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La Casa del Aire, símbolo contra la especulación inmobiliaria

Miguel Gómez

Granada —

La Casa del Aire, construida en el siglo XVII, era la última casa de paso que quedaba en el Albaicín de Granada, viviendas a través de cuyos patios los vecinos acortaban camino y evitaban las empinadas cuestas que caracterizan al barrio Patrimonio de la Humanidad. De esa condición, que mantuvo hasta 2010, sigue conservando sus dos direcciones: Beteta 20 y Zenete 7, aunque la puerta de la primera está cegada, y un solo vecino, Manuel, alquilado de renta antigua que sobrevive en su bajo sin luz en las zonas comunes y con uno de los patios convertido en una escombrera.

Javier, portavoz de la Plataforma ‘Solidarios por la Casa del Aire’ –integrada desde 2011 en ‘Stop Desahucios’ del 15M granadino–, explica que para el activismo en Granada “es ya una lucha histórica contra la especulación”, comenzada hace nueve años, 2002, cuando los propietarios originales lo vendieron a la primera de las dos inmobiliarias que han tratado de dejarla deshabitada y declararla en ruina.

Este activista recuerda como los actuales propietarios, Edivara-Varasol “subieron a su web un anuncio con la promoción de apartamentos turísticos que iban a montar allí nada más comprar el inmueble, aunque todavía vivían en él una docena de personas”, en 2005. El objetivo de la Plataforma es que la Junta de Andalucía o el Ayuntamiento de Granada “expropien y rehabiliten el edificio”, que siempre han exigido que sea catalogado y protegido como histórico, incluso después de perder una de sus puertas.

La de la Casa del Aire fue la primera querella por acoso inmobiliario admitida a trámite en Andalucía y la segunda en toda España, en julio del 2012. El Juzgado de Instrucción número 5 de Granada decidió el archivo de la causa, un duro golpe para Clara y el resto de activista. El Grupo de Juristas 17 de Marzo estudia ahora otras medidas.

El 22 de mayo, en el Juzgado de lo Penal 2, se celebrará el juicio por usurpación contra seis de los vecinos originales del inmueble, interpuesto por Edivara y al que acuden como acusados dos de los inquilinos de renta antigua –incluida Clara Martínez, la penúltima vecina, desalojada en 2011 por un dispositivo de 60 antidisturbios– y cuatro considerados ‘ocupas’.

Tres desalojos en dos años

La Casa del Aire ya ha sufrido dos desalojos. El primero se produjo en enero de 2010, y acabó con alrededor de una docena de vecinos ‘alegales’, considerados ‘ocupas’ por el juez y los propietarios, en la calle, y la supervivencia de sólo dos inquilinos, Manuel y Clara. El segundo, el que más repercusión tuvo, fue el de esta última, quien tras perder un juicio contra los actuales propietarios, evitó por dos veces el desahucio gracias a sendas concentraciones de ‘Stop Desahucios’.

El 14 de diciembre de 2011, un despliegue de alrededor de 60 antidisturbios que ‘tomaron’ el Albaicín bajo y cortaron el acceso a los alrededor impidiendo concentraciones desde las 20.00 de la tarde del día anterior, permitieron su desalojo final. Desde entonces, Manuel ha estado sólo en el edificio, con el resto de viviendas tapiadas las puertas y abiertas las ventanas al exterior, algo que los ‘Solidarios’ consideran “una táctica para acelerar el deterioro de la casa y buscar la ruina”.

Poco después del desalojo de 2010 el Ayuntamiento de Granada obligó a Edivara a unas obras de mantenimiento mínimas y la multó por abandono del inmueble. Es la última obra “oficial”, hasta que en diciembre de 2012 ‘Solidarios’ organizó lo que ellos mismos bautizaron como “reforma pirata” de la casa. El patio interior, antiguo lugar de paso, fue pintado y acondicionado para garantizar un mínimo de habitabilidad a Manuel, y retirados los escombros del pequeño patio exterior, aunque ya vuelven a acumularse.

Para Javier y los ‘Solidarios’, que congregan a algunos de los antiguos ocupas –ellos se autodenominan inquilinos alegales y sostienen que contribuían al mantenimiento de la casa, aunque lo cierto ninguno tenía contrato–, la lucha de la Casa del Aire es “un símbolo contra la especulación inmobiliaria y de lo que ha ocurrido en el Albaicín, que ha pasado de barrio tradicional con sus vecinos a un espacio enfocado al turismo”.

Edivara, que no ha querido participar en este reportaje, siempre ha defendido ante el Ayuntamiento y los tribunales que su objetivo es restaurar la casa, sólo que su situación financiera no se lo permite, muy perjudicada por la crisis inmobiliaria.