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Sobre este blog

ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

Tierras hermanas de fatigas compartidas

Aldara Arias de Saavedra

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Sobre este blog

ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

Querida Albufera,

Te escribo a orillas de mi río, donde se va ensanchando y se pierde en meandros rumbo al mar. Sé por lo que has pasado estos días, con las aguas desbordadas llevándose a su paso tantas vidas, tanto esfuerzo, tantos recuerdos. En el sur también sabemos lo que es temer y agradecer al agua a partes iguales, porque ella es la razón de nuestra existencia, pero también el desafío que nos pone a prueba. Ni Sevilla ni Valencia serían lo que son si no fuera por el Guadalquivir, el Turia, el Júcar… pero a las dos nos amenaza la misma corriente cuando los cielos se abren sin compasión.

Tú y yo compartimos algo más profundo que la distancia entre las aguas: somos hijas de una historia antigua, la de las huertas y los arrozales, la de los pueblos musulmanes de Al-Ándalus que supieron ver en nosotras un paraíso de fertilidad. Fueron ellos quienes trajeron el naranjo desde lugares entonces remotos y nos enseñaron a trabajar con mimo esta tierra para que diera sus frutos, regada con esmero y paciencia gracias a sus acequias. Con ellos nuestros campos se llenaron del perfume de las naranjas y de la fortaleza del arroz, emblemas de una herencia que ha crecido en tus barros y en los míos.