La Bruselas africana: de Matongé al nuevo AfricaMuseum

Los colores del barrio de Matongé, en Bruselas.

Roberto Ruiz

Uno suele ir a Bruselas a ver la Grand Place, su Catedral, el Atomium, el Palacio Real, el Palacio del Cincuentenario, el famoso Manneken Pis, alguno de sus espectaculares museos o a conocer a los pintores flamencos. Eso, y a comer mejillones con patatas fritas, claro. Pero hay un lado menos conocido e igualmente atractivo que también merece nuestra atención: el de la Bruselas africana.

Como sabrás, la presencia de Bélgica en África comenzó como iniciativa y capricho personal del rey Leopoldo II, quien marcó una oscura etapa de explotación brutal e indiscriminada que tuvo como resultado un verdadero genocidio congoleño. Tras las presiones internacionales, a partir de 1908 el territorio pasó ser colonia, conocida como el Congo Belga, y desde ese momento su administración pasó a ser competencia del Estado Belga, con lo que la situación mejoró significativamente. Un periodo que duró hasta que el 30 de junio de 1960 la República Democrática del Congo nació como una nación independiente.

Desde entonces Bélgica y África han estado estrechamente ligadas y la herencia de todo aquello aún se respira en sus calles. Visitamos la capital de la Unión Europea para conocer cómo pasado y presente han convivido hasta unirse en el siglo XXI.

El animado y colorido barrio de Matongé

No muy lejos del centro de Bruselas se encuentra el barrio de Matongé, un entramado de calles que recibe este nombre al ser bautizado como uno de los barrios más importantes de Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo. Surgió a finales de los años 50 cuando numerosos estudiantes congoleses se instalaron en la Maison Africaine y poco a poco sus alrededor dieron forma a un auténtico barrio africano, independientemente ya de su país de origen.

Y sí, es tal cual, como adentrarse en el corazón de un barrio africano, y así te lo demostrarán sus comercios, sus restaurantes, sus vecinos y el ambiente que se respira en él. Infinidad de peluquerías, tiendas de telas wax, bisuterías, tiendas de pelucas, comercios de frutas y verduras de origen africano dan vida a sus calles, y es que aunque no sea un barrio eminentemente residencial sí es centro de la actividad comercial africana. Chaussee de Wavre es su avenida principal y de ella surgen ramificaciones, donde no te puedes perder tampoco la galería comercial d’Ixelles, totalmente íntima con sus pequeños locales.

Ya que estás en Matongé lo suyo es que no te vayas de allí sin probar algún plato típico africano. Es cierto que muchos de los restaurantes históricos han sido sustituidos por ofertas de oriente medio, pero aún hay algunos, como el L'Horloge du Sud, que son toda una eminencia, por su gastronomía y como punto de encuentro. Te lo vamos a poner fácil: pídete un moambé. Un plato típico congoleño con pollo, crema de nuez de palma, tomate, cebolla y chile que lo acompaña su correspondiente arroz blanco, plátano macho y saka saka, a base de hojas de yuca.

AfricaMuseum, la nueva cara de un museo centenario

Si quieres completar tu experiencia africana en Bruselas tampoco puedes perderte el AfricaMuseum, en el espectacular parque de Tervuren. Para conocer sus orígenes tenemos que remontarnos a la Exposición Internacional de Bruselas de 1897, cuando el rey Leopoldo II creó un museo con la sección colonial de la exposición y lo utilizó como herramienta propagandística. Incluso recreó un poblado congoleño en el parque, habitantes incluidos, de los que por cierto murieron siete durante su tiempo de exhibición. Más adelante, como el primer museo se quedó pequeño, el rey encargó construir a Charles Giraut uno mucho mayor de estilo neoclásico. En él se reubicaron todos sus elementos, incluida taxidermia, artesanía y exposiciones etnográficas. Desde 1910 fue denominado como Museo del Congo Belga, y una vez que la República Democrática del Congo alcanzó su independencia pasó a ser el Real Museo del África Central.

Tras cinco años de reformas, el museo volvió a abrir sus puertas en diciembre de 2018 totalmente transformado. Con la llegada de un nuevo director, Guido Gryseels, el ahora bautizado como AfricaMuseum ha dejado atrás la imagen desfasada que había mantenido hasta no hace tanto, la del colonialismo y racismo de los siglos XIX y XX, para ofrecer esta vez una cara totalmente actualizada más acorde con el siglo XXI. El edificio histórico se ha mantenido como sala de exposiciones principal y se ha añadido uno nuevo, de cristal y a unos metros de distancia, donde ahora se ubica la entrada y un Centro de Visitantes.

Las antiguas dependencias se desmantelaron para empezar desde cero, con una ideología mucho más integradora, didáctica y científica. Se han empleado infinidad de pantallas para hacer la visita altamente interactiva y cercana. Y dividido en diferentes secciones se tocan temas como el lenguaje, la música, los ritos, las ceremonias, los paisajes, los minerales y la biodiversidad, donde se conservan algunos animales disecados de antaño. Solo una sala, la del cocodrilo, se ha dejado intacta y exacta a como era en el antiguo museo para mostrar cómo fue el museo hace cien años.

Un museo que no es lo que fue, enfocado al África Central actual, en el que incluso se exponen esculturas de varios artistas africanos. Un museo que quiere estar vivo y actualizado día a día, no estático y dormido, donde la investigación y las corrientes de pensamiento van de la mano y que por supuesto no mira hacia otro lado al hablar de su pasado, sino que muestra el colonialismo de forma explícita tal y como fue, para contar una realidad que es mejor no olvidar.

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