Con permiso de Dios
Notable excitación en Marte (Crónicas marcianas, Tele 5): la aparición de Aída, desnuda, en Interviú, les ha causado una impresión muy grande. Sardà la recibió al son de acordes triunfales, y mostrando, amplificada, la portada de la revista, le preguntó: “¿Por qué has salido de esta guisa?”. Y la exratoncita de Gran hermano respondió: “Me he desnudado porque tengo el beneplácito de Dios, y el de mi madre”. ¡Ah!, otra vez el nombre del Señor mezclado en los prosaicos asuntos de la vamp de la quinta ratomaquia. En el cielo deben de estar hasta el gorro de tanta utilización del nombre del jefe en vano. Insinuó también la muchacha que estas fotos se han realizado para que no salgan a la luz otras sobre ese misterioso asunto de su lío, o picante martingala, con un político de renombre y de fama. Sardà le pidió que diese el nombre del afortunado (o desgraciado, quién sabe) y la animaba diciéndole: “¿Por qué disfrutas haciendo sufrir a toda la clase política?... Bueno, al PP, digamos”, pero Aída sólo se abría la falda y enseñaba el tatuaje que no era, como cabía esperar, una gaviota volando. En esas estaban, en plena iridiscencia de la carne, cuando entró Boris desnudo y con zapatos. Mejor dicho, con zapatos y con el triangulito de lentejuelas tapándole el micropene. Esta vez fue Aída la impresionada. Y se intercambiaron algunas pullas sobre el arte del desnudo indumentario, tema en el que Boris podría dar conferencias de pago. Luego el emperador dio entrada al dúo de guerreros pálidos, los acreditados sacamantecas el Coto y la Hornillos, y analizaron el desnudo de la muchacha. No fue, precisamente, un trabajo de crítica de arte. Pasaron la navaja por aquel frontis que desde el papel cuché nos miraba, y se escucharon frases lapidarias, del tipo: “Viendo este desnudo comprendo la necesidad de que existan cirujanos plásticos”. Mientras Aída disfrutaba, Boris se tocaba el triangulito, y callaba.