Cuando España era colonia del III Reich
Un libro recientemente publicado en el mundo anglosajón subraya la sólida relación imperialista que mantuvo la Alemania nazi con la España del bando nacional, especialmente durante la Guerra Civil española. Titulado Hitler's shadow empire: nazi economics and the Spanish civil war ('El imperio en la sombra de Hitler: la economía nazi y la guerra civil española'), este volumen aborda cómo un Franco extremadamente necesitado de apoyo exterior para acabar con la República dejó, a cambio de logística militar nazi, que España se convirtiera para el III Reich en una compradora ideal de logística militar y en una más que accesible fuente de recursos naturales.
El economista Pierpaolo Barbieri, autor del estudio publicado este mes en la prestigiosa editorial Harvard University Press, reivindica que, entre los “huesos por desenterrar” que dejó la Guerra Civil española, también hay “una versión alternativa al imperio alemán” que acabara construyendo Adolf Hitler en detrimento del 'Viejo Continente'. Porque lo que más se conoce de este tirano es ese “imperio formal” construido a base de invasiones, ocupaciones, anexiones y que estuvo acompañado del Holocausto judío. Sin embargo, el libro de Barbieri invita a considerar otras políticas imperialistas del nacionalsocialismo previas a la invasión de Polonia en septiembre de 1939 y que encuentran en España su mejor ejemplo.
Tanto es así que el modo en que el III Reich se relacionó con España, Pierpaolo Barbieri lo califica de “imperio informal”. A saber, una relación en la que Alemania “pudo dejar en España esos productos hechos en la Esparta nazi y, a cambio, extraer lo que su restringida industria necesitaba para seguir creciendo”. Desde Alemania, y pese a no haber sido España oficialmente una “colonia” nazi, las élites germanas ejercieron una influencia dominante sobre la emergente clase dirigente franquista. Esa relación no se forjó debido a las confluencias ideológicas entre los líderes del fascismo español y sus homólogos nazis. Fueron los productos espartanos de la Alemania hitleriana, especialmente la logística militar con la que el bando nacional pudo ganar la Guerra Civil, la base de la ilación entre el III Reich y la España de la insurrección franquista, según Barbieri.
En una “España económicamente atrasada, socialmente volátil y políticamente explosiva” como la de los años treinta, había que “buscar abastecimiento de las grandes potencias para paliar los déficits en armamento y tecnología”, escribe el autor de Hitler's shadow empire: nazi economics and the Spanish civil war. “Los suministros extranjeros fueron un elemento necesario – si no suficiente – para la victoria” y “sólo una parte recibió el apoyo decisivo”, agrega.
En ese “apoyo” hay que ver, por ejemplo, la veintena de aviones de transporte Junkers Ju 52, la media docena de aeronaves de combate Heinkel He51S y la abundante artillería que Hitler decidió enviar a Franco el 25 de julio de 1936, en un gesto inicial de solidaridad fascista que bien pudo ayudar a hinchar las aspiraciones del bando nacional. Sin embargo, la logística que llegó de Alemania también facilitó que la España “reconquistada” a la República se convirtiera en una suerte de “colonia” nazi. Porque la relación entre el Reich de Hitler y la España de Franco se sustentaba en un sistema que, según expone Barbieri, buscaba “un objetivo directo: obtener una tangible penetración económica en España en aquellas áreas que beneficiaran económicamente a Alemania”.
En ese sistema, la Compañía Hispano-Marroquí de Transportes (HISMA), jugó un papel esencial desde su creación en Tetuán, el 31 de julio de 1936. En manos del hombre de negocios Johannes Bernhardt, dicha empresa sirvió a Alemania de “vehículo para la influencia alemana en el suelo ibérico”, se lee en Hitler's shadow empire: nazi economics and the Spanish civil war. La HISMA y la fundada poco después en Berlín Compañía de Compra de Bienes y Materias Primas (ROWAK, por sus sigas en alemán) establecieron “un monopolio dual” que estructuró una relación comercial germano-española muy provechosa para el III Reich. Wilhelm Faupel, el primer enviado nazi al régimen franquista, ya dijo en enero de 1937, respecto a los 800 millones de liras que la Italia de Benito Mussolini había invertido en lo que algunos historiadores llaman “la invasión italiana de España”: “hemos obtenido mucho más a través de la HISMA”.
“Alemania pudo encontrar en España lo que el Reino Unido y Francia le negaron en otras partes”, escribe Barbieri, aludiendo a los impedimentos a la posesión de colonias impuestos al país centroeuropeo con la firma del Tratado de Versalles, tras la Primera Guerra Mundial. Con Hitler deführer, sin embargo, Alemania supo esquivar esas trabas, a través de esa relación imperial “informal” con países como España, país rico en aquello cuanto necesitaba el III Reich. A saber, minerales para su industria – hierro, cobre, piritas y wolframio – y productos agrícolas. De hecho, España “fue un ejemplo de libro” de la estrategia imperial que promoviera para Alemania Hjalmar Schacht, un miembro de la vieja élite de la República Weimar que siguió haciendo política a pesar del nazismo y en quien confió Adolf Hitler hasta mediados de 1937. Hasta entonces, “la economía nazi fue – mayormente – economía Schactiana”, se lee en el libro de Barbieri.
Este economista alemán acabó perdiendo relevancia en el engranaje del poder nacionalsocialista, en beneficio de Hermann Göring, que también ambicionaba responsabilidades relacionadas con la economía y alguien que, de hecho, terminó siendo ministro de Economía del Reich. Sin embargo, el esquema diseñado por Schacht para la relación germano-española duró hasta que el dominio de Alemania empezó a dar muestras de agotamiento debido a los muchos frentes abiertos con la Segunda Guerra Mundial. Además, una vez terminada la Guerra Civil en España, el 1 de abril de 1939, Franco dejó de estar necesitado de material bélico como lo estuvo en el verano de 1936.
Es más, una vez terminada la guerra en el suelo ibérico, Franco tardó poco en buscar cómo equilibrar sus relaciones económicas con los Aliados, aunque sin cortar los fuertes vínculos existentes con el III Reich. “Según datos de 1944, el 39,2% de las exportaciones españolas fueron a Alemania y otro 30% a los territorios alemanes ocupados”, recuerda Barbieri. De ahí que poco pudiera hacer el régimen franquista para maquillar su colaboración con las potencias del Eje tras la Segunda Guerra Mundial. Esa colaboración acabaría acarreando a España el aislamiento internacional y, en términos económicos, una autarquía que, pese a los nefastos resultados experimentados por el III Reich, el régimen franquista aplicó hasta 1959.