Planes para visitar La Habana en su 500 cumpleaños
No vas a encontrar otra ciudad como La Habana. Aquí todo es diferente, todo tiene personalidad, todo tiene alma y sabor. Desde los colores de sus calles a sus majestuosos edificios decadentes, desde las voces de sus balcones a la música que suena en cada rincón. La Habana tiene ritmo, ya sea el del son, el mambo, la rumba, la timba o la salsa, o el de sus habitantes que hacen de las calles un hervidero de vida y frenesí. La Habana es sensual, una ciudad mestiza llena de historia, de riqueza y pobreza, de vaivenes y altibajos. Que enamora o decepciona. Pero La Habana es La Habana, y no hay otra como ella.
La capital de Cuba cumple en 2019 sus 500 años de vida y para celebrarlo se ha puesto guapa con el fin de mostrar al mundo su mejor cara. Un destino que visitar sí o sí en cualquier buen viaje a Cuba que se precie. En 1514 el conquistador español Pánfilo de Narváez fundó la ciudad de San Cristóbal de La Habana cerca de la desembocadura del río Mayabeque, en la costa sur de Cuba, y fue nombrada como la hija de un conocido jefe indio taíno. Durante los siguientes años fue traslada de lugar un par de veces intentando evitar las plagas de mosquitos, y fue el 17 de diciembre de 1519 cuando por fin se asentó en su ubicación actual. En la costa norte. Su lugar definitivo. Y de aquello hace exactamente ya cinco siglos.
Para conmemorar y celebrar su quingentésimo aniversario son muchos los proyectos de rehabilitación y mejora que está recibiendo la ciudad, y la campaña La Habana 500 da buena cuenta de ello para que todo el mundo sienta que La Habana es suya, por lo que la ocasión es ideal para visitarla en su mejor momento. Te proponemos a continuación unos cuantos planes para que descubras La Habana por tu propio pie, pero si prefieres hacer caso omiso y dedicarte a pasear sin rumbo, admirando las casas de La Habana Vieja, animándote a bailar con alguien y sentándote a probar algún buen ron en un bar auténtico, igualmente habrás acertado de lleno.
Recorrer las plazas de La Habana Vieja
Si en la mayoría de las ciudades coloniales encontramos una plaza desde la que nace todo, en La Habana no encontramos una, sino cuatro, y cada una tenía su propia función. Visitarlas todas es prácticamente obligatorio para conocer el corazón de la ciudad. La Plaza de la Catedral, la Plaza de Armas, la Plaza de San Francisco de Asís y la Plaza Vieja están conectadas por pequeñas calles que puedes recorrer dando un paseo, y verás que de noche aún ganan en belleza.
Darte un paseo sin prisas por el Malecón
Y si es al atardecer, mejor aún. El paseo marítimo de La Habana es punto de encuentro para todos, un lugar evocador donde pasear tranquilamente o simplemente sentarse a mirar al mar con vistas a Florida. Aquí se dan lugar familias, poetas, amigos, pintores, turistas, filósofos y sobre todo enamorados. El Malecón es un lugar donde encontrarse y charlar largo y tendido, escuchar música y ver el sol caer. Parte del alma de La Habana.
Acercarse a ver el Capitolio
Como si fuera el Capitolio de Washington D.C., en EE.UU., en Centro Habana se levanta el edificio más majestuoso de la ciudad. Comenzó a construirse en 1926 y se tardaron poco más de 3 años en terminarlo. Hasta 1959 albergó el Congreso cubano, pero desde entonces es la sede de la Academia Cubana de las Ciencias y la Biblioteca Nacional de Ciencia y Tecnología. Merece la pena rodearlo y si puedes adéntrate a ver la estatua de la República. Como curiosidad, desde aquí se miden las distancias por carretera entre La Habana y cualquier otro punto de la isla.
Visitar la Catedral de San Cristóbal de La Habana
La Catedral de La Habana llama la atención por su fachada irregular, flanqueada por dos torres distintas. Nació como iglesia en 1748 por los jesuitas y en 1787, cuando se terminó de construir el edificio, pasó a ser catedral, por lo que es una de las catedrales más antiguas de América. Aquí estuvieron los restos de Cristóbal Colón entre 1795 y 1898, antes de que llegasen a Sevilla.
Comprender Cuba en el Museo de la Revolución
El Museo de la Revolución se encuentra en el antiguo Palacio Presidencial, un edificio ostentoso decorado por la mismísima Tiffany’s en su interior y con una sala de los espejos inspirada en la del Palacio de Versalles. En el museo destacan las exposiciones sobre el asalto de Moncada de 1953 y la vida de Che Guevara. Fuera, en el Pabellón Granma, se encuentra en una urna de cristal el yate que trajo a Fidel Castro y 81 revolucionarios más desde México en 1956.
Coger un almendrón
Los almendrones son los coches clásicos americanos, de los años 50, que pueblan La Habana y el resto de la isla. Dodge, Ford, Chevrolet, Plymouth, Cadillac, Buick… Todos ellos son auténticas joyas sobre ruedas, aunque la mayoría solo conserva su exterior original, por dentro se mantienen utilizando piezas de todo tipo y procedencia. Hay almendrones turísticos en los que puedes dar un paseo y hay almendrones que hacen de taxis colectivos, coger uno sí que supone vivir una experiencia realmente cubana, siempre que seas capaz de comprender su complejo lenguaje de gestos y señales.
Recorrer las calles Obispo y Mercaderes
Dos calles auténticas llenas de vida, ya sea por sus bares y cafés o por sus balcones llenos de ropa tendida. Son la cara más genuina de La Habana Vieja y por tanto un reclamo para los turistas, pero saben conservar su encanto. Peatonales y muy fotografiadas, tanto una como otra ha de entrar en tus planes.
Cruzar al Morro y las fortalezas
Es conocido como el Parque Histórico Militar Morro-Cabañas y se encuentra al otro lado de la bahía. Aquí se conservan algunas de las fortalezas históricas encargadas de defender la ciudad de La Habana. Por un lado está el Castillo de los Tres Santos Reyes del Morro, construida entre 1589 y 1630 para protegerse de invasiones y piratas, y por otro la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, construida entre 1763 y 1774 por orden del rey español Carlos III, y que presume con sus 10 hectáreas de superficie de ser la mayor fortaleza del continente americano.
Tomarte algo rico y refrescante
No podemos dejar de recordar la archirrepetida frase de Ernest Hemingway, pero es que tenía razón: “Mi mojito en La Bodeguita, mi daiquiri en El Floridita”. Solo por eso ya deberás encaminar tus pies hacia La Bodeguita del Medio y hacia El Floridita, dos bares míticos de La Habana, aunque quizá te encuentres un ambiente demasiado turístico. Si quieres un sitio algo más local y espectacularmente rico no te pierdas el Museo del Chocolate, donde además de aprender sobre el mundo del cacao podrás tomarte los mejores batidos de chocolate de tu vida, fríos y deliciosos.
Posar en la Plaza de la Revolución
En realidad no tienes por qué posar, pero seguramente eso será lo que esté haciendo todo el que encuentres a tu alrededor. No es especialmente bonita, es la sede del Gobierno cubano, pero en ella destacan dos enormes murales: uno de Che Guevara con la inscripción “Hasta la victoria siempre” y otro de Camilo Cienfuegos, el otro mítico guerrillero cubano.