“No es la Iglesia española, sino la política española la que es más papista que el Papa”
El periodista Ángel Munárriz (Cortes de la Frontera, Málaga, 1981) se ha pasado más de un año buscando facturas de la Iglesia Católica en España. Algunas de ellas no existen, otras existen pero están poco visibles. La mayoría de las cosas que ha ido encontrando las ha publicado en sus artículos de Infolibre, donde actualmente trabaja, pero el relato total de la investigación se lo ha guardado para recogerlo en un libro: Iglesia S.A. Dinero y poder de la multinacional vaticana e España, de la Editorial Akal.
El libro lleva semanas en las estanterías, ha ocupado un tiempo en el puesto del más vendido en Amazon, y su autor se mueve por el país -como si fuera un candidato más a las elecciones generales- promocionando su obra. Aún no lo ha hecho en Sevilla, donde reside, porque esperará a que pase la Semana Santa.
Una de las tesis de su libro es que una Iglesia fuerte hace un Estado débil, dependiente de una Iglesia fuerte. Un círculo vicioso. ¿El Estado español está preparado para vivir sin depender de la Iglesia Católica?
Hombre... En la medida en que una parte de lo servicios sociales y de atención educativa están en manos de la Iglesia, si ésta se retirase ahí habría un déficit. Toda la red de colegios concertados no se puede extirpar del sistema público sin dejar un vacío importante. Pero el planteamiento correcto es el contrario: ¿Esos colegios podrían subsistir sin los conciertos educativos, como red privada? No. Si el Estado dedicara los 6.000 millones de euros al año que destina a los conciertos a la red pública, la escuela pública se fortalecería.
Usted habla de la Iglesia como una empresa que vive a costa de lo público. Así contado no parece muy excepcional en un país en el que nueve de cada diez negocios son pymes. Quizá lo excepcional es el tamaño de esa “multinacional vaticana” y el volumen de recursos que “succiona”.
La Iglesia recibe del Estado 250 millones de euros limpios al año para sus gastos, eso es un hecho diferencial. El otro es el peso singular que tiene esta institución en la educación, la sanidad y los servicios sociales de este país. La Iglesia como foco de irradiación ideológica que condiciona la vida pública y la política de los gobiernos no tiene parangón con ninguna otra empresa a excepción, quizá, de la banca.
La Iglesia siempre gana es uno de las conclusiones del libro...
Siempre se las apaña para ganar, sí, igual que la banca. La otra conclusión es que sin el Estado la Iglesia no podría subsistir. La fórmula que el clero ha elegido para sobrevivir al proceso de secularización y la pérdida de influencia del púlpito no es ampliar los recursos para la seducción hacia los no convencidos -que es un poco hacia donde apunta este Papa- sino un aferramiento a los privilegios que tiene a nivel institucional. La Iglesia ha optado por hacerse fuerte allí donde ya es fuerte: en la educación, en la universidad, en la business school y cerca del dinero y del poder, sobre todo en Madrid, vinculada a fundaciones, organizaciones caritativas, etc.
Es una lectura muy conservadora: la Iglesia vive de la sociedad, pero no tiene que rendir cuentas ante ella ni ampliar su campo de influencia, porque el Estado garantiza su status quo. ¿Así lo ve usted?
Es que la Iglesia no le habla ahora mismo a toda la sociedad, a pesar de que vive de ella. Esto en parte se solucionaría si de verdad la Iglesia avanzase hacia la autofinanciación como dicen los Acuerdos del Estado y la Santa Sede del 79. La Iglesia ha incumplido los acuerdos del 79; es verdad que ahí no vienen plazos, pero sí se dice que avanzará hacia la autofinanciación. Y no lo han hecho.
Hay quien defiende que esa autofinanciación deviene, en parte, de quienes marcan la X en la casilla de la Iglesia en su declaración de la renta...
Sí, pero ese discurso es, por decirlo generosamente, equívoco. El que marca la X no pone más de su bolsillo para la Iglesia, sino que hace que yo lo ponga. Entonces, todo el discurso de la autofinanciación se cae y una Iglesia que vive del Estado no puede arrinconarse tanto ideológicamente y prescindir de hablarle a una parte de la sociedad, e incluso, hablar contra una parte de la sociedad.
