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La banca y el compromiso social
La banca española es, tras la de Irlanda, la segunda del mundo que peor reputación tiene. La European Systemic Risk Board, en su informe de junio de 2015, muestra una preocupante caída en la imagen de los bancos españoles, al pasar del 31% en 2009 al 16% en 2014. Según la Autoridad Bancaria Europea, el 97% de los grandes bancos se han visto envueltos en litigios por malas prácticas y el 55% ha tenido que pagar más de 100 millones de euros por compensaciones. Manipulación de los índices de referencia del dinero, acuerdos colusivos para repartirse el mercado, colocación masiva e indiscriminada de productos financieros engañosos y de gran riesgo y abusos en las comisiones por servicios financieros son los casos más destacados.
La caída de la reputación bancaria en Europa ha coincidido con la crisis financiera y con la reestructuración del sistema financiero. La UE ha buscado incrementar la capitalización de los bancos mediante inyección de dinero público a través del Banco Central Europeo, además de las ayudas directas y los rescates. Esto, lejos de mejorar la reputación bancaria la ha empeorado, pues los ciudadanos lo han visto como un derroche económico a pagar entre todos.
Las malas prácticas bancarias han sido posibles, en parte, por los fallos en la supervisión y el control de las autoridades monetarias. Aunque el Banco de España no lo ha reconocido, el comportamiento no ético de los bancos ha sido permitido e incluso escondido. Y poco o nada se ha aprendido de la crisis y de los comportamientos abusivos de los bancos. La Autoridad Europea de Valores y Mercados muestra su preocupación porque los bancos puedan colocar de manera masiva como inversiones seguras los títulos de deuda anticrisis (de elevado riesgo) que han ido acumulando para cumplir con las exigencias de la UE.
En España, las medidas basadas en el aumento de la dimensión mediante fusiones bancarias han incrementado aún más la concentración del sistema financiero, pues apenas seis entidades dominan más del 95% de los depósitos. Además, con la desaparición de las cajas de ahorros, se ha consolidado un modelo de banca de gran dimensión y especulativo, más propenso a actividades financieras de mayor riesgo, que no le resulta rentable financiar a la economía productiva.
La diversidad financiera que propone la UE como condición necesaria para garantizar un sistema financiero sano y seguro está en peligro en España, lo que supone: 1. El aumento del riesgo sistémico, al crear bancos de grandes dimensiones que de caer tendrían graves consecuencias para el conjunto de la economía, lo que obligaría a nuevos episodios de saneamientos y rescates bancarios. 2. La concentración del sector perjudica a los consumidores, que ven reducidas sus opciones de elección y quedan sometidos al poder de los grandes bancos, que seguirán cometiendo abusos y malas prácticas.
En el contexto apuntado, la aplicación de códigos éticos por los bancos podría ser un revulsivo para la mejora de su reputación. La ética empresarial incluye pautas de comportamiento y conductas que benefician o perjudican a la sociedad; pautas que han de ser coherentes con los valores y principios humanos (respeto, tolerancia, justicia, igualdad...).
La ética ha estado alejada del sistema financiero y del comportamiento de la banca; muchos señalan que ética y banca son un oxímoron, dos conceptos contrapuestos. Sin embargo, la introducción de valores éticos puede repercutir positivamente en sus cuentas de resultados, al mejorar la satisfacción de sus clientes y su grado de fidelización. Cada vez más clientes buscan bancos con criterios éticos, lo que explica el crecimiento espectacular que están teniendo bancos como Triodos Bank o Fiare Banca Ética. El cliente bancario ya no sólo se fija en el precio del dinero y el pago de comisiones; le interesa saber qué hacen los bancos con su dinero y se preocupa porque no se utilice para fines poco éticos (blanqueo de dinero negro, financiación de empresas de armamentos, financiación de empresas que emplean mano de obra infantil…), sino para fines sociales (protección del medio ambiente, inversión en energías renovables, creación de empresas sociales…).
Compromiso con la sociedad
La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) forma parte de la reputación empresarial e influye en su mejora. Ahora bien, la RSE no puede ser el objetivo final, sino su punto de partida. Es una condición necesaria pero no suficiente para garantizar un cambio real y efectivo en el comportamiento de los bancos. En primer lugar, hay que separarla de acciones de marketing o estéticas; es más que eso, aunque su implantación puede repercutir positivamente en su imagen y puede traducirse en un incremento de su rentabilidad. La RSE ha de ser un compromiso real con el entorno y la sociedad. En segundo lugar, la RSE tiene una doble dimensión, interna y externa.
