Poco puede sorprender ya en First Dates tras tantos años conociendo solteros de todo tipo, sin embargo la entrada de Ramón lo logró. El hombre, de Bilbao y “edad indefinida”, llegó con una máscara de “monstruo analógico” que lleva usando desde 2002 como protesta.
El recién llegado explicó que su performance suele ser habitual en su vida porque es una “crítica al culto a la belleza y a la juventud eterna”. Que quiere que le conozcan más allá del físico y que envejecer es algo que vamos a hacer todos.
La suerte que tuvo es que su pareja fue Amparo, alguien que compartió a la perfección la filosofía de su máscara e incluso le dio morbo descubrir lo que había debajo: “Lo de la belleza lo comparto mucho porque yo me destrocé la cara en un accidente”, confesó.
Así, la cena de ambos transcurrió entre críticas a los cánones de belleza y charlas sobre el arte, pasión que compartían. “Su tarjeta de presentación es muy bestia, no tiene medias tintas. Pero cuando empiezas a entender qué hace y por qué te seduce. Me da mucho morbazo saber cómo eres sin la máscara. Me parece muy interesante y es una bonita acción”, comentaba ella.
Mientras él se reafirmaba: “He venido con toda la intención del mundo. En contra de la gerontofobia que existe en nuestro país y contra el rechazo la gente mayor y el culto a la juventud y la belleza. Un poco luchando contra el miedo a los viejos”.
Y finalmente ambos aceptaron una segunda cita: “Nos hemos conocido a través del arte”, decía él como argumento para repetir. Pero ella puso una condición: “Entiendo tu performance pero me gustaría que te quitaras la máscara por curiosidad”. Algo a lo que él accedió: “Solo porque tú me lo pides porque si no no me la quitaría”.
Salió de la habitación y regreso a cara descubierta: “Ya vuelvo más fresquito y sin tantas arrugas”. Los dos se relajaron y se marcharon juntos a tomar algo.