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Sobre este blog

ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

Emprender en Andalucía: ¡hay que echarle alegría!

Web Un Relato Andaluz (4)

Sonia Romero Moreno

Agencia La Vecina —
23 de enero de 2025 20:53 h

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Andalucía siempre ha estado ligada a la alegría, al sol, al arte, y al trabajo duro, ese vinculado al campo. ¿Pero emprender? Para eso, vete fuera, a Madrid, a la capital. “Para buscarte la vida, tienes que salir de aquí”, me dijeron. Pero no hice caso.

Hace poco fui a Madrid. Estudié allí, trabajé allí, pero cuando pensé en montar algo propio, decidí hacerlo en mi tierra. Recorría la calle Fuencarral, esa que caminé durante tantos años. Había cambiado: todo eran bares y tiendas de esas que ahora ves en TikTok o Instagram a cada rato. Todo giraba en torno al consumo: las tiendas estaban llenas, la gente “paseaba” con bolsas, y hasta hacían cola para entrar a comprar. Y no, no pensé: ¡qué envidia emprender aquí! Pensé: la envidia deberían tenerla ellos, porque crear algo en nuestra tierra sí que es difícil, sí que cuesta. Eso sí que es emprender. Aquí, para emprender, hay que echarle alegría. Y de eso, no nos falta.

Cuando, después de tantos años, volví a mi ciudad, Cádiz, pensé: Esto me va a costar la vida. Pero al mismo tiempo, pensé que había tanto por hacer... Tanto talento que se fue y ahora se desarrolla fuera. Pero también tantas personas con talento aquí, que se quedaron o que volvieron, deseosas de habitar de nuevo su tierra. De labrar el campo árido, de plantar semillas, de verlas crecer. Siempre hemos sido gente trabajadora, de piel morena, de trabajar de sol a sol. Pero también somos gente de alegría, de no ir con prisas, de valorar la charla y la conversación.

Siempre pensé, cuando estudiaba y trabajaba fuera, que la gente de aquí era conformista. Me preguntaba por qué no querían más. No entendía. Perdonadme por pensarlo quiénes lean esto. Hasta que volví. Hasta que agarré la mano de mi padre, comerciante y emprendedor en Cádiz de toda la vida, con un cáncer de colon de esos que te llevan por delante, y me dijo:

—Hija, aquí está todo, y no nos damos ni cuenta.

Ay, papá, cuánta razón tenías.

Que eso de “tienes que irte para encontrar algo de lo tuyo” quede como una frase de nuestros padres o abuelos, pero no como algo que digamos a nuestros nietos. Emprender aquí es alegría, y te lo digo yo, que llevo cuatro años haciéndolo en Andalucía

Emprender en nuestra tierra no es fácil. Parece que lo que pase de Despeñaperros para arriba es siempre lo importante. “En la capital hay de todo” sigue marcando nuestra tierra y nuestras vidas. Creo que aún no somos conscientes de que apoyar el emprendimiento aquí es apoyar nuestra tierra, defender nuestros barrios, hacer que la gente de aquí se quede, que no tenga que marcharse. Que creemos trabajo. Que eso de “tienes que irte para encontrar algo de lo tuyo” quede como una frase de nuestros padres o abuelos, pero no como algo que digamos a nuestros nietos. Emprender aquí es alegría, y te lo digo yo, que llevo cuatro años haciéndolo en Andalucía.

Aquí aún recorres las calles saludando a tus vecinos y vecinas. Aquí seguimos abanderando la conversación por encima de una compra. Aquí seguimos siendo personas.

Recorro mi barrio, y lo que veo es a gente mayor paseando con su carrito con calma para ir al mercado. Veo a dos personas saludándose y charlando de la vida. Veo a gente sentada en bancos, comiendo pipas. Pero también veo muchos negocios cerrados, con carteles de “se alquila”. Vacas gigantes que invaden algunas calles. Quizá alguna que otra tienda de esas que están en todas las ciudades, siempre en las calles principales.Veo gente que no puede vivir en su barrio porque la alegría, el arte y el sol atraen a un público que nos ve como un lugar donde les gustaría vivir al menos unos días. Entonces, nos vamos de nuestros barrios y dejamos de vivir aquí. Y volvemos a la misma rueda: tener que irnos porque aquí lo único que hay es hostelería.

Nos damos golpes en el pecho de lo andaluces que somos, de defender lo nuestro, de querer habitar aquí... mientras movemos nuestro dinero fuera. Buscamos trabajo en tiendas pequeñas a las que nunca entramos, enviamos currículos a negocios que ni conocemos. Compramos en grandes empresas con un clic para que nos llegue todo a casa, mientras no defendemos nuestra verdadera casa. Qué paradoja la nuestra.

La tierra árida cuesta moverla; hay que darle más fuerte a la zoleta. Pero podría ser fácil, si todos nos apoyáramos, si todos ayudáramos. Si labramos la tierra y plantamos, todo volverá a crecer

Labrar nuestra tierra, plantar semillas, hacerlas crecer, es un ejercicio de autocrítica que todos deberíamos hacer. Si no queremos irnos, tendremos que apoyarnos: a nuestra gente, a los que vuelven, a los que se quedan, a quienes crean negocios. Esos que levantan la verja cada día, luchando contra los gigantes para poder seguir en su barrio, en su ciudad, con su gente. Hace poco cerró un pequeño comercio más de nuestra calle, una tienda de ropa infantil.

—La gente ya no me compra, esto es insostenible —me dijo la dueña.

Puso un cartel de liquidación, y todo se llenó. ¿Dónde estaba esa gente antes? ¿Dónde estaban quienes deberían haberla apoyado antes de que llegara este momento? ¿Apoyamos solo cuando ya es demasiado tarde? Han pasado más de cuatro meses, y aún hay gente que me pregunta:

—Oye, ¿dónde está la tienda de ropa infantil que había aquí?

Y pienso: Joder, qué poco paseamos por el barrio para darnos cuenta cuatro meses después, ¿no?

Emprender en nuestra tierra no es fácil, no. La tierra árida cuesta moverla; hay que darle más fuerte a la zoleta. Pero podría ser fácil, si todos nos apoyáramos, si todos ayudáramos. Si labramos la tierra y plantamos, todo volverá a crecer. Yo me arremango, me salen callos en las manos. Ayudo a mi vecino a subir la verja, lucho, defiendo y grito por la importancia de nuestros barrios. Por no perderlos. Por protegerlos.

Ahora tienes que pensar tú: ¿qué haces al respecto?

¿Te quedarás mirando o me dirás: “Pásame la zoleta, que vamos a plantar lo que haga falta, aunque cueste mucho más”?

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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

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