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Aznar y la violencia ajena

Seguro que se acuerdan, no fue hace tantos años: en un programa de Cuatro (antes de que se convirtiera en el 'low cost' de Telecinco) la reportera Marta Nebot le hacía una pregunta al presidente Aznar y éste le respondía con un elegante gesto viril: colarle un bolígrafo por el escote.

Anoche, el mismo Aznar y la misma reportera volvían a coincidir: él presentaba el primer volumen de su libro de memorias (o lo que sean) y ella iba como reportera estelar del programa de ARGH. Si don JoseMaría recordaba lo suyo con Nebot no lo sabemos, pero sí que sigue usando la misma táctica con las mujeres que preguntan lo que no toca: la inesperada invasión del espacio personal. Chungo. Mucho.

Del gesto de chulería del hombre partidario de la mujer/mujer poco tengo que decir que no se resuma en una arcada de proporciones mozárabes. Yo he venido aquí a hablar de otra de sus grandes virtudes expresidenciales: su capacidad para generarme un sentimiento de violencia ajena. Que es como la vergüenza ajena pero con chirriar de dientes y apretón de puños hasta lograr una elegante manicura francesa al natural a fuerza de impedir la circulación sanguínea a las uñas.

Es ver a Aznar y sentirme agredido. Es ver a Aznar tocándole la cara a Marta Nebot y enrojecer de ira violenta y sentir esa mano suya de gárgola conservadora en mi propio rostro encarnado. Es ver a Aznar e invadirme la violencia ajena, por persona interpuesta. Hay que reconocerle una enorme virtud: JoseMaría Aznar es la Anne Germain de mi mala hostia: allá donde esté flotando, aparece él, la invoca y mi peor yo se manifiesta para hablarme. En inglés, en el inglés de Aznar; cuánta violencia.

Seguro que se acuerdan, no fue hace tantos años: en un programa de Cuatro (antes de que se convirtiera en el 'low cost' de Telecinco) la reportera Marta Nebot le hacía una pregunta al presidente Aznar y éste le respondía con un elegante gesto viril: colarle un bolígrafo por el escote.

Anoche, el mismo Aznar y la misma reportera volvían a coincidir: él presentaba el primer volumen de su libro de memorias (o lo que sean) y ella iba como reportera estelar del programa de ARGH. Si don JoseMaría recordaba lo suyo con Nebot no lo sabemos, pero sí que sigue usando la misma táctica con las mujeres que preguntan lo que no toca: la inesperada invasión del espacio personal. Chungo. Mucho.