Cuenca más allá de sus Casas Colgadas: baño de cultura y naturaleza para una escapada de dos días
Situada en el centro de un triángulo imaginario en cuyos apartados vértices estarían colocadas Madrid, Valencia y Albacete, puede que la encantadora ciudad de Cuenca sea uno de los destinos más injustamente postergados de nuestra geografía. Tal vez porque sus archiconocidas Casas Colgadas ocupan tanto espacio en el imaginario colectivo que parece que no hubiera nada más que hacer en la ciudad manchega; el error se repite una y otra vez.
Ahora que por fin hemos dejado de posponer nuestra propia alarma conquense, solo podemos decir que ojalá la hubiéramos visitado antes y escribir unos cuantos motivos de peso para que, este otoño, tú también hagas lo propio. Te contamos las mejores cosas que hacer en Cuenca en un fin de semana.
El casco antiguo de Cuenca
El Casco Antiguo de Cuenca fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999. Los motivos saltan a la vista desde que una se lanza a subir las empinadas cuestas que separan la parte baja y contemporánea de la ciudad del conjunto histórico que se descuelga sobre el río Huécar.
Su arquitectura medieval y las famosas Casas Colgadas, a cuyos todavía más colgantes balcones cualquiera desearía asomarse en una mañana de sol, pueden intuirse ya desde las zonas más cercanas al río Huécar, pero es que el interior de esta ciudad medieval fortificada, que se ha conservado prácticamente intacta desde su fundación en el S.XVI —motivo real por el cual fue protegida por la UNESCO— esconde un paseo repleto de agradables sorpresas.
Su colorida Plaza Mayor es el centro neurálgico de la ciudad antigua, el lugar donde querrás detenerte a desayunar —incluso aunque ya lo hayas hecho— o tomar una cerveza en alguna de sus animadas terrazas antes de dirigir tus pasos hacia la catedral de Santa María y San Julián, cuya impresionante fachada principal atrae a todo el que pasa por allí.
Construida sobre la antigua mezquita árabe de la ciudad por orden de Alfonso VIII, quien se despojó, tal vez por unos minutos, de su condición real para colocar la primera piedra de este símbolo de su triunfo sobre los árabes, la que fue la primera catedral gótica de Castilla y una de las primeras del país, conserva hoy ciertas reminiscencias del gótico francés. De esto tuvo buena culpa Leonor de Plantagenet, esposa del monarca. La visita al interior merece la pena, sobre todo por los juegos de luces que se suceden durante el día.
Desde la Plaza Mayor puedes tomar dos rumbos diferentes y, de hecho, no deberías abandonar el casco antiguo de Cuenca sin visitar ambos. El primero es el que te conducirá al bonito barrio de San Martín, donde además de sus encantadores escaleras, plazuelas y rincones, destacan los 'rascacielos' de San Martín, un grupo de estrechos edificios del s.XV que, por el lado que da al acantilado del Huécar, tienen hasta once alturas.
El segundo de los caminos te conducirá de manera casi directa al puente colgante de San Pablo, pasando por las famosas Casas Colgantes que, en realidad, solo son tres, y cuyo interior puede visitarse bien dándose un homenaje en el Restaurante Casas Colgadas o bien aprovechando para visitar el Museo de Arte Abstracto, uno de los varios que esconde la ciudad. En este podrás recrearte la vista con obras de Chillida, Saura o Tàpies.
Los otros museos de Cuenca
Desde que en 1966 Fernando Zóbel promoviera la iniciativa de fundar el mencionado Museo de Arte Abstracto en una ciudad cuyo ambiente llevaba décadas inspirando a otros artistas, la parte más mágica de Cuenca comenzó a desarrollarse de manera imparable. Resulta curioso que en una ciudad de poco más de 50.000 habitantes pueda visitarse una cantidad de museos y galerías de arte que sería imposible abarcar ni siquiera en una semana. Aquí recomendamos un par de ellos que no deberías pasar por alto.
La primera dirección es la Fundación Roberto Polo, cuya colección de arte se ubica en el interior de una antigua iglesia del s.XVI que la convierte en una visita imperdible. El segundo museo en el que te recomendamos perderte —de hecho, es bastante probable que te pierdas realmente— es la Fundación Antonio Pérez, un coleccionista afincado en Cuenca desde hace años cuya colección de arte y objetos encontrados se encuentra dentro del antiguo y laberíntico Convento de las Carmelitas Descalzas. Más de 1.500 obras repartidas en 35 salas en las que no queda otra que dejar la prisa a un lado y dedicarse a buscar obras de Saura, Warhol o Gordillo mientras se descubren multitud de piezas de arte contemporáneo más o menos abstracto pero siempre impactante y rompedor.
Para descansar durante un rato de tanto colorín puedes sentarte en el banco del patio interior del convento que, como las Casas Colgadas, también se asoma al río Huécar, y disfrutar de esta increíble mezcla de historia, tradición, modernidad y naturaleza que, nos atrevemos a decir, es imposible encontrar en ninguna otra ciudad del mundo.
Los alrededores de Cuenca
Ahora que ya llevamos un rato deleitándonos con las maravillas creadas a lo largo de los siglos por la mano del hombre, es el momento perfecto para pasar a admirar la otra gran obra de arte de Cuenca, que no es otra que su entorno natural.
Y es que, según te acerques a la ciudad, te darás cuenta de que por todas partes hay gente disfrutando de actividades al aire libre; kayaks descendiendo el Júcar, ciclistas recorriendo los márgenes de sus ríos, escaladores encaramados a las paredes de las hoces del río y hasta una tirolina que atraviesa esta última.
Si todo lo anterior suena demasiado arriesgado para un fin de semana de relax, puedes dirigirte a la Ciudad Encantada de Cuenca, un espectacular paraje en el que el inexorable paso del tiempo y la erosión producida por el viento, el agua y el hielo durante miles de años, han conformado un paisaje único en el que sus caprichosas formaciones rocosas harán las delicias de cualquiera que se eche a caminar por el entorno.
El otro paseo que no debes perderte es el que lleva al Ventano del Diablo, un mirador natural que se eleva sobre el río Júcar donde, cuenta la leyenda, este celebraba sus 'fiestas' privadas. El recorrido es sencillo y las vistas desde arriba hacen que la pequeña caminata merezca aún más la pena.
Para celebrar fiestas de otra índole, esperamos, menos diabólica, no puedes planear tu visita a Cuenca sin guardar algunos momentos para disfrutar de su gastronomía, algo que podrás hacer en casi cualquier tasca, bar o restaurante de la ciudad, sin miedo a que tu enamoramiento conquense decaiga por motivos gastronómicos. Te lo hemos dicho al principio: posponerlo más sería un error.
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