De los famosos acuerdos del Concordato con el Estado español, usted escribe que son “democráticos, sólo formalmente” y “dudosamente acordes con la aconfesionalidad” que establece la Constitución...
Lo defiendo totalmente. Esa negociación entre España y la Santa Sede se inicia a finales de los años 50, mucho antes de que existiera la hipótesis de una Constitución. Y desembocan en los acuerdos del 79 por una cuestión táctica, porque habría sido inaceptable que se firmasen enteramente antes de la Constitución.
Este país ha estado muchos años gobernado por el PSOE y esos acuerdos nunca se han revisado profundamente.
Nunca.
Cuando el PSOE ha estado en la oposición y atravesaba una crisis de identidad, siempre ha sacado a relucir el tema, prometiendo revertir la relación entre el Estado y la Iglesia...
Y es lo que más aplausos provocaba entre el público socialista, ¿no? Esto a nivel matemático es fácil: la mitad del Congreso más uno vota derogar esos acuerdos y el Gobierno le manda un telegrama al Vaticano. Ahora, a nivel político, es un gesto de hostilidad del Estado español con la Iglesia que ningún Gobierno se ha atrevido a asumir. Hay una PNL tan vigente como la de exhumar a Franco del Valle de los Caídos que dice denunciar el Concordato, o sea, que habría mayoría parlamentaria. Pero a la hora de ordenar sus prioridades en esta legislatura, Pedro Sánchez ha puesto todas las fichas en la casilla de la exhumación de Franco. Matemáticamente es más fácil denunciar los acuerdos del Concordato con la Santa Sede que pasar por el infierno administrativo que implica exhumar a Franco. Políticamente es bastante más complicado generar una crisis diplomática con el Estado Vaticano en un país católico.
En su libro trasluce cierta impotencia por no poder calcular hasta dónde llega el patrimonio real de la Iglesia en España.
¿Cómo determinas las propiedades de una institución que son más de 40 instituciones? Y no son empresas, aunque funcionen como tal, no tienen la obligación de estar inscritas en el registro mercantil, no presentan balance de cuentas... ¿Cómo saber si cuatro apartamentos del edificio diocesano de Cuenca se han quedado sin uso y el cura los tiene en alquiler? Ni lo sé ni lo puedo saber. Pero todo eso se está levantando, por ejemplo, cuando vemos todos los inmuebles que la Iglesia ha inmatriculado. Y que en algunos casos luego ha vendido, como en Grijota (Palencia), donde el pueblo cedió una casa gratis al cura, para que viviera allí mientras estaba destinado, y la Iglesia inmatricula esa propiedad y luego la vende, sacándole beneficio.
Usted sigue el rastro de esas propiedades de la Iglesia a través de los listados de bienes exentos del IBI que dan los ayuntamientos, cuando los dan...
Cuando los ciudadanos lo piden y los ayuntamientos lo dan, exacto. Normalmente esos ciudadanos pertenecen a alguna ONG laica o similar. Y aún así no es fácil encontrarlos y la Iglesia tampoco hace públicas esas propiedades en su apartado de transparencia.
El Papa Francisco, en su entrevista con Jordi Évole, cuestionó las exenciones del IBI que se producen en España por bienes de la Iglesia que carecen de uso religioso. En eso el Papa coincide con su libro...
Es que no tiene justificación. Incluso en Italia lo han visto ya y lo cambió el tecnócrata Monti por motivos estrictamente recaudatorios. ¿Dónde están los liberales en España? Si no quieres cambiar eso por motivos religiosos, al menos invoca razones recaudatorias.
¿Cree que la Iglesia española es más papista que el Papa?
Eso no sería un problema, que la Iglesia española fuera más papista que el Papa. ¡La política española es más papista que el Papa! Con todo respeto, yo no sé si el Papa es consciente de todas las implicaciones de lo que dijo en esa entrevista. Si viene aquí a España y dice que sólo deben estar exentos del IBI los bienes religiosos y para el bien común, se está dejando fuera las viviendas de los sacerdotes, la pastelería monjil, la tienda de souvenirs, el local que alquila a Inditex... Pero es más, el Papa dijo que el colegio concertado si cobraba “aranceles” -que no sé a qué se refería- también tendría que pagar impuestos.
