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¿Quién es más macho?

Casado prepara una "revolución" en la lista de Madrid, con una mayoría de nombres nuevos en los puestos de salida

José Miguel Contreras

Siete de cada diez estadounidenses (el 71%) piensan que este año van a aumentar la crispación y los ataques entre los partidos republicano y demócrata. Es el nivel más alto que se ha obtenido en todo este siglo. Hace apenas una década, este índice estaba por debajo del 40% (Survey of U.S. Adults Conducted 2019). En España, no tenemos estudios que nos permitan comparar este dato, aunque a nadie le extrañaría encontrar cifras similares. Las próximas citas electorales no ayudan a tener buenas sensaciones al respecto. La crispación no sólo está garantizada. Da la sensación de que va a acrecentarse.

La novedad en la vida política española es que los frentes de batalla se han incrementado. De manera tradicional, se ha mantenido la polarización izquierda-derecha como centro del litigio. En estos últimos tiempos, el conflicto catalán ha tenido efectos demoledores en la convivencia democrática. Catalunya se ha dividido más allá de las ideologías políticas. Dentro del independentismo se afilan los cuchillos entre los seguidores de Puigdemont, los clásicos militantes de Convergencia y los de Esquerra. Y los de la CUP contra todos a la vez. Los partidos no independentistas mantienen sonoras diferencias entre los españolistas más recalcitrantes y los partidarios de fórmulas de diálogo. Las discusiones han llegado, como de todos es sabido, a dividir familias y a romper amistades de toda una vida.

A nivel estatal, los tiempos parecen estar cambiando de forma acelerada en apenas unas semanas. La izquierda, fiel a sus principios existenciales, mantiene su descarnada batalla en busca de su definitiva aniquilación. Sin embargo, pese al enorme esfuerzo de autodestrucción realizado, sigue descubriendo nuevas e imaginativas fórmulas de desmembración, aunque milagrosamente mantiene una significativa cuota electoral. Hace poco discutía con uno de los líderes a los que más respeto por su capacidad de diálogo y de resiliencia permanente. Me explicaba, con cierta benevolencia, que la explicación de la constante discusión abierta dentro de la izquierda se debe a la capacidad de autocrítica que forma parte de su esencia. La bonhomía del argumento choca con una constatación. Siempre que oigo a alguien de izquierdas decir que va a hacer autocrítica, me encuentro a continuación con una descalificación completa de otros compañeros entre los cuales, nunca se encuentra él mismo.

En estas últimas semanas, hemos asistido a la ruptura interna de Podemos, desencadenada por el movimiento de Íñigo Errejón, que ha generado una seria crisis en la formación. A esto cabe añadir la salida en tromba de algunos barones y exlíderes socialistas tras el lío en torno a la figura del famoso “relator”. La endémica deslealtad dentro del PSOE respecto a sus dirigentes volvió a reaparecer. Todo un clásico.

La gran novedad, sin embargo, ha surgido inesperadamente en el otrora sólido territorio de la derecha. La tradicional hegemonía del PP parece seriamente amenazada. En las elecciones andaluzas, los populares perdieron un tercio de sus votantes. Todas las encuestas auguran un seísmo similar o superior en las próximas generales. La sangría de transferencia de voto se produce en dos direcciones, hacia la extrema derecha de Vox y hacia el centro derecha representado por Ciudadanos. La decisión del partido presidido por Albert Rivera de descartar un acuerdo postelectoral con los socialistas dirige su competencia en exclusiva hacia el espacio de la derecha.

Los tres partidos autoubicados en la derecha coinciden hasta hoy en su estrategia, la de disparar a la misma diana. La disputa radica en ver quién es más contumaz y certero en sus disparos. Llama la atención observar cómo los tres arqueros, simbólicamente representados en las figuras de Casado, Rivera y Abascal, perseveran en lanzar sus flechas contra una diana llamada Pedro Sánchez. Lo curioso es entender el sentido real de la competición. Los arqueros disparan contra una diana, pero ésta no es su rival. Es la excusa para competir entre ellos. Sus rivales son los otros arqueros. De la misma forma, atacar a Pedro Sánchez es en realidad la excusa para demostrar ante los electores quién es más firme cómo líder de la derecha. Uno de los más famosos sketches de la historia del programa televisivo Saturday Night Live representaba un concurso televisivo titulado curiosamente en español ¿Quién es más macho? En el mítico espacio supuestos concursantes luchaban por demostrar quién era más aguerrido y bravucón. Cuando escucho en los informativos televisivos las declaraciones descarnadas y virulentas de los dirigentes de la derecha me viene a la cabeza aquel recuerdo.

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