Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla desvelan secretos por los 20 años “chanantes”: del no a 'El Informal' al origen de 'El Gañán'
24 horas después de presentar su última creación, Pobre Diablo, en el marco del Serielizados Fest 2022, Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes volvieron a congregar al público para remontarse a su primer proyecto profesional en televisión, La hora chanante. Aprovechando el vigésimo aniversario del estreno, que tuvo lugar el 2 de febrero de 2002, la edición madrileña del festival televisivo ofreció no el primer episodio emitido en Paramount Comedy, sino el programa piloto que los dos cómicos presentaron a la directiva.
“Es café para muy cafeteros”, advertía Sevilla antes del visionado. Bien es cierto, pues los veinte minutos proyectados en la sala CentroCentro de Madrid evidenciaban una aproximación casi amateur al audiovisual, aún codificada para el público. No obstante, se encuentran en sus imágenes la esencia de lo que será luego el esquema clásico chanante: a falta de las continuidades que daban forma y orden al espacio, ya se incluían versiones embrutecidas de las secciones más reconocibles: Testimonios, Retrospecter o El Payaso ya aparecían en un one man show de Reyes, único y absoluto protagonista de esta prueba de cámara.
“Hay mucha chorrada y alguna gema”, reía este sobre esta prueba nunca emitida, de la que, eso sí, se rescataron algunas piezas para el primer programa definitivo. “Fuimos desarrollando secciones, haciendo que entrara más gente, para que fuera más elaborado”. Ahí entran Santiago de Lucas, el realizador y el que “creó el estilo” de La hora chanante, y ya con posterioridad el resto de la tropa: por orden, Carlos Areces, Julián López, Raúl Cimas, Pablo Chiapella e Ignatius Farray.
Dijeron “no” a 'El informal' por preparar 'La hora chanante'
“Es el origen de una leyenda, aunque parezca mentira”, señalaba el cineasta y crítico de cine Antonio Trashorras, entonces Director de Contenidos de Paramount Comedy y uno de los responsables de sus fichajes. El actual ejecutivo de HBO Max, muy vinculado a los humoristas desde entonces, afirma que eran “los niños mimados, el caprichito del canal”. Sevilla precisa sobre “su juguete”: “Éramos felices. Teníamos un programa entre amigos donde hacer nuestras chorradas”.
Un programa entre amigos que acabó alargándose durante 50 entregas entre 2002 y 2006. Antes de eso, un largo proceso de trabajo en el que Reyes y Sevilla se dedicaban a dar rienda suelta a sus intereses en el programa. Recalcan que no había pretensión por su parte, solo la ilusión por “hacer lo que les diese la gana”, sin pensar que se acabaría convirtiendo en una carrera de largo recorrido ni que les llevaría al éxito.
“Valoramos mucho la oportunidad. En este , mientras hacíamos esto, surgían oportunidades. Nos llamaron para ir a El Informal, porque éramos cómicos de Paramount que destacábamos, y nosotros decidimos seguir haciendo La hora chanante. Era lo que nos gustaba”, revela Reyes, que hasta entonces se había ganado la vida como ilustrador para la editorial SM. “Es algo que luego nos dio un resultado, pero no había ningún plan, ni cálculo, ni estrategia”.
Sin embargo, ya desde este piloto se apreciaba el interés por “crear un universo”, tal y como apuntaba Trashorras. “Nosotros crecimos haciendo el formato”; aporta Sevilla, que explica cómo comenzaron a empaparse de los Monty Python y de su seminal Flying Circus en ese momento.
La falta de ortodoxia por bandera, del “testimonio” al doblaje
La hora chanante se estrenaba a ritmo mensual, “y aún así íbamos justicos”, recuerda Reyes. “Si se estrenaba el primer viernes de cada mes, se entregaba el jueves”. Con el paso del tiempo, también se pudo asistir a una progresiva sofisticación del formato y de sus responsables, como se muestra en algunos de los sketches sueltos que se pudieron ver durante el coloquio.
Por ejemplo, el testimonio de Mijail Gorbachov, grabado a toma única y sin cortes, rompiendo un formato basado en el montaje, que permitió a la cadena comprobar que Reyes “podía interpretar”. Siempre dentro de esa propuesta férrea de pasar cualquier personaje real bajo su filtro y traducirlo a su acento. “En la empresa había gente a la que le chocaba que no se dijeran datos personales, que no fueran más imitaciones”, señalaba Trashorras, que defendía “la gracia” de la “distorsión” que proponía Reyes, partiendo de una transformación física basada en la caracterización.
El cómico define su aproximación “como enfrentar al personaje a un espejo cóncavo”, y reconoce: “Lo acojonante de estas parodias es que veintitantos años después sigo haciéndolas en El Intermedio y preguntándome cómo es esto posible”.