Externamente, además de las impactantes acciones de patrocinio de actividades culturales, deportivas, y artísticas, que apenas suponen un pequeño porcentaje de los sustanciosos beneficios económicos que obtienen, los bancos han de hacer un serio esfuerzo por implantar la transparencia. La transparencia es la asignatura pendiente de la banca y su carencia sustenta el fraude fiscal, el blanqueo de dinero negro y las evasiones de capitales, entre otros delitos fiscales y económicos. Algunos bancos son sostenedores/creadores de los paraísos fiscales y del uso de éstos por parte de sus clientes. La implantación de la transparencia en los bancos debería traducirse en el acceso a información relevante como el sobreendeudamiento de los clientes, los niveles de exclusión financiera a familias, trabajadores autónomos y pymes, número de desahucios producidos por impagos hipotecarios y personas afectadas, volumen de productos tóxicos colocados a clientes y sus efectos, cantidad de inversiones especulativas en deuda pública y en alimentos y materias primas, financiación de empresas armamentísticas, de sociedades que utilizan niños para fabricar sus productos y de compañías que agreden el medio ambiente, entre otros.
Otro eje clave en la dimensión externa es la inversión socialmente responsable. En este sentido, se debería considerar como axioma básico de cualquier banco (ético y no ético), el compromiso con la financiación de la economía productiva dejando de lado las actividades especulativas. Su verdadero cometido debería ser la concesión de préstamos y créditos a las empresas que generan actividad económica en el territorio. Muchos bancos que han recibido liquidez del Banco Central Europeo durante la crisis financiera, lejos de financiar actividades productivas, se han dedicado a la compra de deuda pública. Las operaciones especulativas que realizan los bancos (como actividades de trading o compra y venta de valores, bonos y otros activos financieros), de gran rentabilidad, tendrían que estar prohibidas o cuando menos ser transparentes y estar gravadas con una tasa (tasa Tobin).
La dimensión interna de la RSE tiene su influencia en las políticas de recursos humanos. Debe incluir acciones relacionadas con la situación de los trabajadores y con sus condiciones laborales y el ambiente y clima de trabajo. Las escalas salariales, que en los grandes bancos llegan a ser de 1:370, en la banca ética se sitúan en 1:10 y en algunos bancos cooperativos en 1:4. Las retribuciones variables (bonus) y las opciones sobre acciones forman parte de los sistemas retributivos de los bancos, son métodos no éticos para incentivar y motivar a sus trabajadores.
Algunos aspectos son poco cuidados: los sistemas de decisión participativos, la igualdad de género y de cualquier otra condición y la conciliación. Una contratación responsable debería potenciar el empleo estable y de calidad y eliminar los contratos temporales. Sin embargo, la destrucción de empleo ha sido otra de las características de la banca. Mediante ERE de dudosa legalidad, desde 2008 han despedido a más de 75.000 empleados, lo que representa un tercio del total de la plantilla del sector.
En tercer y último lugar, la RSE ha de formar parte de una estrategia más amplia de compromiso social. Aquí es donde se hace necesario plantear en qué términos se debería abordar la reforma del sistema financiero. El problema de fondo de los bancos no es la falta de capitalización, como pretenden las autoridades financieras, sino un problema de gobernanza y falta de transparencia. Las empresas en general y los bancos en particular deben gobernarse con criterios profesionales y con criterios éticos, pues viabilidad económica y ética son compatibles. Así, los bancos tienen que dotarse de un sistema de gobierno corporativo que garantice un funcionamiento profesional y responsable, centrando su negocio en la captación de depósitos destinados a financiar la economía productiva mediante préstamos y créditos concedidos de acuerdo con una gestión profesional y controlada del riesgo y eliminando las operaciones especulativas.
La Economía del Bien Común (EBC) puede ser un referente para la gobernanza de los bancos. Según la EBC, las empresas han de elaborar un Balance del Bien Común, a través del cual se determina su grado de compromiso desde el punto de vista de la responsabilidad social y de la ética. En este sentido, los bancos deberían comenzar a introducir la EBC en su funcionamiento y estructura. La mayoría de bancos éticos y de banca social (bancos cooperativos) ya lo hacen, y los bancos convencionales deberían también comenzar a implantarla. Sólo así podrán desarrollar una estrategia de sostenibilidad creíble por los ciudadanos y la sociedad y comenzar a recuperar su reputación.
Joan Ramon Sanchis Palacio es catedrático de Organización de Empresas de la Universidad de Valencia.
Vanessa Campos i Climent es profesora de Organización de Empresas de la Universidad de Valencia.
[Este artículo ha sido publicado en el número 53 de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
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