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Más cierre social con mayor igualdad educativa

La clase directiva y profesional experta suma el 22% de los adultos españoles y presenta una elevada herencia o reproducción de clase del 60%. Es decir, seis de cada diez padres directivos y profesionales logran que sus hijos se enclasen también como directivos y profesionales en España. Es uno de los resultados de nuestro estudio “Educación y movilidad social en España” que nos encargó la Fundación Encuentro (2012). Un 60% de reproducción de clase viene a corroborar la tesis weberiana del cierre social por arriba (Parkin, 1979). Sobre todo si tenemos en cuenta que la media europea es del 49% de cierre clasista, poniendo en evidencia la mayor rigidez y herencia social por arriba del modelo español de estratificación. La desventaja en España de nacer como hijos de obreros en comparación con los países europeos se puede consultar aquí.

Entre los años noventa y el 2006 se consolida la era posindustrial y global con una economía terciaria y quinaria que consolida el cognitariado profesional como núcleo laboral hegemónico. El cognitariado es una de las múltiples expresiones que reciben las clases profesionales expertas en la era creativa, expresiones que han sido bien recopiladas por Richard Barbrook. Nuestra pregunta es si en la última década y media, ha aumentado o disminuido el cierre social entre la clase profesional experta. Para responderla haremos una comprobación cross-sectional de la movilidad de entrada a la clase profesional en España con datos de 1991 (Carabaña, 1999) y nuestros datos para la Fundación Encuentro que proceden de una encuesta del CIS (2006).

Tabla 1. Porcentaje de entrada a la clase profesional experta (I-II) según origen social en 1991 y en 2006 (hombres)

En 1991, el 50% de los hijos varones de la clase experta I-II lograban enclasarse también en la clase experta I-II. Pero en el 2006 ya se elevan hasta el 65%. En este período 1991-2006 de consolidación del bienestar son las propias clases directiva y profesional las que refuerzan su cierre y privilegio ganando 15 puntos absolutos a distancia de los 9 puntos de acceso que ganan los hijos de la pequeña burguesía y a mayor distancia del resto de orígenes sociales. Entre las clases obreras son los hijos de jornaleros agrarios (VIIb) quienes mejoran 7 puntos su tasa de entrada a la clase experta I-II mientras que el resto de las clases obreras (V-VI-VIIa) tan solo ganan 4 puntos. No disponemos de los datos femeninos de 1991 pero, aun con diferencias, es probable que hayan seguido una pauta similar.

El mayor cierre y reproducción de la clase experta I-II va camino de convertirse en una lógica de casta, reforzada también con el emparejamiento selectivo y la homogamia de clase y estudios. Es decir, hijos de padres profesionales que se acaban enclasando como profesionales y se casan con otros/otras profesionales universitarios. Por ello, algunos autores han hablado de la “nueva casta de clase media” que problematiza y enquista la dualización social y cultural.

La paradoja es que el mayor cierre social de la clase experta I-II coexiste con la mejora de la igualdad de oportunidades educativas. Desde Boudon (1978) sabemos que es una paradoja esperable. Una mayor igualdad educativa puede no traducirse en mayor igualdad o equidad social puesto que son dos lógicas independientes aunque conectadas. Para reducir la rigidez clasista de la estructura social, la equidad educativa es una condición necesaria pero no suficiente y sus logros temporales pueden evaporarse si no son sistemáticos y de largo plazo.

Al medir la desigualdad relativa de hombres y mujeres en el logro universitario y en el acceso a la clase experta I-II, se constata que la primera ha ido reduciéndose y la segunda ha ido en aumento. Los títulos universitarios se han democratizado mientras el logro profesional se ha convertido en más cerrado y adsriptivo, tal y como muestra el gráfico.

Gráfico 1. Desigualdad relativa de logro universitario y de acceso a destinos profesionales (clase I-II) por cohortes de nacimiento entre las clases sociales de arriba (I-II) y abajo (VI-VII) En odd-ratios (cuanto más próximos a 0, mayor igualdad y a la inversa)En odd-ratios (cuanto más próximos a 0, mayor igualdad y a la inversa)

Entre los nacidos entre 1942-46 (no salen en el gráfico), los hijos/as de orígenes expertos I-II tenían 12,75 veces más probabilidades de lograr un título universitario respecto a los hijos/as de clases obreras VI-VII. Esta fuerte desigualdad se reduce drásticamente en la siguiente cohorte 1947-51 y sigue bajando hasta una disparidad de 5 a 1 en la cohorte 1962-66. La mejora de la igualdad de oportunidades educativas sigue su curso hasta que en la cohorte más joven de nacidos/as entre 1977-81 se llega a un diferencial de 3,47. En suma, el logro de títulos universitarios se ha democratizado pero sin que ello suponga en paralelo la igualación de accesos a los destinos de clase experta (I-II).

El enclasamiento en la clase experta I-II entre los hijos de los extremos de arriba (I-II) y abajo (VI-VII) ha ido desigualándose de forma lenta pero constante entre los nacidos/as entre 1962-1976. Pero es en la cohorte más joven nacida entre 1977-81 cuando se dispara la desigualdad de logro profesional pasando a una disparidad de 5,78 a 1 en favor de los hijos que proceden de orígenes sociales altos (I-II). Unos títulos superiores más equitativos se acaban traduciendo en una mayor adscripción y herencia social.

En la cohorte más joven y mejor formada se incrementa el coste de estatus y aún con más equidad educativa vuelve a prevalecer la ventaja de un mayor origen social. Es una tendencia adscriptiva ya advertida (Grusky, 1984) por la creciente devaluación de títulos superiores en especialidades poco selectivas (humanidades, periodismo, educación, etc). Pero ahora la tendencia adscriptiva se agrava por el mayor filtro a la hora de contratar que ejercen las empresas y el mercado laboral en base a competencias, privilegiando un curriculum oculto de cualidades, lenguajes y saberes adquiridos por orígenes culturales, redes sociales y habitus de clase. En igualdad de titulación se anteponen, de nuevo, los orígenes adscriptivos y sus ventajas.

Por tanto, la expansión y equidad educativa no ha hecho más interclasista el acceso a la clase directiva y profesional (I-II). Más bien al contrario, ha prevalecido la estrategia de cierre social familiar entre “la casta de clase media” en paralelo a la expansión neoliberal y de individualismo posesivo consolidada desde los años noventa hasta ahora. Si con estos datos del 2006 ya se perfilaba un escenario de rigidez y dinámicas de cierre social entre los extremos de la pirámide social, las políticas de gobierno de la actual legislatura de Mariano Rajoy (2011-2015) no harán sino acelerar el aumento de desigualdades y cierres sociales. Más desigualdad y más polarizada, y lo que es peor, más cerrada y rígida.

La socialdemocracia y la izquierda en general han ignorado la paradoja analizada conformándose con la mejora de la igualdad educativa aunque en paralelo se disparaba el cierre social por arriba. Ahora los desafíos se acumulan y se hacen más complejos. Derivar sobre la escuela y el sistema educativo el titánico esfuerzo de resolver unas desigualdades más cerradas es sobrecargarla de una función que no puede cumplir por sí sola. Es hora de formular políticas de movilidad social que frenen la herencia adscriptiva como una estrategia transversal, multi-departamental y multi-nivel. Algo inédito, complejo y sutil que la socialdemocracia y la izquierda española siguen ignorando.