Un tesoro natural en el centro de Madrid: este precioso parque es un refugio climático perfecto

Es difícil pensar en Madrid sin imaginar el ajetreo típico de la ciudad. Las concurridas calles, los estridentes sonidos y la rápida vida de la zona se asemejan a las de algunas de las mayores urbes del planeta. Pero además, la capital española guarda en lo más profundo de sus entrañas algunas joyas naturales que no siempre aparecen en las guías turísticas.

La Comunidad de Madrid atesora más de un espacio verde alrededor de sus proximidades. Si bien la mayor parte de ellos son reconocidos por locales y viajeros, hay uno que se distingue por su arquitectura, localización y especial historia. Este no es otro que el parque de la Quinta Fuente del Berro. En épocas de máximo calor como ahora, la amplia vegetación del parque lo convierte, además, en un lugar perfecto para resguardarse de las altas temperaturas de la capital.

El parque destaca por su variopinta historia, así como por la calidad de sus paisajes que recorren casi 13 hectáreas. El enclave cuenta con paseos de piedra rodeados por árboles de diferentes variedades -principalmente los cipreses, álamos y moreras-, además de fuentes como la que da nombre al parque y diferentes monumentos arquitectónicos y escultóricos.

Historia del parque

A pesar de que el enclave es a día de hoy uno de los espacios naturales más llamativos de la capital, el parque fue cambiando de propietario durante casi cuatro siglos hasta establecerse como tal y asentarse como una de las zonas naturales más antiguas de Madrid.

La primera documentación oficial del parque data del siglo XVII, cuando el duque de Frías y conde de Haro Bernardino Fernández de Velasco compró una gran cantidad de tierras con el fin de fundar una propiedad de recreo para su familia en el centro de Madrid. Sin embargo, la quinta -como se denominaba en la época a estos espacios- fue adquirida poco tiempo después por el rey Felipe IV en el año 1630.

El monarca, que pagó 32.000 ducados por ella, mantuvo la arquitectura existente en el parque, el cual ya contaba desde su adquisición con jardines, tierras de labor y con gran variedad de árboles. Todos ellos alimentados por el arroyo Abroñigal, que poseía una excelente calidad de agua.

Con todo, el rey planeta cedió la finca diez años después a unos monjes benedictinos castellanos, quienes habían sido expulsados del monasterio de Montserrat por llevar a cabo un levantamiento contra el poder real, aunque la corona se reservó el derecho al uso y aprovechamiento de las aguas del parque.

De esta manera, el espacio fue variando entre diferentes propietarios durante años, modernizándose con el paso de cada uno. En el año 1900, el parque fue nombrado como los Nuevos Campos Elíseos, y se utilizó como parque de atracciones con velódromo, zona de tiro al blanco e incluso montañas rusas.

Así, el complejo también fue habilitado como espacio de recreo para los aristócratas, diplomáticos e intelectuales de la época, quienes llevaban a cabo grandes fiestas en el actual palacete. Tiempo después, en el año 1948, el parque fue adquirido por el Ayuntamiento de Madrid, quien lo acondicionó y abrió al público.

Qué ver en el parque de la Fuente del Berro

Uno de los elementos más reconocibles del parque es el palacete de la Quinta Fuente del Berro: el que en su momento fue zona de festejo y recreo para la más alta sociedad madrileña es ahora un centro cultural. Situado en una de las seis entradas que tiene el parque, la de la calle Eduardo Aunós, el palacete está rodeado por especies exóticas, como los pavos reales que campan libremente por sus alrededores.

Cerca del mismo se encuentra la Casa del Reloj, una gran construcción similar en estilo al palacete, y que estaba dedicada a hospedar a los guardianes del parque. En los alrededores de esta es posible disfrutar de lagos repletos de patos y demás fauna.

Uno de los espacios más llamativos del parque es la cascada que durante tiempo fue utilizada como una fuente de agua potable y que se secó de manera natural hace algo más de 50 años, pero que, sin embargo, ha sido recuperada.

La cascada está rodeada por dos escaleras de piedra que flanquean la caída del agua, las cuales se elevan hasta un pequeño muro en la parte superior de la misma, que permite apreciar la joya natural desde una vista más alta.

Durante el recorrido del parque, es posible apreciar diferentes monumentos históricos dedicados a figuras de gran renombre, como las estatuas forjadas en bronce en tributo a los poetas Gustavo Adolfo Bécquer y al ruso Alexander Pushkin.

Además, es posible caminar por la Senda Botánica del Parque de Fuente del Berro, un camino transitable en el que disfrutar de gran variedad de especies vegetales. Entre ellas destacan árboles de más de 30 metros de altura como el Magnolio, el Castaño de Indias o el Cedro de Líbano.