Franco cerraría esta web
Tras la muerte de Franco los intelectuales solían creer, o decir, que la sociedad española estaba despolitizada como consecuencia de tantos años de dictadura. Resultó un error evidente y que no tenía nada que ver con la realidad a su alrededor. Lo que los españoles habían vivido no había sido una dictadura sino la experiencia de un estado totalitario de carácter nacionalista y retrógrado en todos los sentidos que había moldeado las personas, las familias, la sociedad.
Los fusilamientos del 27 de septiembre de 1975, tras un juicio militar, fueron la rúbrica a la operación política que el Estado autorizaba, la reforma política que dio lugar a las Cortes Constituyentes y la Constitución del 78. La CIA y los servicios secretos creados por Carrero Blanco (SECED), con la ayuda de la socialdemocracia europea, condujeron con cuidado el proceso de darle a aquella sociedad inculta y atemorizada unas instituciones más o menos democráticas bajo la tutela del Ejército y su Jefe, el Borbón Juan Carlos I, designado para ello por Franco. Eso fue lo que ocurrió. Pensar que aquella sociedad se transformó mágicamente en una sociedad democrática, como nos contaron los gobiernos socialistas en los años ochenta y noventa, es un cuento infantil que nos permite sentirnos inocentes. Es creer en la magia de que las personas modeladas por el miedo y el autoritarismo se transforman automáticamente en cultas y libres.
Y como la magia está para otras cosas la interpretación de la encuesta de Metroscopia última es toda una lección de realidad: el 47 por ciento de los españoles encuestados cree que el franquismo fue negativo. El otro 53 por ciento, no. El límite de la democracia, de las libertades en España está en la sociedad misma, es ella quien tolera y justifica. Es una realidad difícil de aceptar pero llevamos demasiados años fingiendo ignorarla y viviendo una gran mentira. Una sociedad que fue educada en el autoritarismo pero que no lo asume y prefiere imaginarse de otra manera también tiene unos políticos sin cultura democrática que no defienden las libertades sino que las recortan paso a paso.
Recortar un derecho es lo que pretende hacer ahora el Gobierno con los votos de PP y Ciudadanos, cerrar webs simplemente por orden gubernativa, sin orden judicial. Si ya la Justicia se nos muestra cada semana como una institución corrupta en muchos sentidos e incapaz de proteger los derechos civiles de las personas, ahora pretenden legalizar el cierre de medios de comunicación arbitrariamente.
Pero sin que estuviese aprobada ninguna ley eso mismo, cerrar webs, ocurrió hace ahora un año en Catalunya. Dentro de una operación combinada desde Moncloa utilizando la Justicia, las policías, los servicios secretos, los medios de comunicación y todas las instituciones del estado ocurrieron tropelías como irrumpir en espacios privados sin orden judicial o cerrar webs y manipular las redes sociales. El 155 y la guerra sucia utilizada en Catalunya fueron un ensayo, la sociedad española no reaccionó para protestar y lo aceptó, de modo que los poderes creen que cuando sea necesario podrán volver a aplicarlo en cualquier territorio o contra cualquier sector social, pero ahora prefieren hacerlo de forma legal. Lo que antes era ilegal.
¿Quién pretende que un gobierno que decide por su cuenta cerrar una web, ésta por ejemplo, sin siquiera el filtro de la Justicia, es demócrata?