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¿Por qué seguimos recibiendo noticias sobre los beneficios de las bebidas alcohólicas?

El consumo moderado de cerveza puede prevenir el alzheimer, según un estudio

Esther Samper

“Dos copas de vino antes de dormir adelgazan”, “El consumo de cerveza podría ser beneficioso durante un infarto”, “Estudios científicos avalan los beneficios de la cerveza en el marco de la dieta mediterránea”, “¿Sabías que un vaso de vino tinto equivale a una hora de ejercicio?”... Son sólo algunos titulares de los muchos que aparecen en los grandes medios de comunicación, alabando los supuestos beneficios para la salud de estas bebidas espirituosas. Sin embargo, hace poco, también nos han llegado noticias de grandes estudios epidemiológicos que alertan de que el alcohol es un factor de riesgo para el desarrollo de múltiples tipos de cáncer, que causó casi 3 millones de muertes en todo el mundo en 2016 y que el único consumo seguro de alcohol es cero.

¿A qué se debe la presencia de noticias con afirmaciones tan dispares sobre las bebidas alcohólicas? La explicación de este fenómeno no es precisamente sencilla, aunque hay cuatro razones principales detrás de tal distorsión informativa.

1. En el imaginario colectivo occidental persiste la creencia de que una copita de vino o cerveza al día es beneficioso. No es ninguna sorpresa que muchos piensen así. Hay que tener en cuenta que hemos sido ametrallados con afirmaciones constantes sobre los supuestos beneficios del consumo moderado de alcohol desde comienzos del siglo XX. Por otra parte, estas afirmaciones solían estar casi siempre más asentadas en la tradición y en unos estudios débiles que en una ciencia rigurosa. Es, hasta cierto punto, lógico que muchas personas (incluidas médicos o periodistas) hayan aceptado este discurso como cierto. Decía Joseph Goebbels, ministro encargado de la propaganda Nazi que “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Si, además, existe un respaldo supuestamente científico ni siquiera hace falta repetir tantas veces la mentira.

2. La mayoría de los estudios realizados sobre bebidas alcohólicas en humanos son estudios observacionales en grandes poblaciones, los cuales poseen muchísimas limitaciones. Estos estudios son geniales para establecer correlaciones entre variables, pero pésimos para establecer causas y efectos. El gran problema es que multitud de estudios sobre el papel de las bebidas alcohólicas en la salud se han interpretado con demasiada alegría periodística o científica, achacando erróneamente a una determinada bebida un papel protector.

Pongamos un ejemplo muy simple: Imaginemos que hacemos un estudio epidemiológico sin tener cuidado en eliminar factores que añaden confusión como la frecuencia de ejercicio físico o el estatus socioeconómico. Al observar el grupo de personas que bebe alcohol con moderación podríamos encontrar que éste vive más que el grupo de personas que no bebe absolutamente nada. El titular rápido sería que beber con moderación te hace vivir más. Sin embargo, si analizamos con profundidad cada población, podríamos encontrar que la población que bebe con moderación sigue una serie de pautas saludables como ejercicio físico frecuente o tiene un estatus socioeconómico mayor.

Por tanto, no es el alcohol el que haría que el grupo de bebedores moderados vivan más, sino que son otros factores sanitarios asociados a este hábito los que estarían aumentando su esperanza de vida. Lo anterior no es sólo un ejemplo ficticio. De hecho, diversos estudios han mostrado que es más probable encontrar consumidores moderados de alcohol entre aquellos que son activos físicamente o tienen un nivel socioeconómico más elevado. Es sólo un ejemplo, de los muchos sesgos que pueden desvirtuar los resultados. También sabemos que cuando las personas padecen ciertas enfermedades, una de las primeras medidas que toman los médicos es desaconsejar cualquier ingesta de alcohol. Así, en el grupo de los abstemios encontramos a personas enfermas por esta razón, lo que también puede sesgar los datos y que el grupo de bebedores moderados parezca más saludable en comparación.

