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Dudas sobre la tuberculosis bovina: alimentos seguros y una prueba eficaz pero mejorable
Madrid, 10 jun (EFE).- ¿Se puede comer la carne de vacuno con seguridad? ¿Se matan vacas por tuberculosis que luego no estaban infectadas? ¿Es fiable la prueba diagnóstica de la tuberculina?: son sólo algunos de los interrogantes planteados estos días a cuenta de la polémica generada en Castilla y León por la normativa para contener la tuberculosis bovina.
De una parte están los ganaderos más afectados, apoyados por algunas organizaciones agrarias y por la Junta de Castilla y León, que piden relajar la normativa porque entienden que, tras años de controles, ya no se conseguirán más avances y, por otra, los veterinarios, el Gobierno central y la Unión Europea que lo ven un peligro para la sanidad animal e incluso para la salud pública.
Los datos recabados por EFE y la consulta hecha al investigador y experto en tuberculosis del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC-Csic) de la Universidad de Castilla-la Mancha, Christian Gortázar, explican algunos de estos interrogantes surgidos.
PREGUNTA: ¿Puedo infectarme de tuberculosis comiendo carne de vacuno o bebiendo leche?
RESPUESTA: Los mecanismos de seguridad alimentaria hacen muy difícil la infección por consumir alimentos.
En 2021 (últimos datos disponibles), España analizó 92,7 millones de muestras de alimentos en busca de la bacteria de la tuberculosis Mycobacterium spp y sólo la detectó en el 0,01 % de las muestras.
Por eso en España la incidencia en humanos es muy baja: de unos 30 casos al año y afecta principalmente al ganadero en contacto directo con una res infectada (contaminación principalmente por vía aérea) o un matarife (contaminación si una herida abierta entra en contacto con alguna lesión infectada de la canal).
No obstante, el riesgo por alimentación no es cero y la fuente más probable es consumir leche y lácteos no pasteurizados, es decir, crudos.
P: A nivel ganadero, ¿cuál es su incidencia?
R: El 1,48 % de los rebaños españoles da algún positivo a la tuberculosis bovina (datos 2022), un porcentaje con ligeros incrementos y bajadas desde hace años pero muy alejado del 10 % que se rondaba a finales de la década de los 80 del siglo pasado antes de comenzar los programas de erradicación, según Cortázar.
País Vasco, Canarias, Galicia, Asturias, Murcia y Cataluña están libres oficialmente de esta enfermedad y, en cambio, la principal incidencia se encuentra en toda Extremadura y en comarcas de Sevilla, Córdoba, Málaga, Cádiz, Jaén, Huelva, Salamanca, Ávila, Segovia, Madrid, Ciudad Real, Toledo y Guadalajara.
P: ¿Qué pasaría si se flexibilizan las normas?
R: El problema está en el peligro de propagación de la enfermedad hacia zonas con baja o nula incidencia y, por lo tanto, la posibilidad de afectar a algunas de ese 98 % de granjas sin positivos.
P: ¿Por qué se ha focalizado el problema en Castilla y León?
R: Aunque hay otras zonas con incidencia similar en el país, en ese área se dan dos condiciones que hacen más difícil el control, como son la presencia de ganado en extensivo (mayor interacción con otro ganado y fauna salvaje que puede estar infectada) y las explotaciones fragmentadas, es decir, productores que suelen tener varias granjas distribuidas por el territorio o en pastos comunales, facilitando la interacción entre animales.
P: Los ganaderos que protestaron esta semana en Salamanca se quejan de los elevados falsos positivos en las pruebas hechas al ganado, ¿qué fiabilidad tiene la prueba de la tuberculina?
R: No hay datos que confirmen esos supuestos falsos positivos, porque cuando una res es enviada al matadero por dar positivo, en la granja no se confirma con ningún otro análisis, más allá de la inspección visual de la canal por parte del veterinario del matadero.
El problema está en que hay ganado positivo que llega al matadero sin haber desarrollado aún lesiones visibles de la enfermedad y eso lleva a pensar al ganadero que esa cabeza de ganado no estaba infectada, según el experto.
P: ¿Es rudimentaria esa prueba? ¿No hay otras opciones?
R: Este experto reconoce que aunque la prueba pueda ser “anticuada”, ha demostrado su validez para erradicar la enfermedad en zonas como Australia, Estados Unidos o “muchos” países europeos.
Es algo rudimentaria (una inyección intradérmica de antígeno de la bacteria para analizar la reacción cutánea) pero es que esta bacteria “es muy especial” porque genera pocos anticuerpos en sus fases iniciales por lo que es difícilmente detectable con una analítica de sangre al uso.
Detecta el 70 % del ganado infectado (tres cada 10, por lo tanto no se detectan), pero por eso en las zonas de más incidencia se hace la prueba a todo el ganado una vez cada seis meses para detectar esos falsos negativos.
La opción de la conocida PCR (búsqueda directa de la presencia de material genético de la bacteria) es compleja aún de aplicar porque requeriría coger una muestra de tejido linfoide o de pulmón para la biopsia.
P: ¿Hay vacunas disponibles para el ganado?
R: Sí hay vacunas disponibles pero en la Unión Europea se desaconsejan porque, aparte de que no tienen efectividad plena (“no son una bala de plata”, según Cortázar), el problema deriva en que en un saneamiento de vacas darían positivo tanto las infectadas como las vacunadas, sin posibilidad, por el momento, de distinguir entre unas y otras, aunque hay investigaciones científicas en Reino Unido que están tratando de conseguirlo.
P: ¿Qué otras medidas preventivas son de interés?
R: El ganadero puede reducir las posibilidades de contagio en su ganado con medidas preventivas como mallados para evitar la entrada de fauna salvaje en su explotación y todas aquellas acciones de bioseguridad para que los contactos entre animales silvestres y domésticos no sean frecuentes.
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