El silencio de Valente
En 1984 el poeta José Ángel Valente encontró en Almería el que sería su lugar hasta el final de sus días. O más bien, como a él le gustaba decir, el lugar le escogió a él mientras paseaba junto a su esposa Coral por la antigua medina de la ciudad. Esa casa fue para Valente el reino que conectaba, a través de la escalera de caracol, el cielo y el subsuelo, el universo y el ombligo.
Hace ya una década –tres años después de la muerte del poeta– que Coral Gutiérrez rechazó mejores ofertas y vendió al Ayuntamiento de Almería la casa junto con todo lo que a Valente pertenecía. La decisión no hacía sino cumplir su voluntad, pues pidió que a su muerte la vivienda se convirtiese en la Casa del Poeta, un espacio en el que los almerienses pudieran reencontrarle a él y a la poesía.
A pesar de ese acto de generosidad, y tras varias promesas de proyectos por parte del alcalde de Almería, Luis Rogelio Rodríguez-Comendador, a día de hoy la casa continúa cerrada. En su momento se planteó la creación de una fundación y la convocatoria de un premio literario bajo el nombre del poeta. Nada de esto medró.
Coral se muestra indignada, apenada e impotente ante lo que considera un drama, y para ella el proyecto solo puede ser “dejarlo todo, tal y como estaba en vida del escritor, y acoger recitales de poesía”. “Él quería un centro activo y no una casa-museo, le horrorizaban”, afirma. No hay mayor ruina que bajarle la voz a un poeta.