3. La realidad es compleja y los estudios sólo muestran una parte de la realidad y, a veces, se interpretan de forma errónea. En el caso del vino, muchos de nosotros escuchamos en su día la famosa paradoja francesa, establecida en 1819. Se buscaron muchas explicaciones en aquella época a por qué en Francia la incidencia de enfermedades cardiovasculares era mucho menor que en Estados Unidos, aun cuando su dieta era rica en grasas saturadas. Ya por aquel entonces se propuso el vino como factor protector para este fenómeno. Aunque, muchos más años más tarde y conforme teníamos más datos del asunto, nos hemos dado cuenta no sólo de que el vino no era el responsable de tal efecto beneficioso, sino que la citada paradoja ni siquiera existía.

Por si fuera poco, también se han extrapolado resultados beneficiosos del vino o la cerveza sobre células (in vitro) en el laboratorio como si fueran directamente trasladables a humanos. En la búsqueda de mecanismos que explicaran el supuesto papel protector de estas bebidas se han propuesto, entre otras moléculas, los flavonoides y los polifenoles. Aunque las concentraciones de ciertos compuestos en estas bebidas sean casi homeopáticas e insuficientes para producir efectos saludables apreciables. Es el caso, por ejemplo, del famoso resveratrol del vino. Según los experimentos realizados en laboratorio, para poder “disfrutar” de los beneficios de tal molécula deberíamos consumir cientos de litros diarios de vino para alcanzar dosis significativas. De hecho, no se han demostrado los beneficios de esta molécula en humanos.

Además, los efectos de las bebidas alcohólicas sobre el cuerpo humano son muy diversos y complejos. Es imposible que un solo estudio pueda estudiar y registrar todos los efectos para la salud, positivos y negativos, que ocurren con su consumo. Por tanto, estos estudios son fragmentos de la realidad. Así, por ejemplo, puede que un estudio concreto sea fiable cuando diga que el consumo moderado de vino es beneficioso para un detalle en particular, pero no tiene en cuenta ni registra todos los efectos dañinos que también ocurren y quedan fuera del foco de estudio (por ejemplo: el cáncer, la adicción o las enfermedades cardiovasculares).

4. Al igual que ocurrió con la industria del tabaco, la industria ha influenciado y sigue influenciando con fuerza la información sobre las bebidas alcohólicas y su papel en la salud. Dado que es ilegal en Europa atribuir propiedades saludables a estas bebidas mediante publicidad o etiquetado, lo que hacen es financiar estudios “científicos” que puedan aparecer en las noticias. Y digo “científicos” porque existen claros conflictos de intereses y no verán noticias negativas a partir de estos estudios.

En España, hay dos instituciones encargadas de velar por la buena prensa de estas bebidas: El Centro de Información Cerveza y salud y la Fundación para la investigación del vino y la nutrición. Detrás de ellas se encuentra la industria de las citadas bebidas y no verán noticias negativas en sus respectivas páginas web, ni siquiera sobre su papel en el incremento del riesgo de cáncer. Por si fuera poco, además de distorsionar la información que nos llega sobre las bebidas alcohólicas a través de estudios “científicos” también financian a médicos para difundir mensajes benevolentes sobre estas bebidas.

A nivel internacional, también sabemos que la industria del alcohol está confundiendo al público sobre el riesgo de cáncer. Para ello, difunden informaciones sobre los supuestos efectos beneficiosos mientras minimizan o quitan relevancia a los negativos.

Así pues, ante tal panorama desinformativo debido a las razones anteriores, lo sorprendente sería que recibiéramos sólo información seria, desinteresada y contrastada sobre bebidas alcohólicas. ¿Llegará un momento en el que habrá un consenso en la sociedad sobre los riesgos del alcohol como ocurrió con el tabaco? Dado el número cada vez mayor de estudios independientes sobre los diversos riesgos del alcohol y la mayor información de la que vamos disponiendo, probablemente sea sólo cuestión de tiempo que la sociedad aprenda que no hay ninguna razón sanitaria alguna para beber esa copita de vino/alcohol al día.

Para saber más:

«Una copita de vino es buena para el corazón». Claro que sí, guapi

¿Alguien quiere que pensemos que alcohol = salud?

La industria del alcohol confunde al público sobre el riesgo de cáncer

Ni la cerveza cura ni el vino adelgaza

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