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Desobediencia maternal

Juana Rivas

Gabriela Wiener

Sabemos que la gran mayoría de periódicos de derechas, clericales, neoliberales –y que odian a Podemos– están manejados por hombres que, oh sorpresa, tienen un pequeño y a veces no tan pequeño problema con las mujeres. Su conocida misoginia y tradicional machismo, agravados por el auge del movimiento feminista, los lleva hoy a reaccionar a la medida de su frustración por esta pérdida de supremacía.

En los últimos días hay en marcha una operación coordinada entre estos medios de comunicación –El Mundo, La Razón, OkDiario, el ABC, El Español– entre otros, para cimentar el fantasma de “las otras Juanas Rivas”: madres a las que se les acusa de alienar a sus hijos contra los padres, de hacer denuncias falsas para alejarlos de ellos y, finalmente, de secuestrar a sus vástagos. El objetivo final es que cale en la opinión pública que existe una auténtica pandemia. Acatando órdenes que vienen desde muy arriba de la pirámide patriarcal de los medios de comunicación, periodistas útiles, todos varones, alimentan la campaña con varios artículos al día, grandes especiales los fines de semana y entrevistas exclusivas con los padres afectados, que hacen las delicias de los lobbies machistas que claman por venganza.

La estrategia es tan burda como dañina. Y tan imprudente a la hora de tratar casos humanos muy complejos como los contenciosos entre madres y padres por las custodias de sus hijas e hijos, que terminan haciendo lo mismo que hicieron con Vox, porque el fascismo les parecía novedoso y periodístico. Pero ahora para crear el fantasma de la madre loca y criminal, esa vieja enemiga. Estas visiones no escatiman detalles acerca del dolor de los padres, que gozan de todo el privilegio que le dan los grandes medios al servicio de contar sus historias, mientras que las historias de las madres son invisibilizadas, tergiversadas y directamente falseadas. En ni uno solo de estos artículos se reflexiona acerca de por qué una mujer puede llegar a tomar una decisión tan radical y difícil. Por qué eligen una vida de denuncias, juicios y persecuciones. Se las culpabiliza a ellas y a sus apoyos. Llaman “organización criminal” a lo que son redes de apoyo mutuo entre mujeres. Y, por supuesto, se expone y revictimiza a las niñas y niños.

Así funciona el machismo en los medios, el antiperiodismo que guarda silencio cuando un padre incumple las entregas de sus hijos, que habla de “padres estupendos” hasta que aparece un Bretón, un Iñaki Bilbao, o el azulejero Ricardo de Castellón, por mencionar solo algunos, que decidieron castigar a sus exmujeres acabando cruelmente con la vida de sus pequeños.

Uno de los ataques más descarnados de los misóginos contra las mujeres ha sido siempre llamarnos malas madres. Tanto es así que, para sacudirnos el estigma, desde el feminismo muchas veces nos hemos reapropiado de éste, uno de los peores insultos que existen, para señalar que no somos perfectas, que solo hacemos lo que podemos en un medio que suele ser hostil.

Es cierto que ninguna mujer es un ser humano integralmente mejor por ser mujer, pero también es cierto que los verdaderos secuestradores, asesinos y violadores de menores son en su arrolladora mayoría hombres, esposos o padres. Con una justicia patriarcal hoy más sana que nunca a veces la única salida es la desobediencia maternal.

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