La pandemia ha sido y es una situación muy difícil para la condición humana. En situaciones de supervivencia, el egoísmo aflora en las especies. Se olvida todo aquello por lo que se lucha y lo que nos caracteriza o debe caracterizar como personas. Y lo hemos podido ver a la hora de acceder a las vacunas. Personas influyentes se han saltado la cola para poner el brazo, justificándolo además con las excusas más ridículas. Personas influyentes, políticos, altos cargos de la Iglesia...
Estas situaciones nos han indignado como personas, pero justificamos que los países compitan también por el acceso a las mismas. 130 países sin vacunar con respecto a diez que habían comenzado y se habían lanzado a una carrera para ser los primeros. Como creyéndonos que si nos salvamos sólo nosotros ya está todo solucionado, me remito a las primeras mutaciones de la misma y a su alta patogenicidad. De esta crisis o se sale juntos o no se sale. Todos/as estamos juntos en este problema de salud. Después de dar este dato de 130 países sin vacunas, al día siguiente, ya decían las noticias que quedaban sólo cuarenta. Asombroso.
El acceso a las vacunas no es solo cuestión de derechos humanos sino la única vía para frenar la pandemia.
El mecanismo COVAX, que busca garantizar que los países de renta más baja puedan acceder proporcionalmente a las mismas y que dispongan de vacunas diversificadas, puede ser una solución, pero hay muchos problemas en el punto final, ya que los países a los que llegue puede que no tengan un sistema sanitario eficaz ni una infraestructura logística adecuada de conservación, distribución y movilización de las vacunas. Necesitan, pues, recursos económicos.
Muchos países ricos que han invertido en investigación por las vacunas no están interesados en compartir estos conocimientos y tecnologías a través de la OMS
Desde Amnistía Internacional se pone de manifiesto que, si los países más ricos no se comprometen a un acceso global a las vacunas, se perjudican a sí mismos. Compartir un 5% de las vacunas es ridículo y, cuando menos, inaceptable. En la misma medida, la OMC (Organización Mundial del Comercio) propone varias medidas que hay que aplicar para facilitar la fabricación de vacunas por otros países y empresas, entre ellas la de suspender los derechos de propiedad intelectual durante la pandemia y compartir la tecnología conseguida.
Muchos países ricos que han invertido en investigación por las vacunas no están interesados en compartir estos conocimientos y tecnologías a través de la OMS. Hay algunos países que han propuesto la exención temporal de algunas disposiciones del Acuerdo sobre Aspectos de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC) que ayuden a los gobiernos a luchar contra esta pandemia. Por eso pedimos también que los derechos de propiedad intelectual no sean un obstáculo para cumplir con la salvaguarda de los derechos humanos.
Y a los gobiernos les pedimos que los grupos prioritarios, además de incluir a los trabajadores de la salud de alto riego, las poblaciones de mayor edad y aquellos con comorbilidades, incluyan a grupos étnicos, raciales, de género, religiosos, minorías sexuales, personas con discapacidades, personas viviendo de pobreza/asentamientos informales, personas refugiadas, desplazadas, solicitantes de asilo, grupos que no puedan aplicar el distanciamiento y trabajadores esenciales.
La COVID-19 es una crisis global y solo la resolveremos mediante la cooperación global. Estados y empresas deben garantizar el acceso a las vacunas a todas las personas que lo necesitan, independientemente de dónde viven, su identidad o lo que pueden pagar, teniendo en cuenta los obstáculos que enfrentan los grupos más vulnerables. Los Estados deben dar prioridad a la cooperación global frente al nacionalismo de la vacuna.
La pandemia ha sido y es una situación muy difícil para la condición humana. En situaciones de supervivencia, el egoísmo aflora en las especies. Se olvida todo aquello por lo que se lucha y lo que nos caracteriza o debe caracterizar como personas. Y lo hemos podido ver a la hora de acceder a las vacunas. Personas influyentes se han saltado la cola para poner el brazo, justificándolo además con las excusas más ridículas. Personas influyentes, políticos, altos cargos de la Iglesia...
Estas situaciones nos han indignado como personas, pero justificamos que los países compitan también por el acceso a las mismas. 130 países sin vacunar con respecto a diez que habían comenzado y se habían lanzado a una carrera para ser los primeros. Como creyéndonos que si nos salvamos sólo nosotros ya está todo solucionado, me remito a las primeras mutaciones de la misma y a su alta patogenicidad. De esta crisis o se sale juntos o no se sale. Todos/as estamos juntos en este problema de salud. Después de dar este dato de 130 países sin vacunas, al día siguiente, ya decían las noticias que quedaban sólo cuarenta. Asombroso.