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Oriol Junqueras en un vis a vis con sus hijos

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Isaac Rosa

Llevo más de seis meses preguntando, preguntándome: ¿por qué nos importa tan poco que haya políticos independentistas catalanes en prisión preventiva por orden judicial?

Releo la frase: “políticos independentistas catalanes en prisión preventiva por orden judicial”.

Así dicho no conmueve mucho. Todo en esa frase nos desinteresa de su suerte: “políticos”, en tiempo de desprestigio de la clase política. “Independentistas” está solo un escalón por debajo de “terrorista”. “Catalanes” resbala sobre décadas de catalanofobia. “Prisión” no impacta demasiado en días de populismo punitivo, cuando cualquier condena nos resulta pequeña. Si encima le añades “preventiva” parece menos prisión. Y “por orden judicial” es el broche garantista, separación de poderes, todo legal.

Probemos a reconstruir la frase, a ver qué tal.

En vez de “políticos independentistas catalanes”, podemos decir “nueve ciudadanos”, “nueve personas”, o incluso nombrarlos: Jordi Cuixart, Jordi Sánchez, Joaquim Forn, Oriol Junqueras, Jordi Turull, Carme Forcadell, Josep Rull, Dolors Bassa y Raül Romeva.

En vez de “prisión preventiva”, que suena a pasar una noche en comisaría, digamos “llevan entre dos y seis meses en tres cárceles madrileñas, a más de 600 kilómetros de sus familias.”

Nos queda el “por orden judicial”. Es cierto que lo ordenó un juez, pero llevamos meses escuchando las dudas de juristas sobre los autos de Llarena, la acusación de rebelión, el papel de la fiscalía o las investigaciones de la guardia civil, por no hablar del propio sistema judicial español y su dudosa independencia. Para no alargar la frase yo lo dejaría en “un proceso judicial cuestionado dentro y fuera de España”. Y añadiría un dato importante: ninguno de los encarcelados está relacionado con actos violentos.

A ver ahora qué tal suena:

Jordi Cuixart, Jordi Sánchez, Joaquim Forn, Oriol Junqueras, Jordi Turull, Carme Forcadell, Josep Rull, Dolors Bassa y Raül Romeva llevan entre dos y seis meses en tres cárceles madrileñas, a más de 600 kilómetros de sus familias, en un proceso judicial cuestionado dentro y fuera de España, y sin tener relación con actos violentos.

Todavía es posible ampliar la frase. Podemos añadir que solo pueden ver a sus familiares una vez a la semana, durante cuarenta minutos y a través de un cristal, más encuentros mensuales en la sala de vis a vis. Algunos tienen hijos, incluso hijos muy pequeños: el de Jordi Cuixart acaba de cumplir un año, se ha perdido más de seis meses de su vida. Joana y Lluc, los hijos de Oriol Junqueras, tienen dos y cinco años, y han de viajar 600 kilómetros de ida y otros 600 de vuelta para ver a su padre en un locutorio carcelario, a través de un cristal. Si quieren abrazarlo será en una sala de vis a vis ¡cada tres meses!

Hay más: varios de ellos han sido castigados sin salir de la celda por conceder una entrevista. No tienen acceso a Internet, y llamadas telefónicas limitadas. Hay cárceles cerca de sus domicilios, a las que pidieron ser trasladados sin conseguirlo. La justicia dispone de otras medidas para controlar y restringir movimientos. Ninguno intentó fugarse, acudieron por su propio pie al juzgado. El juez usa como argumentos para mantenerlos en prisión motivos ideológicos: su falta de compromiso con la Constitución, que no renuncien al independentismo.

Otro día si quieren discutimos sobre el procés, el nacionalismo, la burguesía catalana o Pujol, que son cosas de las que algunos siempre quieren hablar cuando les preguntas por los encarcelados. Incluso podemos discutir sin son presos políticos o políticos presos. Otro día. Hoy lo que me preocupa, entristece, asusta y enfada es este ensañamiento, el castigo y humillación contra esas nueve personas encarceladas.

Sé que no soy el único, es un sentir mayoritario en Catalunya, no solo entre el independentismo, sindicatos incluidos; y en el exterior cada vez más voces piden su liberación. ¿Pero qué pasa en el resto de España? ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? ¡Eco, ecoooo!

¿De verdad nos parece tan normal que estas nueve personas lleven hasta seis meses en la cárcel? ¿No nos avergüenza que vean a sus hijos en un locutorio o una sala de vis a vis? ¿No nos importa esta barbaridad, con independencia de la posición política de cada uno? ¿No nos conmueve por motivos humanitarios? ¿No nos preocupa el daño a la democracia, o lo poco que ayuda a la convivencia y a la propia unidad de España?

¿No deberíamos convertir en prioridad su puesta en libertad? ¿No deberíamos hacer algo más que tuitear o escribir artículos como este?

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