televisivo en el que cada uno de sus ingredientes nos recuerda a otro formato que fue original en su estreno y que mezclado en esta apuesta se siente como un desafortunado Frankenstein.
Desde el manido experimento sociológico que ya sonaba en los 2000 y que con los años es tan poco creíble que más que sorprendente es resabiado, hasta la convivencia con desconocidos durante unas semanas y desconectados de su exterior, a las pinceladas de dating y hasta docu-realities de decoración con apartamentos de revista...
Todo eso nos suena, ya lo hemos visto antes y no aporta nada nuevo. De hecho, no se preocupan ni por ser predecibles ya que no esconden ni los “hilos de las tramas”, por ejemplo cuando los expertos en terapias de pareja (el psiquiatra Iñaki Vázquez y la coach Covadonga Pérez Lozana) muestran los vídeos de sus respectivos para provocar celos en ellos. Y se ponen celosos. ¡Qué sorpresa!
Casting caricaturesco con estereotipos desfasados
La presentación de los personajes estuvo acertada con conflictos con los que cada espectador se podía identificar y situar a los protagonistas en cada uno de ellos: Luis y Eli, amargados porque uno lo hace todo mal y el otro lo hace todo (adivinen cuál es cuál), Nieves y David, juntos por las condiciones económicas y no por el enamoramiento, Miquel y Joana no se entienden porque uno quiere una relación abierta y el otro tiene una mentalidad más conservadora (vuelvan a adivinar) y Mónica y Juanra alejados por el poco tiempo que se dedican.
Todo ello lo mostraron a cámara recreando discusiones de forma sobreactuada y simulando situaciones totalmente forzadas (como cuando una de ellas le pregunta al chico: “¿Cuándo ha sido la última?” y él confiesa a la cámara que solo hace dos meses).
Pero todo ese teatrillo puede ser comprensible para que los espectadores detecten el perfil de cada cual en un primer programa. Lo que ya no nos convence son los estereotipos que transmiten en una época en la que estamos premiando que la televisión acabe con todos ellos. Y es que en el estreno de Intercambio consentido volvimos a aquellos tiempos en los que ellas eran las celosas y ellos los mujeriegos que pedían libertad, ellas las histéricas y quisquillosas y ellos los inútiles que no sabían ni hacerse una maleta.
Seguir viendo a este tipo de personajes en nuevas apuestas catódicas hace que deseemos poner el 24 horas de Youtube para ver a los concursantes de OT y convencernos de que el siglo XXI sigue evolucionando.
El resultado: un (prometedor) experimento desperdiciado
Tras todo esta maquinaria estaba la intención de presentar una “terapia experimental que utiliza la convivencia para aportar soluciones a parejas que están en una crisis muy grave”.
Una base interesante a la que no se le dio la suficiente cabida en el estreno. Las pocas sesiones de pareja y las individuales con los psicólogos vertieron reflexiones sobre las relaciones que si hubieran sido más extensas y exprimidas lo habríamos agradecido.
Analizaron los tres pilares de una pareja sana - la buena comunicación, una vía sexual saludable y un proyecto en común-, también la intención de redescubrir las cosas que ya tenías y descubrir otras nuevas, así como detectar que muchos de los problemas vienen de un bajo amor propio y una autoestima que se busca en lugares equivocados. Estos fueron de los momentos (demasiado) puntuales que nos dejaron un poso enriquecedor del formato.
En conclusión, Intercambio consentido es una oportunidad perdida para que Antena 3 enamorara a las parejas de espectadores más modernas, las que tienen ganas de aprender de estos experimentos, más que de reírse de anticuados gags.