Calles empedradas, monumentos, palacios, exposiciones, tabernas en las que compartir un vino con los lugareños... Las ciudades de tamaño medio en España eran destinos tranquilos, donde el visitante buscaba experiencias únicas, llenas de cultura, gastronomía y autenticidad. Incluso lugares como Toledo, Santiago de Compostela o Córdoba, acostumbrados al turismo multitudinario, están en pleno debate por el cariz que está adquiriendo el fenómeno en los últimos años. El modelo de fiesta, alcohol y grandes franquicias de ropa y restauración se extiende también a ciudades que habían conseguido labrarse un perfil turístico de cercanía y calidad, como Donostia y Logroño.
El turismo masivo y de bajo precio –y no tan bajo– supone una ofensiva por varios frentes: dispara los precios de la vivienda, expulsando a los vecinos; también los alquileres comerciales se hacen insostenibles para los negocios tradicionales. Además, la demanda de agua se multiplica y las molestias de todo tipo invaden el casco antiguo: ruidos, orines, vandalismo... Mientras tanto, la apuesta por el turismo, a toda costa y sea del tipo que sea, parece una constante de los representantes políticos.
El penúltimo signo de alarma llegó con la sequía salvaje que viven algunas zonas del país: en el momento en que algunos responsables políticos llegaron a plantear que los hoteles y los negocios privados sí pudieran llenar las piscinas, y que no pudiera hacerlo la población local. Es decir: dar prioridad al bienestar de los turistas por encima del de los ciudadanos. No es el único caso: hacer la vista gorda con la ordenanza sobre ruidos en determinadas zonas de la ciudad, o negarse a declarar zonas tensionadas para limitar el precio del alquiler son otras actitudes políticas que buscan favorecer al turista por encima de los vecinos. Es la paradoja del responsable político que gobierna para los visitantes y no para quienes le votan.
elDiario.es ha recorrido varias ciudades que empiezan a sufrir ese nuevo modelo turístico que todavía demasiados políticos consideran deseable. Este reportaje se ha elaborado con información de Gonzalo Cortizo, Juan Velasco, Fidel Manjavacas, Belén Ferreras y Ester Fernández García.
Santiago de Compostela: “Tourists Go Home!”
La capital de Galicia representa uno de los ejemplos en los que el modelo de turismo impulsado por la administración autonómica está a punto de desbordar una ciudad cuyo casco histórico está declarado patrimonio de la humanidad. Primero Fraga, después Alberto Núñez Feijóo y ahora Alfonso Rueda han impulsado el Xacobeo hasta desbordar cualquier límite razonable. La Xunta de Galicia bajo los Gobiernos del PP lleva años entregada a la retórica del peregrino un millón, dejando de lado la promoción de un turismo de calidad con menos visitantes pero mejor organizados.
Las cifras hablan por sí solas. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística en su encuesta de ocupación hotelera –el indicador que los expertos consideran más fiable–, la ciudad recibió en junio del pasado año 95.691 viajeros. En el mismo mes de 2022 fueron 87.640, y entonces Rueda ya sacaba pecho sobre “los mejores datos de la historia”. La población empadronada son 98.179, por lo que la presión es intensa, mayor que en ciudades como Sevilla (recibió en el mismo periodo 266.268 visitantes para 682.000 habitantes), Barcelona (762.905 por 1.636.193), Granada (140.538 por 228.682), Córdoba (74.034 por 319.515), Salamanca (55.033 por 142.212) o Toledo (53.365 por 85.085).
Los números se traducen en el malestar que recorre el cuerpo social de Santiago y que Mon Vilar, presidenta de la asociación de vecinos y vecinas A Xuntanza del barrio de San Pedro, identifica en cuatro problemas: el precio de los alquileres, la ocupación del espacio público –peregrinos en bicicleta por las aceras y a bastante velocidad, por ejemplo–, la limpieza viaria y los ruidos.
El casco monumental de la ciudad languidece sin habitantes y cada vez se parece más a un decorado que a una ciudad poblada de vecinos
Lo del precio de los alquileres se explica en parte por la escasa oferta en el mercado en la capital gallega. Según fuentes de las inmobiliarias, la ciudad tiene a día de hoy 150 inmuebles en el mercado del alquiler, frente a 850 pisos turísticos. Así las cosas, el casco monumental de la ciudad languidece sin habitantes y cada vez se parece más a un decorado que a una ciudad poblada de vecinos.