¿Qué significaría eso?
El Papa ha ido más allá que el programa electoral del PSOE al pedir a la Iglesia española que pague el IBI por sus inmuebles no religiosos. ¿Esto se entiende, no? Si realmente está abriendo la puerta a que los colegios concertados religiosos paguen el IBI, el Papa está yendo mucho más allá de lo que ha ido el PSOE o de lo que fue Carmen Calvo cuando, después de reunirse con Pietro Parolin en el Vaticano, dice que hay que ajustar el modelo a la fórmula italiana. Es decir, el Papa ahora mismo es el menos papista... (risas) Y aquí, el silencio sepulcral de la Iglesia y de todos los partidos políticos con el que ha sido recibido ese anuncio de Francisco. Calvo anunció una reforma fiscal para que la Iglesia pague el IBI en los inmuebles de los que hace aprovechamiento económico. Tremendo. Eso fue en octubre, a día de hoy, nada. Presidencia, cero. Hacienda, cero. Conferencia Episcopal, nada.
El Papa dijo que en el confesionario pregunta a sus fieles si pagan impuestos.
Para mí son razones recaudatorias, pero si el Papa además le añade el componente moral o religioso, perfecto. Pero más allá de la obligación recaudatoria, está también la obligación de transparencia que ahora mismo la Iglesia no cumple ni el Gobierno le exige. Si la Iglesia vive de lo público, lo menos es que se le haga un examen a fondo por parte del Tribunal de Cuentas, como a cualquier institución. Y que justifique lo que hace con el dinero del IRPF, más allá de presentar un PDF puramente propagandístico, donde sólo pone énfasis en su labor social, que nadie pone en duda. Eso sí quiero remarcarlo, nadie pone en duda la labor social de la Iglesia.
En el libro, usted dice que la renuncia de la Iglesia a recaudar el IVA es “un camelo”.
Hombre, la Iglesia presentó como renuncia lo que ya era una imposición de Europa. Y el Gobierno de España presentó como un quid pro quo con la Iglesia lo que, en realidad, fue un cumplimiento de una directriz europea gracias a una denuncia del Partido Radical Italiano.
Fue el Gobierno de Zapatero, en 2006, el que vendió ese acuerdo: la subida del 0,7% de financiación a la Iglesia a cambio de la supuesta renuncia al IVA por parte de la Iglesia...
Que se tradujo en una mayor recaudación de fondos públicos para la Iglesia gracias a un Gobierno de izquierdas. Diez años después, el Gobierno le da 100 millones más a la Iglesia. Con todo, le digo que es injusto el sambenito de que la Iglesia recibe más con el PSOE que con el PP. Es más noticioso, porque uno hace campaña con el puño en alto y otro no. El PSOE siempre ha evitado la confrontación directa con la Iglesia, pero ha encarado políticas sociales que desagradan a la Conferencia Episcopal. La Iglesia está más en su salsa con el PP, aunque siempre juega a dos barajas. La Iglesia ya no es roca, es agua, permea y llega a todas partes. Con el PP, por ejemplo, conquista más suelo público para escuelas privadas concertadas religiosas en Madrid.
Viviendo usted en Sevilla, puede que lo más transgresor de su libro sea el capítulo en el que denuncia la financiación de las cofradías sevillanas mediante la privatización del espacio público...
Tema complicado.
Y no necesariamente religioso.
Para nada. Que la Semana Santa es un fenómeno exclusivamente religioso es algo que defienden los capillitas y los anticlericales de libro. Ahí se ponen de acuerdo. Y todos los que están en medio, que viven la Semana Santa como un acontecimiento en su memoria, en su familia, en su barrio, en su cultura...quedan ignorados en ese discurso restrictivo.
El libro se centra básicamente en las sillas de la Carrera Oficial.
Eso es, la financiación a través de las sillas para ver el paso de las cofradías, que es una apropiación del espacio público para una recaudación privada bastante curiosa. Sí, la coartada de la tradición y que es lo que se ha hecho siempre es lo que hace que la gente se encoja de hombros y la verdad es que no causa el menor escándalo en la ciudad. Pero, verá, la Semana Santa es un acontecimiento tan singular, que exponerla a la misma lógica que otros asuntos del libro, quizá sea pecar de demasiado estricto.