ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
Andaluwashing
Con el auge de las políticas verdes y el buen posicionamiento de los valores ecologistas dentro de las encuestas de opinión, comenzó a producirse un fenómeno llamado por los expertos como greenwashing. Esto no es otra cosa que tratar de fingir ser lo que no se es. Es decir, cuando una empresa utiliza estrategias de marketing para vender una imagen de marca con responsabilidad ecológica, mientras que la realidad difiere mucho de esa ilusión verde. Otra estrategia parecida a esta, y que vemos cada vez más, es el pinkwashing, que son esos gestos aislados hacia el colectivo LGTBI por parte de las empresas en días concretos como el Día Internacional del Orgullo, colocando el logo sobre una bandera arcoíris.
Al igual que muchas empresas utilizan diferentes estrategias para modelar su imagen hacia posiciones de conciencia social, respeto a los derechos humanos o hacia un lugar en donde la mayoría pueda percibirlas como positivas para la sociedad, Moreno Bonilla se rodea de la bandera andaluza para ocultar su verdadera cara.
Bonilla siempre ha enseñado su cara amable. Frente a una Ayuso y su terrorismo sanitario durante la pandemia, se encontraba una gestión del gobierno andaluz donde el compromiso con la dificultad de los tiempos parecía colocarse como lo principal. Mientras Vox lanza discursos de odio contra Blas Infante y nuestra autonomía, el presidente de la Junta reivindica su figura, posa frente su estatua y se describe a sí mismo como “andalucista moderno”. Y es que, Juan Manuel nunca ha sido su nombre. Él siempre ha sido Juanma y ha trabajado su imagen al milímetro para que no fuese un líder del PP más. Su imagen no nos recordaba a la de Javier Arenas, quien no podía desprenderse del olor a rancio de señorito andaluz. “Juanma” se coloca como un señor cercano, moderado y que, si algún acontecimiento de su vida hubiese cambiado, sería militante del PSOE.
¿Qué implica para el andalucismo que Juanma se defina a sí mismo como andalucista? Yo soy de las que piensan que es una victoria política y, a su vez, una derrota
“Juanma” y la blanca y verde al hombro no es más que un trampantojo. Porque cuando la bandera se cae, aparece Juan Manuel y todas las vergüenzas salen a la luz: sigue siendo la misma derecha de siempre. Ni moderado, ni el presidente de todos los andaluces y andaluzas: simplemente el presidente de quienes más tienen. Lo ha demostrado eliminando el impuesto de patrimonio, que solo beneficia a 20.000 personas y que dejaba cerca de 110 millones de euros a las arcas públicas. Mientras se elimina este impuesto que libera de tasas a los más ricos, uno de los mayores comedores sociales de Andalucía, donde comen al día más de 1.800 personas, podría languidecer entre recortes de presupuesto.
Cuando Moreno abraza la bandera, parece que hay una imagen moderada y responsable, pero la bandera cae y defiende el riego de los campos de golf mientras la sequía obliga a cientos de pueblos a restringir el consumo de agua Es el presidente que decide hacer regalos fiscales a los que más tiene, mientras Andalucía sigue siendo la comunidad que menos invierte en sanidad y la segunda que menos destina a educación.
Pero ¿qué implica para el andalucismo que Juanma se defina a sí mismo como andalucista? Yo soy de las que piensan que es una victoria política y, a su vez, una derrota. Se trata de un éxito porque la fuerza cultural del andalucismo y la impronta en la sociedad es tan alta que incluso los partidos conservadores tienden a identificarse con una serie de elementos para poder acercarse más a su electorado. Se entiende que no hay otra manera de ganar en Andalucía si no es aceptando, reivindicando y rodeándote de nuestros símbolos autonomistas y la idea de que Andalucía tiene una identidad propia. Sin embargo, también es un fracaso. Porque cuando todo es andalucismo, nada lo es. Si alguien al que no le tiembla el pulso por negociar con quienes están en contra de la autonomía y llaman “lunático islamófilo” al padre de la patria andaluza, puede considerarse abiertamente andalucista, ¿qué termina siendo el andalucismo? ¿Dónde queda ese movimiento emancipador de un pueblo históricamente subordinado?
Lo problemático surge cuando esto no se traduce en una vertiente política. El conflicto surge cuando prevalece la imagen, pero se vacía de contenido
El andalucismo está de moda. Todo el mundo quiere subirse a la tercera ola andalucista y estamos en un momento en donde la producción cultural andaluza no para de traer al presente antiguos símbolos para convertirlos en iconos pop que tintan de blanco y de verde las redes sociales y las camisetas de cualquier persona que te cruzas por la calle. No hay nada malo aquí.
Lo problemático surge cuando esto no se traduce en una vertiente política. El conflicto surge cuando prevalece la imagen, pero se vacía de contenido. Y “Juanma” y su andalucismo edulcorado no hacen más que ayudar a ese desalojo de todo componente de reivindicación, lucha, rebeldía e historia de movimientos populares que pelearon por la tierra, por sus derechos y por su autonomía. Pero ahí está nuestro trabajo: seguir construyendo un movimiento andalucista desde los valores progresistas y de libertad de un pueblo sometido y maltratado históricamente.
Por eso debemos de seguir insistiendo en que la bandera no es más que una estrategia de “andaluwhasing” para seguir gobernando para una minoría de andaluces que nada tienen que ver con nuestra tradición de luchas jornaleras, de defensa de lo público y de los derechos sociales y laborales. En este caso no solo consiste en levantar las alfombras, también la bandera con la que intenta hacer su juego de trilero.
Sobre este blog
ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
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