A lo anterior se suman las mareas de peregrinos que, sobre todo en verano, llegan a la ciudad por miles cada día. Es frecuente verlos llegar por la Rúa de San Pedro, vía de entrada a la ciudad por el Camino, entonando cánticos y alterando el normal discurrir en la vida de las calles compostelanas. Los vecinos de esa zona han empezado a colocar carteles pidiendo respeto a los visitantes. En otra zona de la ciudad, el Cruceiro do Galo, los mensajes son menos constructivos y se han empezado a realizar pintadas en las que se puede leer la frase “tourists go home”, acompañada del dibujo de un cuchillo.
Córdoba: “Hay que respetar la ciudad”
En el kilómetro cero del turismo en la ciudad de Córdoba, las calles que rodean la Mezquita, apenas quedan ya vecinos. El fenómeno de la turistificación lleva décadas imponiéndose en esta zona del Casco Histórico de Córdoba, la primera que se quedó sin colegios, hace ya varias décadas, y en la que es prácticamente imposible encontrar a mano tiendas tan básicas como una ferretería, una papelería o una farmacia.
Allí vive Rafael, uno de los dos únicos vecinos cuyo balcón da al muro norte del Patio de los Naranjos. En el bloque en el que viven Rafael y su mujer (sus hijos ya hace tiempo que no viven allí), sólo queda otra familia. El resto son pisos turísticos, aunque a Rafael no parece importarle mucho. Tampoco le molesta le hecho de que, para poder hacer la compra, o tenga que hacer un pedido a domicilio, o tenga que coger el coche, puesto que, a sus 70 años, ir andando no es una opción, dado que el supermercado más cercano está a medio kilómetro, aunque con una pendiente importante que sortear.
A Rafael, sin embargo, nada de esto parece importunarle. Tampoco el turismo que llega hoy a la ciudad, del que reconoce que algún gamberro se ha encontrado, como aquella vez que le tiraron agua desde el balcón.
Este tipo de turistas molesta mucho más a Ángel, uno de los comerciantes de la zona, que se muestra muy crítico con el tipo de turismo que llega a Córdoba estos días. Especialmente desde la pandemia. “Sobre todo los fines de semana, un desastre. Vienen despedidas de solteros y hacen el gamberro”, señala el comerciante, que reconoce que “cada vez le teme más” a los fines de semana.
A su juicio, el problema es la falta regulación: “Hay que respetar la ciudad. Y es que a nosotros nos obligan a respetar, a limpiar, a tener el mantenimiento. Y no a los de fuera”, afirma Ángel, que reconoce también que en la zona faltan servicios básicos.
A unos metros de su tienda está, de hecho, el que fue el último colegio de la zona, que hoy es un hotel. Su propietario, Sergio, recuerda que, cuando su abuelo compró el edificio, todavía vivían en él 13 familias. Lo que hoy es un hotel, hace 50 años era una corrala. En aquel entonces, su abuelo permitía que el patio lo usaran los niños del colegio. Luego, tras su cierre, el edificio se convirtió en un restaurante y hoy es un hotel.
El propio Sergio correteaba y jugaba al fútbol en ese mismo patio o en el Patio de los Naranjos de la Mezquita, algo que hoy es impensable. Como impensable es volver a imaginar los servicios vecinales y comunitarios que han desaparecido totalmente de un barrio en el que los alojamientos turísticos de todo tipo (hoteles, apartamentos o pisos turísticos) ya superan con creces a las viviendas vecinales.
El turismo crece en el Casco Histórico de Toledo: “Estamos perdiendo el alma”
En Toledo capital aún no se han producido manifestaciones de rechazo al turismo masivo como las que se han llevado a cabo en las Islas Canarias. No obstante, sí son muchos los residentes de su Casco Histórico, el barrio en el que fundamentalmente se concentra esta actividad, los que han trasladado sus quejas por los efectos negativos que afirman que tiene para la convivencia y para su habitabilidad.
Solo entre los meses de enero a octubre de 2023 y solo en siete de los principales monumentos de la ciudad –los que pueden visitarse a través de la pulsera turística– se registraron más de un millón de visitantes. Coparon las calles del Casco Histórico Patrimonio de la Humanidad en el que viven poco más de 10.000 personas.
La demanda crece, un 10% en el último año, y con ella también el número de alojamientos turísticos. Tanto es así que en la pasada legislatura se impulsó una ordenanza municipal para frenar la escalada: se había detectado un claro aumento en el precio de los alquileres y la falta de alojamiento residencial. Se suspendieron licencias para nuevos proyectos de viviendas y apartamentos turísticos y se estableció un tope del 20% sobre el total de viviendas del Casco Histórico.
Sin embargo, el actual Gobierno de PP y Vox frenó esta normativa y trabaja en una nueva regulación que podría concretarse este próximo verano. Mientras tanto, en paralelo, se ha dado alas a la tramitación de nuevos proyectos hoteleros en el Casco Histórico y su entorno. Por ejemplo, un hotel de lujo junto al río Tajo que ha recibido críticas y el rechazo de distintos colectivos sociales.
