Andalucía, dos legislaturas en una: PP y Vox cohabitarán en paz hasta ver si se necesitan tras las generales
La duodécima legislatura andaluza, que ha empezado este jueves con la sesión constitutiva del Parlamento, va a tener previsiblemente dos tiempos y dos escenarios políticos muy diferentes: el primer tramo del mandato durará hasta que finalicen todos los procesos electorales de 2023 -municipales, autonómicas y generales-; el segundo tramo, más largo y probablemente menos convulso, vendrá justo después.
De la primera parte de la legislatura ya se intuyen los movimientos y las estrategias de cada partido, esbozados en el Pleno celebrado este jueves: el PP de Juan Manuel Moreno quiere relativizar su mayoría absoluta -58 diputados que le permiten sacar adelante todas sus leyes en solitario- y buscar acuerdos transversales con la oposición, preservando el perfil “centrista y moderado” con el que triunfó en las elecciones del 19 de junio. Vox, en un giro muy significativo, ha empezado a caminar con un paso muy, muy distinto al de hace cuatro años, cuando se estrenaron en el Parlamento andaluz como socio indispensable del primer Gobierno PP-Ciudadanos.
Macarena Olona ha enterrado las estridencias habituales de su formación, el hacha de guerra y el tono beligerante con el que zarandeó a Moreno durante toda la campaña. La portavoz de Vox ha mutado a un registro más comedido y suave para presentarse como una “oposición leal”, “con la mejor de sus sonrisas”, y ha “tendido la mano” al PP en busca de una suerte de alianza estratégica con la vista puesta en las generales. Es la dirección marcada por su jefe de filas, Santiago Abascal, tendiendo puentes hacia Alberto Núñez Feijóo durante el debate del estado de la nación, hace unos días.
La sombra de las elecciones
Faltan diez meses para las municipales de mayo de 2023 que confirmarán si el resultado de Andalucía fue un cambio de ciclo hacia la derecha. Hasta entonces, las complejas relaciones entre PP y Vox se van a medir en tres escenarios distintos: en Castilla y León, donde conviven dentro del Gobierno; en Madrid, donde la ultraderecha apoya desde fuera al Ejecutivo en minoría de Isabel Díaz Ayuso; y en Andalucía, donde Moreno gobernará con mayoría absoluta, pero sin desligarse del todo de la ultraderecha. No tanto porque él necesite su apoyo aquí, como porque lo pueda necesitar Feijóo para entrar en Moncloa dentro de unos meses.
La sombra de las municipales y las generales también condicionará la oposición de un PSOE al que le interesa seguir retratando al PP de Moreno junto a la ultraderecha, como hizo con poco acierto durante la campaña. Los socialistas se han negado a ceder uno de sus dos miembros de la Mesa a la coalición Por Andalucía, como le pedía el PP para amortiguar la lectura política de una legislatura que arranca con un primer acuerdo entre Moreno y Vox. Está por ver si los de Juan Espadas se lo afean públicamente, de momento el jueves nadie torció el gesto.
A la izquierda del PSOE hay menos diputados que nunca, pero la incertidumbre es mayor. La coalición Por Andalucía, de seis partidos y cinco parlamentarios, estrena bancada incómoda por las tensiones propias de los pactos que firmaron sus integrantes antes del fracaso electoral: porque IU, Podemos y Más País tienen intereses económicos y políticos divergentes que ya están provocando roces internos por el reparto de las subvenciones, los asesores y los cargos públicos: el grupo parlamentario tendrá que funcionar con menos dinero y con menos personal del que habían previsto.
Además, cada uno de los partidos miembros ha empezado ya a ocupar posiciones dentro del espacio político que pretende representar la vicepresidenta Yolanda Díaz y su plataforma Sumar. La confluencia andaluza es un precedente, para IU y Más País positivo; para Podemos nefasto.
Por último, las dos diputadas de Adelante Andalucía se van a constituir en grupo mixto y su líder, Teresa Rodríguez, ha empezado desde el minuto uno a distinguirse como la única fuerza “de obediencia andaluza”, con el objetivo de lograr representación en el Congreso en las próximas generales.
Aguirre, presidente
La sesión constitutiva del Parlamento andaluz ha estado exenta de notas de color como cuando Podemos entró en escena en 2015, con sus camisetas, sus consignas y sus discursos humanistas ligados a la promesa del cargo de diputado. O como cuando Vox se estrenó en 2018, con alusiones a España después de jurar por el Estatuto de Autonomía andaluz del que abominan. Arranca la XII legislatura, la primera en 14 años con un Gobierno de mayoría absoluta, tan fragmentada como las últimas, pero con los ecos del bipartidismo que parece regresar a pasitos cortos.
Moreno ha presentado a sus 58 diputados en una imagen inédita, abrumadora, que ocupaba toda la escalinata de acceso al salón de Plenos. Es la imagen que retrata la victoria electoral del PP y el músculo de su nuevo grupo parlamentario, que controlará todos los órganos de poder en el Parlamento. El primero de esos órganos en conformarse ha sido la Mesa de la Cámara, que presidirá el hasta hoy consejero de Salud, Jesús Aguirre, un cargo que ocupan los populares por primera vez en 40 años.