También se pudo ver otro de los Retrospecter más referenciados por los fans, Botellón de passport, que permitió abordar el método de trabajo. “Teníamos imágenes libres de derechos, que yo juntaba con una cierta historia. Se la pasaba a Joaquín, él la veía con Santiago y se ponían a doblar. Hacían varias pasadas, y luego Santiago cogían las mejores partes y se quedaban esas piezas”. A esto se llegó tras probar haciendo algo parecido sobre tráileres reales de películas, de El color púrpura a El paciente inglés, algo que nunca se pudo emitir precisamente por no contar con las licencias para ello
Más allá del “nihilismo” y “la ostentación de la falta de valores” de reapropiarse de material ajeno de este modo, Reyes destaca lo rompedor del “mal doblaje” a conciencia. “A veces no movían la boca y yo seguía hablando. A mí me la sudaba, yo quería que fuera gracioso. Esa falta de ortodoxia era algo que nos hacía mucha gracia”, reflexiona el artista, que contrapone estas piezas a los doblajes de Florentino Fernández en El Informal. “Eran muy graciosas, pero él lo hacía bien. Nosotros hacíamos otra cosa”.
El Gañán, un éxito pensado para Raúl Cimas
Aunque no se proyectó ninguna pieza de El Gañán, el personaje inmortalizado por Sevilla, luego renombrado como Marcial Ruiz Escribano (para serviros) en el salto a La 2 con Muchachada Nui, no tardó en salir a la palestra. De entre todos los personajes creados por el grupo manchego, es el que más ha calado en la cultura popular, recuperando expresiones que, como ambos resaltan, tomaban de sus propias madres.
“La primera vez que noté la popularidad es cuando me empezaron a gritar Gañán por la calle. Y yo gritaba, y era un grito largo. Yo lo hacía, estuviese donde estuviese. Una vez incluso estando en mi casa, en un cuarto piso”, recuerda Sevilla. Sin embargo, lo que tal vez no fuera conocido es que su interpretación fue un accidente: “No lo iba a hacer yo, sino Raúl Cimas. Se llamaba Paleto. No vino Cimas porque no pudo coger el avión, estando en País Vasco, y lo hice yo”, rememora, tomándose a guasa que “pensaba que no sabía hacer de paleto”. “Y fíjate, se ve que lo tenía dentro”.
El personaje creció y se hizo más complejo, recuerdan, hasta que un día Sevilla acabó hastiado. “Un día me llamó Ernesto y me dijo: 'No quiero hacer más de Gañán'. Estaba grabando y yo le dije que no pasaba nada, que no hacíamos más. Pero él me dijo: 'No, que no quiero seguir más, que me voy'”. Sevilla corrobora: “Estaba hasta los cojones”.
“Lo hicimos un montón de veces hasta que ya se agotó el personaje... Pero eso no evitó que la gente me siga llamando 'Gañán' por la calle”, apostilló.
“Lo que estamos haciendo ahora es mejor”
Veinte años después del estreno de La hora chanante, el humor ha cambiado irremisiblemente. Aunque sin pretender ser vanidosos, afirman ver cierta influencia en ciertos gags que pululan ahora por la infinitud de las redes sociales, que han cambiado el concepto del humor, favoreciendo formatos cada vez más cortos y rápidos de consumir. Ambos recalcan que el suyo nunca fue un programa de internet, como tiende a presuponerse en ocasiones popularmente, sino que siempre estuvo pensado para la televisión.
De hecho, su audiencia fue mínima hasta que un fan, un joven de Murcia, troceó los programas y subió los sketches sueltos a YouTube. Algo, recuerdan, que no sabían cómo hacer ellos mismos y que hizo que su fama se disparase en los dos últimos años de vida del programa original, siendo fundamental para lograr el fichaje a Televisión Española, donde producirían cuatro temporadas de Muchachada Nui. “Queríamos reivindicar a este chico”, aseguraban, “pero no nos acordábamos del nombre”.
Ahora, todos ellos están plenamente consolidados en la industria. Pobre Diablo, ya mencionada antes, es el perfecto ejemplo de ello. Sevilla acaba de debut como director de largometrajes con Camera Café. La película, y ha dirigido dos episodios de Dos años y un día; Reyes sigue en El Intermedio y acumulando apariciones en cine y series, igual que Chiapella (imprescindible en La que se avecina), Areces (un fijo en el cine de Alex de la Iglesia) y Julián López (que estará en Mentiras pasajeras, nueva serie producida por El Deseo).
“Nosotros no teníamos expectativas, teníamos anhelos, pero no pensábamos que esto nos fuera a llevar a ningún lado”, apunta Reyes a modo de conclusión, y llega a decir que nunca tuvo plena seguridad de que su programa fuera a estrenarse en Paramount Comedy. Sevilla bromea con haber sido “vencido por el sistema”, poniendo en valor su poco interés por el trabajo en sí mismo, ahora que ahonda en su carrera como director.
Se sienten afortunados por seguir trabajando y teniendo aceptación: “No sé cómo nos lo hemos montado así de bien”, proclama Reyes, que quiere terminar este “ejercicio de nostalgia acojonante” que ha supuesto el evento con una afirmación tajante: “Lo que estamos haciendo ahora es mejor que esto. Y vamos a seguir hasta que nos echen o nos cansemos”.