Estracto del documento Proyecto de producción de diversas TV-movies por las televisiones autonómicas, emitido por la FORTA para proyectos del 2001 y de “líneas muy similares”, según la propia Federación, al que semitirá en 2002: - Definición de líneas argumentales: La necesidad de rentabilizar la inversión en TV-movies para sus sucesivos pases exige películas dirigidas a un público familiar, abierto y heterogéneo. Historias en las que se puedan ver identificados amplios sectores de la sociedad con un tratamiento y “tono” ligero (evitando planteamientos truculentos o minimalistas), que aboquen, en general, a un final “feliz”. - Producir dramas familiares que afectan a gente corriente de clases medias, historias de amor y desamor, aventuras con adolescentes, relaciones intergeneracionales, sucesos, historias ligadas al deporte... que están obteniendo muy buenos resultados de audiencia. Es característica común a casi todas ellas que los protagonistas y el público de referencia son gente de clase media. - Lenguaje cinematográfico: Evitar historias y situaciones que no marquen una distancia clara respecto a las series para televisión. Priorizar, en consecuencia, exteriores abundantes y atractivos. Mensaje social: Hay que poner el acento en la historia y no es necesario que ésta contenga un mensaje social pretendido y explícito. Basta con huir de situaciones morbosas y de exhibiciones de violencia gratuita. Localismos: No hay que potenciar ni evitar artificialmente situaciones y/o temas locales. A veces lo local es lo más universal. Por supuesto, son aceptables e incluso recomendables sólo aquellos localismos que puedan impactar en públicos de otras culturas. A partir de este documento, el periodista Jordi Balló asegura en un artículo publicado en el diario La Vaguardia que este código evidencia un “Pacto de Estado sobre la ficción”, la cual es materia de corrección política guiada por normas que algunas cadenas públicas proponen de forma implícita. Control ideológico Según Balló, el control ideológico de los contenidos de televisión está siempre en la portada de toda teoría conspirativa. Se sabe del interés político de una televisión por parte del Gobierno y de la eterna tensión entre independencia y servicio al gobierno de turno, discusión que se produce normalmente en el terreno de la información. Pero este mecanismo de tendencia política es mucho más difícil de detectar en la ficción. Y aunque el mercado es el que manda, esto pasa en algunas series, pero muy especialmente en los telefilmes. ¿Cómo se produce este control? Estas reglas del juego se establecen por la propia cadena de manera a veces difusa a través de términos genéricos como “para un público familiar”, “adecuado para el prime-time”. Pero, en este caso, el documento de “definición de líneas argumentales” redactado por la Forta, entidad que federa a los organismos de televisión autonómicos del Estado español, para una convocatoria específica de producción de siete telefilmes, relata con claridad extrema aquello que nunca se pronuncia, aquello que queda sólo para las discusiones internas a la hora de concebir y pactar los contenidos de una producción audiovisual de este tipo. En este documento, que marca los criterios de selección de los telefilmes para la convocatoria del 2001, es decir, los que ahora se empezarán a emitir en algunos canales autonómicos, se explicitan frases hechas como qué se entiende realmente por “un público familiar” o “el mensaje social”. La ficción que se pide en este documento es de “tono ligero” y “preferentemente de final feliz”. ¿Cómo puede aceptarse tal imposición? Mucho hablar y bromear de las “recomendaciones” de Hollywood a sus guionistas después del 11-S, cuando de hecho el monstruo de la censura educada y presentable habita perfectamente entre nosotros. La ficción “que se quiere” en España Pero hay más cuestiones polémicas en el documento. Como la referencia a la preponderancia de “las clases medias” como principales protagonistas y destinatarios de estos filmes. Pese a que los marginados puedan aparecer en alguno de los telefilms (sobre todo si se trata de casos de violencia social o familiar), el “punto de vista” debe quedar preservado. Las clases medias no sólo son el colchón temático, sino que son desde donde se mira la realidad. Es evidente que este código responde a criterios de cadenas públicas influidas por la práctica totalidad del arco parlamentario español, desde los socialistas en Canal Sur, el Partido Popular en la Televisión de Galicia, la Televisión de Valencia y Telemadrid, hasta Convergència i Unió en TV3, el PNV y EA en Euskal Telebista y Coalición Canaria en Televisión de Canarias, que se ha incorporado posteriormente. Un consenso parlamentario casi absoluto. Balló concluye: en la ficción para televisión la diferencia política no es sustancial. Este documento ya ha ha dado pie a siete telefilmes: Autopsia, ¿Quién es Bernadette Lewandoska?, Acosada, La compasión del diablo, Salvaje, ¿Dónde está? y A simple vista. Unos u otros se podrán ver en alguna cadena autonómica en los próximos meses. Lo que definen estas “recomendaciones” es el común denominador de la ficción que se quiere en España. Es su pacto de Estado.