Esta legislatura tendrá zamarreos externos hasta que pasen las generales pero, en general, la vida legislativa se antoja más suave que en el anterior mandato. Con la desaparición de Ciudadanos del arco parlamentario también desaparece el Gobierno de coalición. El vicepresidente de la Junta y ex líder regional naranja, Juan Marín, ocupó por última vez su escaño en la bancada verde del Ejecutivo, junto a los consejeros de su grupo que, salvo sorpresas, no repetirán.
La ex presidenta de la Cámara, Marta Bosquet, ya ocupaba un asiento en la tribuna de invitados. Telefoneó el miércoles a Aguirre para darle la enhorabuena y en los pasillos del Parlamento se lamentó de que le hubiese tocado “la legislatura de la pandemia”, que ha limitado mucho su margen de acción. “Yo intenté recuperar los villancicos de Navidad con todos los grupos -una tradición parlamentaria que se llevó la crisis de 2008- pero los portavoces se rajaron”, bromeaba.
También desaparece Vox como sostén externo del Ejecutivo de Moreno, y eso se va a notar bastante. La ultraderecha pasa de 12 a 14 diputados, pero su influencia en la agenda legislativa será significativamente menor. Cuando el Parlamento eche a rodar, el nuevo Gobierno tendrá que decidir si recupera, mantiene o deroga algunas de las medidas que PP y Vox negociaron en la pasada legislatura, y esclarecer si fueron imposiciones o si los populares son capaces de convivir con esas batallas culturales (el teléfono de la violencia intrafamiliar; el aumento del gasto en seguridad para centros de acogida a menores extranjeros no acompañados, etc...)
Nuevos roles
El presidente de la Junta en funciones ha rechazado de antemano que esto tenga que ser así. Moreno no quiere un PP que imponga su mayoría absoluta -prefiere denominarla “mayoría suficiente”-, no quiere una legislatura “de rodillo”, como criticó al PSOE durante sus muchos años de omnipotencia en el Gobierno, y ha pedido a su grupo que “desde el minuto uno” busquen acuerdos con la oposición para evitar sacar adelante leyes y decretos en solitario.
El mismo planteamiento ha hecho Jesús Aguirre en su primer discurso, tras jurar el cargo de presidente del Parlamento: “Debemos ser parte de la solución y no el problema, sobre todo, ahora ante una grave crisis económica. Espero que esta legislatura, tras cuatro años, se pueda calificar como la legislatura del diálogo y el acuerdo”, subrayó el ex titular de Salud.
Como ejemplo de ese “espíritu de generosidad”, el PP ha iniciado la legislatura cediendo uno de sus cinco miembros en la Mesa del Parlamento a Vox, que ha designado a su diputada por Almería, Mercedes Rodríguez, como vicepresidenta tercera. Olona, que será portavoz pero no presidenta de su grupo -puesto que recae en Rodrigo Alonso, uno de los más duros de Vox-, ha agradecido públicamente a Moreno que prescinda de “soberbia” y promete “mano tendida” desde la oposición. “No saben las ganas que tengo de hacer oposición con la mejor de las sonrisas y la mano tendida. Vengo de vivir todo lo contrario”, ha dicho, en referencia a su paso por el Congreso de los Diputados.
El nuevo rol de Olona, más pacífico y conciliador, no es sólo consecuencia de un resultado electoral muy por debajo de las expectativas de Vox: auguraron hasta 25 diputados y su entrada irrenunciable en el Ejecutivo andaluz. La alicantina tiene el cometido de Abascal de asentar las bases de una buena relación con el PP con la vista puesta en las generales, y la decisión de Moreno de regalarles un puesto en la Mesa del Parlamento parece querer dejar abierto ese puente de comunicación.
El entendimiento entre ambas fuerzas ha quedado patente, aunque es poco probable que el presidente andaluz prolongue las guerras culturales que Vox impuso a su anterior Gobierno, cuando dependía de los de Abascal para sacar adelante tres presupuestos autonómicos. Tanto Moreno como Olona han negado que detrás de la cesión de un puesto en la Mesa para Vox hubiera un acuerdo de los dos partidos para reformar los órganos de extracción parlamentaria, principalmente el Consejo de Administración de la RTVA y el Consejo Audiovisual.
El líder del PP ha explicado, erróneamente, que cualquier hipotética “contrapartida” no era posible porque entre ambos grupos no suman los tres quintos de la Cámara necesarios para elegir a los nueve miembros de ambos órganos, según el reglamento. En realidad, sí cuentan con esa mayoría -66 diputados de los 109-, porque PP (58) y Vox (14) alcanzan juntos los 72 escaños. Olona ha respondido que Vox no se ha prestado a ningún “mercadeo indigno”. “No ha habido ninguna contraprestación”, ha insistido.
Ahora el mayor interés del PP será buscar alianzas transversales, que incluyan a las fuerzas de izquierdas, en consonancia con su estrategia electoral que pasaba por ensanchar la base social del PP a costa de atraerse a votantes del PSOE (hasta un 17,5% según la encuesta postelectoral del CIS). A los socialistas de Espadas, en cambio, les sigue interesando que todas las votaciones y acuerdos que salgan del Parlamento andaluz retraten esa “pinza PP-Vox” que usaron durante la campaña, sin mucho éxito. Moreno ya ha encontrado una contraréplica tras el giro progresista de Pedro Sánchez en el debate del estado de la unión. “El PSOE ha dejado de ser socialdemócrata para podemizarse”. Empieza el baile rápido hasta las generales y, después, el baile lento de la mayoría absoluta.
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