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No hace falta haber vivido en la Grecia Clásica para haber oído hablar del Oráculo de Delfos. El lugar que durante siglos predijo todo tipo de futuros a través del dios Apolo. Y aunque en Grecia en aquel tiempo eran muy dados a la mitología, en este caso estamos ante una historia real. Tan real que incluso hoy, casi 3.000 años después, podemos visitarlo y conocer lo que para los griegos en aquel momento era considerado el ombligo del mundo.
Delfos es uno de los lugares más notables que visitar en Grecia. En su momento fue considerado el centro del mundo y, como entonces, hoy en día sigue viajando hasta allí un gran número de personas cada año. Quizá no para saber su futuro, pero sí para conocer en persona uno de los escenarios considerados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO más importantes del mundo.
Entrar a descifrar el funcionamiento del oráculo puede ser un poco complejo, pero para comprender su importancia es necesario tener claro en qué consistía. Se encontraba en un gran santuario dedicado a Apolo, el dios que hacía de asesor para prever el futuro y fue consultado desde el siglo VIII a.C. Su fama se extendió rápidamente, de modo que no solo acudían a él multitud de peregrinos de a pie, sino también embajadas de ciudades en busca de consejo político. De este modo, lo que dijera el oráculo podía ser la base perfecta para ratificar leyes, constituciones, fundar nuevas ciudades y colonias o emprender o no campañas bélicas. Por lo que aunque Delfos no tuviera un papel político, sus palabras sí se podían usar como tal.
En la práctica, y a grandes rasgos, en el Oráculo de Delfos entraban en escena una Pitia, o Pitonisa, y un sacerdote. En primer lugar, el consultante se entrevistaba con ella para hacerle llegar sus consultas. Después, la Pitia se purificaba en la fuente Castalia, proveniente de un arroyo cercano, y realizaba ofrendas a Apolo. Ella se adentraba en el santuario dedicado al dios, se sentaba en un trípode situado sobre una grieta en la tierra por la que emanaban ciertos gases y allí recibía la inspiración, en una especie de trance que le hacía profetizar y dar respuestas que eran interpretadas por el sacerdote. A veces las conclusiones eran tan ambiguas que se podían tomar como más interesasen al consultante.
Mucho ha cambiado Delfos desde que entró en decadencia entre los siglos I a.C. y el III d.C. con la ocupación romana, pero los trabajos de recuperación arqueológica nos permiten hacernos una buena idea de la magnitud de lo que aquí acontecía. El yacimiento se encuentra junto al nuevo Delfos, Δελφοί en griego, junto al monte Parnaso y a menos de dos horas y media en coche de Atenas. Para visitarlo hay que tener en cuenta que vamos a encontrar tres espacios diferentes: la zona arqueológica del Santuario de Apolo, el Museo Arqueológico y la zona arqueológica del Santuario de Atenea Pronaia.
Este es el espacio de la antigua Delfos, donde se encontraba el Santuario de Apolo y el Oráculo de Delfos. Es decir, el lugar más importante de este viaje. Accederemos a él recorriendo la Vía Sagrada, que a lo largo de unos 400 metros nos llevará hasta el Santuario de Apolo. Primero atravesaremos el Ágora Romana y ascenderemos dejando a nuestro paso diferentes estructuras, como pequeños templos, conocidos como tesoros. Estos tesoros eran regalados por algunas ciudades, o incluso por particulares, en agradecimiento al oráculo para guardar en su interior sus donaciones. Son numerosos, como el Tesoro de los Sicionios, el Tesoro de los Sifnios o el Tesoro de los Atenienses, que es el único reconstruido.
Pasaremos también junto al ónfalo (á½μφαλÏς), la piedra que representaba el ombligo u origen del mundo según la mitología griega y cuyo original se encuentra en el museo. También en el museo veremos la Esfinge de los Naxios, que estaba situada sobre una columna de 12 metros de altura que encontraremos conforme sigamos nuestro ascenso.
Iremos viendo diferentes ruinas a un lado y otro, todas debidamente documentadas y con paneles informativos, y llegaremos al Templo o Santuario de Apolo. El edificio a lo largo de los siglos fue construido y destruido en diferentes ocasiones, a veces víctima de incendios y terremotos, y su final definitivo llegó en el año 385 d.C., cuando Teodosio I prohibió los cultos paganos.
Muy cerca se encuentra el teatro de Delfos, del siglo IV a.C., en buen estado de conservación y que tuvo capacidad para 5.000 espectadores. Y un poco más alejado el Estadio, del V a.C. y con capacidad para 6.500 personas, donde se llevaban a cabo los Juegos Píticos y también eventos musicales. La entrada a la zona arqueológica del Santuario de Apolo tiene un precio de 12 €, o de 6€ del 1 de noviembre al 31 de marzo e incluye también el acceso al museo.
Es fundamental visitar el Museo Arqueológico de Delfos y es muy importante además hacerlo después de visitar la zona arqueológica del Santuario de Apolo. En él podremos ver las mejores piezas recuperadas del yacimiento, además de una maqueta que nos pondrá en situación.
Es sin duda uno de los mejores museos arqueológicos de Grecia. Veremos vasijas de bronce, figurillas, estatuas, esculturas arquitectónicas de los templos y los tesoros, así como obras de arte menores hechas de materiales preciosos como oro, plata y marfil. Hay piezas que van desde el siglo VII a.C. hasta el II d.C., ya en periodo romano, y su visita sigue un orden cronológico a través de 14 salas. En ellas destacan piezas como la Esfinge de Naxos, un león alado con cabeza femenina en mármol; el friso del Tesoro de los Sifnios, la columna de las danzantes, el grupo escultórico de Cleobis y Biton y, con especial protagonismo, el Auriga de Delfos, que hecho en bronce conmemora una gran victoria en los Juegos Píticos del año 478 a.C.
Y aunque lo dejemos para el final, este es un lugar que no deberíamos pasar por alto. Se encuentra a unos 500 metros de la zona arqueológica del Santuario de Apolo, al otro lado de la carretera y en un nivel inferior de la colina, por lo que si no lo buscamos, igual podríamos dejarlo olvidado. Además, de camino a este recinto, pasaremos por la fuente Castalia, la utilizada por las Pitonisas.
La entrada al yacimiento del Santuario de Atenea es gratuita y en él veremos el templo de Atenea Pronaia, el Tesoro de Massalia y el Tesoro Dórico, cuyos restos no van más allá de las plantas de los edificios. Pero también aquí se encuentra una de las estructuras más famosas de Delfos, un Tholos, o construcción circular del año 380 a.C., formado por 20 columnas dóricas en su exterior, más 10 corintias en su interior, de las que han sido reconstruidas tres. Su silueta es tan representativa de Delfos que se cae en el error de pensar que este era el lugar del oráculo, pero que no lo fuera no justifica que nos vayamos sin verlo porque su imagen, con el valle al fondo, es de las que se quedan grabadas en la memoria.
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