Los atropellos frenan la recuperación del lince, que ya suma más de medio millar de ejemplares
El lince ibérico sigue alejándose de la extinción a la que parecía abocado hace apenas 15 años y cuenta ya con 545 ejemplares campando por toda la Península Ibérica. Son datos provisionales proporcionados por el programa de conservación Iberlince a eldiario.es Andalucía. Esa senda hacia la recuperación de la especie no está siendo precisamente un camino de rosas: 29 linces se han dejado la vida en el asfalto y 54 han muerto de manera violenta a lo largo de 2017.
En términos relativos, ha sido el peor año desde 2014, en el que hubo una sangría de atropellos, ante la falta de mantenimiento de las carreteras (vallas agujereadas y arcenes sin desbrozar, que atraían al conejo y a su depredador, el lince, detrás). En términos absolutos, nunca habían muerto tantos linces en nuestro país. Nunca había habido tampoco tantos ejemplares campando por la Península Ibérica, desde que empezó a hacerse el riguroso censo anual del felino más amenazado del planeta.
Si en 2016 había 483 linces, un año después son 545. Unos 400 se encuentran en Andalucía, repartidos entre Sierra Morena y Doñana, 111 en Extremadura y Castilla la Mancha y 45 en Portugal. El motor de la especie son las hembras territoriales: si en 2016 había 121, en 2017 había siete más (128). El futuro del lince, sus cachorros, se han multiplicado de 131 a 172. Todo ello reforzado por las sueltas realizadas con ejemplares engendrados en los centros de cría en cautividad. Son la clave del éxito de la recuperación del felino, que apenas contaba con 90 individuos repartidos entre Sierra Morena y Doñana cuando se hizo el primer censo en 2002.
El conejo y los atropellos en carretera han sido siempre los talones de Aquiles del programa de recuperación. Una pandemia sufrida por la principal presa del lince, el conejo, redujo la capacidad del felino para reproducirse y sobrevivir. Este año, sin embargo, se ha vivido con auténtico pavor la sangría de atropellos en carretera y vías del tren, así como por furtivismo. En términos absolutos, nunca habían muerto tantos linces en las carreteras (29) ni por otras muertes violentas (54, en total). Sin este tipo de decesos, el 2017 se habría saldado con más de 600 linces ibéricos campando por España. En términos relativos, ha sido el peor año desde 2014, cuando cundió la alarma y las administraciones reaccionaron.
Ese estado de alerta ha sido la base para que el Ministerio de Fomento y el de Medio Ambiente hayan invertido 90.000 euros en vallados y señalizaciones de carreteras y autopistas de Ciudad Real, Jaén, Córdoba y Huelva. Desde 2014, el Gobierno de España ha invertido medio millón de euros para evitar el atropello de esta especie emblemática.Apenas un 20% de lo prometido: los cacareados 2.5 millones de euros que anuncian desde 2015.
Sobre la mesa del gabinete de Rajoy siguen pendientes dos pasos de fauna en la A-4 y la N-420 de Andalucía: el primero debe estar listo antes de mediados de año y el segundo se licitará en 2018. Se dan de plazo tres años para terminarlo. Mientras no estén construidos seguirán muriendo linces en estos dos puntos negros, donde han sido atropellados 17 linces en los últimos cuatro años.
“Ha sido un año especialmente malo. Sólo en Castilla la Mancha, ha habido ocho animales muertos. Esto ocurre, porque soltamos linces y la población sigue subiendo. Nuestro problema es que, desgraciadamente, ni en España ni en Portugal hay zonas buenas, es decir: con conejos y sin amenazas (furtivismo, carreteras donde puedan sufrir atropellos). Las zonas bien conservadas son menores y están rodeadas de amenazas”, explica el director de Iberlince, Miguel Ángel Simón.
Luis Suárez, responsable de la especie en la organización ecologista WWF, uno de los socios del proyecto, aclara que “la población se expande. Aparece en zonas nuevas y hasta cierto punto es normal que se incrementen los atropellos. Es muy difícil prever o controlar todos los puntos donde se producen esos atropellos. Buena parte se producen en esos puntos negros, hemos insistido en que se tomen medidas. No podemos ir haciendo pasos de fauna donde haya atropellos, pero sí donde ocurran reiteradamente”.
En Ecologistas en Acción, como observador externo, se muestran especialmente críticos con los atropellos. Theo Oberhuber, director de conservación de la organización verde, cree que el incremento de los atropellos “era previsible. Son infraestructuras que están justo en zona de distribución del lince. Se sabía desde el principio que podía ocurrir y que tenían que tomar medidas preventivas. En los estudios de impacto ambiental (de estas carreteras) se reconoce ese riesgo para el lince, como ha ocurrido en Córdoba, Jaén y el entorno de Doñana”.
El futuro del lince: un nuevo programa europeo
La conservación del lince se lleva a cabo con un presupuesto de 34 millones de euros: 20 millones los ha puesto la Unión Europea, 5.5 los ha invertido la Junta de Andalucía y el 20% restante una pléyade de 20 socios, entre beneficiarios públicos y privados. El programa termina en junio de 2018 y la pregunta es: ¿Y ahora qué?
Según explica el director del programa Iberlince, Miguel Ángel Simón, el objetivo es pedir un quinto programa Life a Bruselas, por valor de otros 34 millones de euros, que permitirían que la especie pase del estado de 'en peligro de extinción' a 'vulnerable'. Menos socios, fondos específicos de Fomento para los pasos de fauna y la interconexión de las áreas de reintroducción son las claves del futuro programa.
“Se trata de un nuevo proyecto con Portugal, Extremadura, Castilla la Mancha y Andalucía. Los socios principales son los que tienen la competencia y obligación de conservar la especie y los que arrastrarán a los otros socios. Quiero que pasemos de 22 a unos 15 socios y tengo previsto convocar una reunión a finales de enero, con un borrador bastante potente”, explica Miguel Ángel Simón. Para que la especie salga del peligro de extinción, es necesario que haya 250 individuos maduros y que ese número se mantega o supere durante cinco años. Algo, que según cálculos de Simón, debería ocurrir en 2025. Lo importante, dice, no son las cifras, sino “recorrer la estrategia necesaria” para lograrlo.
Esa estrategia requiere de una variabilidad genética, a la que debe contribuir la interconexión de zonas linceras, y que los atropellos y las pandemias de conejo no pillen a los conservacionistas con el pie cambiado. Respecto a la nueva estrategia de conservación, a WWF le preocupa “la capacidad de volver a juntar a tantos actores, la coordinación entre administraciones públicas y entidades privadas, que no suele ser fácil en España, yo lo valoro como uno de los grandes logros: llevarnos bien. Ese es el gran reto, ser capaces de montar una nueva fase de trabajo y no empezar cada uno la guerra por nuestro lado. No sería bueno”.