María, una joven autónoma residente en el Casco Histórico desde hace diez años, ha vivido la metamorfosis de la actividad en una ciudad mediana, muy turística, pero sin llegar al desbordamiento… Hasta ahora. “Cuando llegué a Toledo era mucho más fácil encontrar una casa y ahora no tiene nada que ver. Ahora pago el doble de lo que pagaba hace diez años. También teníamos más servicios y más tiendas de barrio, que se han perdido en los últimos años”.
Ir a una ciudad en la que la gente no vive, que es solo decoración, creo que no es interesante
Sobre el control y regulación de alojamientos turísticos, María sostiene que hay “una nula actuación” por parte de las administraciones. “También creo que la ciudad debería traer un mejor turismo, más consciente de la ciudad, que gaste dinero y no estos grandes grupos que vienen corriendo a todos lados... Nos estamos equivocando mucho con el modelo de ciudad. Cada vez hay más luces y souvenirs y el barrio está perdiendo su esencia. Como viajero, ir a una ciudad en la que la gente no vive, que es solo decoración, creo que no es interesante. Creo que estamos perdiendo un poco el alma”.
Donostia: “Toda una generación ya no puede vivir en sus barrios”
Donostia es la ciudad más afectada por el crecimiento del turismo en Euskadi, que ha registrado un impulso sin precedentes en los últimos años. El año pasado el turismo vasco registró unas cifras de entrada de viajeros récord, 4,5 millones, algo impensable hace una década. La capital guipuzcoana estaba ya de moda mucho antes de que el 'efecto Guggenheim' convirtiera el País Vasco en destino preferente. Donostia era ya un destino turístico consolidado a principios del siglo XX, cuando empezó a ser lugar preferente de veraneo para la realeza primero y la alta sociedad después atraídos por la belleza de la Bahía de la Cocha y se convirtió en destino exclusivo para determinadas capas sociales. Pero el boom que está viviendo Euskadi como destino turístico empieza a convertir en problema para los donostiarras lo que ya es parte fundamental de la economía de la ciudad.
Cada vez son más las voces que critican el colapso de la ciudad la mayor parte de los días con exceso de visitantes sobre todo en puntos concretos y de unos servicios volcados cada vez en el turista y no en el habitante. Por no hablar de la vivienda, que merecería un capítulo aparte, con el precio por metro cuadrado entre los más caros de España y con cada vez más pisos turísticos que encarecen el precio.
“Donostia siempre ha sido turística pero en estos últimos ocho años el proceso de turistificación ha sobrepasado todos los límites y se ha convertido en un problema para los que vivimos aquí”, dice Asier Basurto de BiziLagunEkin, una plataforma vecinal que canaliza desde 2018 la “preocupación que tenemos cada vez más gente por el modelo de turismo en vigor en la ciudad. Al principio nos creamos como plataforma de donostiarras preocupados por el turismo. Ahora somos la plataforma de donostiarras por el decrecimiento turístico. Queremos que se ponga freno”, dice.
El turismo pide mucha tiendas de souvenirs y comercios tipo Zara, multinacionales que encuentras en todas las ciudades europeas. Eso está matando el comercio de cercanía
Diferencia dos partes: “Primero lo que se ve con los ojos. Antes, sobre todo en las zonas turísticas como las playas y la Parte Vieja se saturaban en julio y agosto. Ahora esa saturación se alarga muchos meses. Los donostiarras ya renunciamos a ir a La Concha”. Una segunda parte es lo que no se ve a simple vista, y “eso es lo peor” dice: “El aumento de precios a causa del turismo, especialmente en la vivienda, está dejando a toda una generación de donostiarras fuera de la ciudad porque no pueden vivir en sus barrios porque con los sueldos que se ganan en Donostia es casi imposible ni alquilar ni comprar”. Además, el modelo económico de la ciudad se ha desequilibrado“, advierte. ”El turismo ha adquirido demasiado peso en el modelo económico de la ciudad y se está acabando con el pequeño comercio“. ”El turismo final pide mucha hostelería, tiendas de souvenirs y comercios tipo Zara, todo este tipo de multinacionales que encuentras en todas las ciudades europeas. Eso está matando el comercio de cercanía, que es un elemento clave también en el desarrollo de los barrios. Ponte a buscar en la Parte Vieja una ferretería o una mercería. Imposible“.
