Pasados los primeros días de bochorno e indignación, podemos extraer algunas consecuencias que ayuden a poner en claro lo que no debemos volver a hacer y a resituar nuestras prioridades.
Primera evidencia: Organizar unos Juegos Olímpicos no es una necesidad, ni siquiera una prioridad. Menos aún para un país embarcado en el desmantelamiento de derechos básicos, de puestos de trabajo, de estructuras de ciencia e investigación, porque “no tenemos dinero” para garantizarlos.
Preguntas: Por mucho que nos haya molestado la admonición de la vicepresidenta del COI, ¿a alguien le parecería lógico que Detroit organizara unos juegos? ¿Está Madrid, en términos de su deuda -convenientemente trabajada por el Sr Ruiz Gallardón-, tan lejos de Detroit? ¿Puede y debe organizar los juegos un país en el que un porcentaje nada desdeñable de sus colegios deben abrir en verano para asegurar que a su vez un considerable número sus niños tengan garantizada una alimentación suficiente?
Más preguntas: ¿Un país en el que los recortes en educación son brutales se puede permitir invertir en deporte de élite como prioridad? Dicho de otro modo, ¿cuál es nuestra prioridad: sacar pecho con medallas olímpicas o conseguir que los niños, los adultos y los ancianos practiquen deporte con instalaciones y profesorado adecuado?
Segunda Evidencia: el COI y sus Juegos no obedecen a una lógica de excelencia deportiva, sino de negocio, quizá el más importante negocio global en términos coste/beneficio, porque lo que pone el COI no tiene ninguna proporción con lo que obliga a que le proporcionen los aspirantes y, no digamos, los organizadores de los Juegos. Ese beneficio (hacer caja y recibir privilegios), es lo que les que interesa a un buen número de sus 103 miembros, una buena parte de los cuales son un club de comisionistas y pícaros que avistan el negocio que los Juegos suponen para constructoras, cadenas hoteleras, etc.
Preguntas: ¿Qué tipo de negocio es lo que llaman “espíritu olímpico” y “modelo de los juegos”? ¿Tiene cabida en ese modelo algo remotamente parecido a la austeridad o eso es justamente lo contrario del nudo del negocio? ¿Qué es el COI (y el COE)? ¿Quiénes forman parte de él y por qué? ¿Cuáles son sus extraordinarias capacidades y aptitudes para poder juzgar sobre la complejidad de unos Juegos?
Tercera evidencia: los Gobiernos (y una parte de los medios de comunicación no carecen de responsabilidad en ello) siguen jugando a un viejo juego, el de tapar su déficit de legitimidad a base de pan y circo. El argumento de la capacidad de ilusionar y movilizar con los Juegos a un país sin pulso, deprimido, es otra versión falaz del panem et circenses…Sin desconocer el mérito de los deportistas, las selecciones olímpicas son en buena medida el último refugio de la soberanía trasnochada y del chauvinismo
Preguntas: ¿Cuales son las prioridades del Gobierno Rajoy, del Gobierno de la comunidad del Madrid, del Ayuntamiento presidido por la Sra. Botella? ¿Cuál ha sido el papel y la responsabilidad de las diferentes administraciones públicas en la estrategia de la candidatura? ¿Por qué buena parte de los medios de comunicación han jugado a ese juego, prestándose al engaño con lamentable seguidismo, si no servilismo?
Cuarta evidencia: la estructura del sistema deportivo español está bajo sospecha.
Las respuestas oficiales de los representantes “olímpicos” españoles, pero antes de las autoridades deportivas ante las sombras de dopaje y corrupción, son manifiestamente insuficientes. El compromiso de esas instituciones en la lucha por un deporte limpio parece manifiestamente mejorable.
Quinta evidencia: todo esto no ha sido gratis.
Preguntas: ¿Qué se ha gastado y por qué? ¿Qué fastos, uniformes, zapatos, viajes, alojamientos y fiestas para al menos la “comitiva de la ilusión, esto es, 180 personas? ¿Qué gastos se han llevado a cabo –inútilmente- a los largo de estos años en tareas de lobby?
Qué responsabilidades: ¿de quiénes y de qué tipo? Ya tarda en dimitir el COE y el Secretario de Estado. ¿Y qué decir Ministerio de Exteriores? ¿Dónde queda el supuesto prestigio la marca España y sus pregoneros? ¿Cómo sostener aquello del rey como gran embajador (y del príncipe, en su caso)?
Sexta evidencia: no pasará nada. “Lo hemos hecho tan bien que mejor era imposible”. “no es la hora de explicaciones” (Rajoy dixit). La culpa es de alguna conspiración.
Pregunta: ¿Alguien asumirá la responsabilidad y dimitirá? Alguien entre los muchos incompetentes que han llevado adelante este disparate, que prepararon tan mediocre presentación –publicistas y asesores de imagen incluidos (habrá sido el Sr Aznar el asesor de imagen de la Sra Botella) ¿Será despedido? ¿Es o no imaginable que durase cinco minutos en una empresa que hubiera sufrido un fracaso semejante –no sólo de honra, también económico- alguien como el presidente plagiario o la castiza alcaldesa?