La década de los ochenta empezó en realidad con el intento de golpe de Estado del 23 de febrero y terminó en 1992 con los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla.
Treinta años después, los que la vivieron la consideran la década prodigiosa. La memoria sentimental de estos años, con una televisión casi única y una experiencia de vida política y social de gran intensidad provocada por la transición, no tiene comparación con ningún otro periodo de la historia reciente de España.
“Cuando éramos felices” (y no lo sabíamos)
Si en anteriores entregas, Xavier Gassió había buceado en los años de “los niños de EGB” y de la infancia de los que vivimos el franquismo, esta vez revive en su último libro la década de los 80. (Cuando éramos felices…y todo era una fiesta. Editores Lunwerg, Noviembre 2015)
¿Fue una época de verdad prodigiosa? Los españoles que se mueven ahora entre los cuarenta y algo y los sesenta años coinciden en que sí. Este libro que comentamos ahora revive su memoria sentimental: los políticos de la transición, los cambios sociales, una nueva televisión: series y programas de televisión que se instalaron en el subconsciente y que ahora despiertan de nuevo; los primeros videojuegos, los anuncios que abrieron la época del consumismo desenfrenado y, como no, la revolución sexual, los libros superventas de la época, los cardados, las hombreras, los enormes teléfonos portátiles y la movida madrileña. Fueron, desde luego, unos años marcados “por el optimismo y el estímulo creativo”.
Como es habitual en los libros “made in Gassió”, centenares de imágenes, la mayoría inéditas, permiten recuperar emociones colectivas de una generación que piensa que en aquellos años “todo era una fiesta”.
“Don't worry, be happy”
La canción-símbolo de la época fue sin duda el tema “Don't worry, be happy”, de Bobby McFerrin, que se situó en el número 1 de las listas de éxitos en 1988. Era el triunfo de un cierto “carpe diem” centrado en los placeres asequibles, en las ganas de ganar dinero, relegando la espiritualidad al pasado, buscando el hedonismo, la felicidad individual y un cambio social que pasaba por normalizar el divorcio, la comida rápida, el abandono de las iglesias y....la “movida madrileña” de Alaska, Nacha Pop, Radio Futura o Tino Casal.
Los ochenta fueron la época del descubrimiento del sexo. De la represión franquista se pasó a la libertad sexual, el destape masivo, las playas nudistas, las revistas con desnudos y el “striptease” como un arte que alababan incluso los poetas intelectuales.
Pero también se instalaron en el paisaje hispano los juegos de azar y los casinos, los apartamentos en la costa, los videojuegos y algún entretenimiento de siempre, eterno, que cobró nueva importancia, como el fútbol.
La prensa que leemos ahora, que lucha por sobrevivir en la nueva era digital, nació o creció en aquellos años: diarios como El País, El Mundo y El Periódico son productos de los ochenta, que fueron acompañados por revistas de información general como Interviú o el Jueves, que siguen en los quioscos, y por otras muchas que ya pasaron a mejor vida.
La televisión de la experiencia
La televisión fue dirigida en aquellos años por dos directores generales, nombrados por el PSOE, de personalidad fuerte, y por la misma razón, muy polémicos: José María Calviño y Pilar Miró.
La programación de TVE-2 cambió como un calcetín y se pusieron en marcha programas “revolucionarios” como “La edad de oro”, de Paloma chamorro, “La bola de cristal” de Lolo Rico, o “Viaje con nosotros” de Gurruchaga.
Pero la lista de programas que han pasado a ser míticos ya es larga y se recuerdan aún ahora con admiración.
Veamos y recordemos algunos de ellos. En programación musical, “Popgrama”, “Musical Exprés” u otros más convencionales que aún persisten en el recuerdo como “Aplauso” o “La juventud baila”. La televisión pública se lanzó a hacer programas comprometidos como “Tariro, tariro”, con La Trinca, “Como Pedro por su casa”, con Pedro Ruíz o “Ahí te quiero ver” con Rosa María Sarda. Emilio Aragón se dio a conocer con “Ni en vivo ni en directo”. En ficción se lanzaron series como “Anillos de oro” o “Verano azul”.
En concursos mandaba el “Un, dos, tres” de Chicho Ibáñez Serrador y TVE-1 lanzó una franja matinal en 1986, con el estreno del informativo “Buenos días” para abrir boca de lo que llegó un año después: “Por la mañana”, el primer magacín que dirigió Jesús Hermida y que alcanzó a presentadoras que después se quedaron en la notoriedad como Nieves Herrero o María Teresa Campos.
Se hicieron experimentos interesantes como “Si yo fuera presidente” de Fernando García Tola y “Caja de ritmos” con Carlos Tena.
De la ficción extranjera destacamos productos adocenados que convocaron a millones de espectadores como “Dallas”, Falcon Crest“ o ”Corrupción en Miami“.
En animación vimos “La vuelta al mundo de Willi Fog”, “El inspector Gadget” y “Dragones y mazmorras”.
Lo más impactante
Y en el recuerdo quedan algunos momentos que no olvidaremos en la vida, como una lagarta comiéndose una rata en V, un pecho que se le escapó en un programa de fin de año a una cantante italiana de tercera llamada Sabrina, los “zero points” que cosechó la cantante Remedios Amaya en el Festival de Eurovision o las empanadillas de “Encanna” que lanzaron al estrellato a un dúo cómico que también llegó para quedarse: Martes y trece.
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La explosión de la publicidad española en el mundo
Los años 80 fueron también gloriosos para creatividad publicitaria, hasta el punto que cuando acabó la década, a principios de los 90, se hablaba de España como el tercer país más creativo del mundo, tras Estados Unidos y el Reino Unido.
Los anuncios entraron en las casas con intensidad con “Las muñecas de Famosa”, o el “Vuelve a casa, vuelve por Navidad” de turrones El Almendro. Pero también fueron años en que se anunciaba la merienda ideal de Bollycao, Ana Torroja de Mecano daba a conocer la coca-cola light, o Danone se instalaba en todas las tiendas con su modelo de belleza con el yoghourt desnatado y el “debajo de esta camiseta hay un cuerpo Danone”.
Nadie de los que vivió esos años en España se ha olvidado de los anuncios de tabaco de Camel, Marlboro o Winston o de las campañas de detergentes como la de Villarriba y Villabajo que competían por limpiar una paellera cuando aparecía Fairy. El “Busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo” de Manuel Luque y Ariel también hizo historia, mientras que Renfe inventaba los días azules con el chucuchu del tren y las carreteras heladas.
Por si fuera poco, nos poníamos a beber tónica Schweppes como locos (casi no había otra), y la tele pública se atrevía a recomendar que se viera menos televisión con el anuncio de Pippin, el perro que se marchaba de casa porque su amo no le hacia caso.