El Ayuntamiento de Donostia, gobernado por una coalición PNV-PSE-EE, aprobó en marzo del año pasado una moratoria en la concesión de nuevas licencias para la instalación de hoteles y pisos turísticos en la ciudad, que, de momento, sigue en vigor, aunque esta moratoria se circunscribe a unas áreas de la ciudad ya saturadas.
Aunque Asier Basurto puntualiza que esta moratoria ha llegado después de se hayan abierto “unos 50 hoteles en ocho años en la ciudad. Ahora has cerrado el grifo, pero es que antes lo has abierto a tope”, señala.
También desde el Ayuntamiento se está intentando poner coto a los grupos turísticos y desde el pasado 10 de abril los guías turísticos que realicen 'tours' o visitas por Donostia sin un permiso, denominado 'Declaración responsable', con grupos de más de 25 personas, con megáfono o fuera de un horario comprendido entre las 08.00 y las 23.00 horas podrán ser sancionados con multas de hasta 1.500 euros
El Consistorio que preside Eneko Goia es partidario de implantar la tasa turística, una medida sobre la que no termina de haber un acuerdo en Euskadi, y que desde parte del sector consideran que no limitaría uno de los mayores problemas con los que se enfrenta Donostia: los visitantes o excursionistas de día, que muchos consideran los verdaderos responsables de la saturación que sufren gran cantidad de días las calles de la ciudad.
Donostia es un destino preferente de visitantes franceses que cruzan la para pasar el día en la capital guipuzcoana atraídos por las compras, la gastronomía o los horarios más proclives a las juergas nocturnas. “El tema de los excursionistas de día no se solventa con una tasa turística que normalmente se paga en un alojamiento. ¿Cómo hacerla para los excursionistas?”, dice Lorea Uranga, responsable de Relaciones Institucionales de Atrae, la asociación que agrupa a las agencias receptoras de Euskadi. Porque, aunque Venecia acaba de implantar una tasa también para los excursionistas de día, parece difícil llevar a cabo algo similar en Euskadi.
Logroño: “Todos conocemos a alguien que esta pensando en irse”
“Somos el ejemplo de ciudad que nadie quiere ser”, lamenta una vecina del casco antiguo de Logroño. La capital riojana se ha convertido en un destino de despedidas de soltero y turismo de borrachera que concentra en el centro histórico todo el ocio, desde el día, con la calle Laurel como epicentro, hasta la noche, con todas las terrazas y locales de ocio nocturno en el mismo barrio. Las consecuencias ya son muy visibles: ruidos, suciedad, problemas de vivienda y falta de servicios para el vecindario, que ha comenzado a movilizarse.
Y es que esta zona de Logroño se está quedando sin comercio de proximidad mientras abren tiendas de chucherías, locales de comida rápida y bazares de souvenirs. El ejemplo más claro de pérdida de servicios es la vivienda: los alquiles han subido y no hay oferta. Mientras tanto, las viviendas de uso turístico de Logroño son más del doble que hace solo cinco años, pasando de 287 en el año 2018 a los 641 registradas en 2023, además de 13 bloques completos para apartamentos turísticos. En la calle Laurel por ejemplo se estima que entre el 80% y el 70% de las viviendas son para el turismo. Además, advierten desde la plataforma vecinal que detrás ya hay grandes tenedores y que “la hostelería esta invirtiendo sus beneficios en el sector inmobiliario para uso turístico”.
Los vecinos y vecinas se sienten “invadidos”, “con calles llenas de personas incívicas que molestan, de basura y suciedad y de unos niveles de ruido estratosféricos”, coinciden varias vecinas. ¿Qué consecuencias tiene? “Es tener el runrún continuo en la cabeza de me voy, todos los vecinos conocen a alguien si no es en primera persona que esta pensando en irse porque no se puede descansar, no se puede realizar un proyecto de vida en el casco antiguo”. De hecho, este modelo turístico está acompañado de una despoblación del barrio, pero otra vecina responde: “Yo no quiero cambiar mi casa ni creo que esa sea la solución”.
La explosión de este modelo turístico en Logroño ha sido la pandemia, “aunque eso no hubiera sucedido si en los años 80–90 el Ayuntamiento no hubiera fomentado la introducción de locales de ocio nocturno para forma de regenerar el barrio”. Ahora, se han impulsado medidas como la reciente moratoria de un año en las licencias de locales de ocio nocturno o terrazas o, en la legislatura anterior, la limitación de las viviendas de uso turístico a primeros pisos y entreplantas. Sin embargo, para el vecindario, “son medidas puntuales con una intención de apagar fuegos y echamos en falta un plan a largo plazo de cómo quieren el casco histórico que cuente con los vecinos. Mientras no lo haya, lo que seguirá transformando el casco antiguo es el capital y por tanto no los vecinos”.