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Un cuento navideño desde la cárcel: “Mi hija cree que su padre trabaja todo el año para los reyes magos”

Javier Ramajo

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A la hija de Macarena le gustaría pasar las navidades con su padre aunque no sabe qué es eso. A sus ingenuos ojos de cuatro años, él trabaja durante todo el año para que los niños y niñas de Sevilla disfruten en estas fechas especiales: tiene la suerte de empaquetar los regalos de los reyes magos. Lo hace en una fábrica de la que no puede salir y a la que ella va a verle cuando se puede. Una de esas cuatro navidades que no ha podido compartir con su padre tuvo la ocasión de hablar por teléfono con un Baltasar muy especial, que sabía cantar flamenco y que no venía de Oriente sino del 'chabolo' de al lado. Con seis meses se llevaron a su padre a esa fábrica, y desde allí, él no pudo ver en directo sus primeros pasos ni tampoco su cara cuando cada año abre los paquetes envueltos por su padre. Este año no habrá milagro de navidad como en el cuento de Dickens, pero ella confía en que su jefe le dé por fin permiso para pasar sus primeras navidades juntos más pronto que tarde.

A Mari Carmen le pasa lo mismo, pero al revés. Esta será la octava navidad sin su hijo. “Abuela, se te pone la cara un poco triste”, le dice su nieto, de once años. Adorna un poco el salón, aunque no mucho, pero su hermano pequeño y su otra nieta, que ya es mayor de edad y vive fuera, demandan un ambiente distinto pese a la ausencia paterna. “Yo lo he pasado fatal. Para mí, la nochebuena había pasado a ser un día más. Es muy duro”, dice. 'Un día más es un día menos' se llama uno de los grupos de Whatsapp que comparten familiares de personas presas y que, llegado este momento del año, viven de una manera muy particular lo que para otros son momentos de reencuentro, fiesta o compras.

Esta vez han querido tener la iniciativa, a través de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, de contar cómo viven estas fechas. Muchas de ellas llevan cuatro, cinco o siete años sin sus hijos o maridos, como les pasa a Macarena o Mari Carmen. “¡Que pasen ya las navidades!”, resume la madre con su hijo entre rejas desde 2014.

No se conocían hasta su encuentro con elDiario.es Andalucía, pero rápidamente empiezan a compartir experiencias, anécdotas, sentimientos. También coinciden en que fue la droga la que les separó de sus seres queridos, que las navidades suele reunir. Ellas y sus familias tendrán que esperar. Solo con el teléfono y los vis a vis como aliados, exponen cómo viven estos días, 'señalados' para muchos pero que para las personas privadas de libertad solo varía por “las dos o tres gambitas” que se añaden al menú cotidiano el 24 o el 31 de diciembre. “Algunos las revenden por cigarros. Ellos están encerrados en sus 'chabolos'. Esos días, en la cárcel, son como otros cualquiera. Algunos intentan coger visita para esos días, pero están muy cotizadas”. A Macarena le toca el 28 de diciembre, y da pie para una inevitable broma.

Un “vinito” para disimular

“Pero, ¿'papi' trabaja en la cárcel?”. Macarena vuelve a insistir a su hija que su padre está todo el año en una fábrica de juguetes, o algo así. La común y recurrente advertencia de que se tiene que portar bien para que le traigan regalos la tiene más a mano, eso sí. “Me parte el alma que me pida que quite el cristal para poder tocarnos, no me la traigas más”, le dijo un día su pareja, interno en Morón de la Frontera (Sevilla) y que disfruta una vez al mes del llamado 'vis a vis del parque', destinado a que las personas presas pasen un rato con los hijos y que dura algo más que los normales, según explica su madre.

En la última llamada trajo la buena noticia de que le han quitado un parte reciente por buena conducta. Su trabajo dentro del centro penitenciario, aunque no sea empaquetando regalos, trae consecuencias positivas. Las navidades las vive esta madre “con mucha pena” pese a mantener “buenas caras” por su hija. Siempre los hijos. “Es una persona que ha cometido errores por los que tiene que pagar pero tiene derecho a verla”, señala Macarena, que asegura que la estancia de su pareja en prisión es “un sinvivir continuo”.

Siempre atentos a una posible sanción, la negación de un permiso, una regresión de grado, un traslado o cualquier otra circunstancia, las navidades tampoco son lo que eran en casa de Mari Carmen, que desde hace ocho años tiene a su hijo en prisión, ahora en Huelva, por una condena de doce. La cara triste que advierte su nieto pequeño se debe al “vinito” que se toma, le argumenta para disimular. A sus 70 años, tuvo que hacerse cargo de su nieto con un acogimiento temporal que no pudo convertirse en permanente. Ahora está en un centro y pasan los domingos con él. “Somos la única familia que tiene”, comenta con la voz entrecortada. El domingo previo le visitaron, como tantos otros. No ha pasado a segundo plano, pero la pasión por su nieto centra las preocupaciones de esta abuela, que ha vivido situaciones muy complicadas con su hijo, incluida una orden de alejamiento, a causa de la droga.

Pendientes de los permisos

Ambas familiares relatan las nefastas consecuencias del consumo de drogas previas a sus encarcelamientos y que han sufrido de cerca. Hijo y marido parecen haberlo dejado atrás, y aspiran a salir de prisión cuanto antes para retomar sus vidas desde otra posición. Desde sus celdas deben hacer frente, en navidades más que nunca, a los recuerdos, la culpa, los errores cometidos o las frustraciones. “Intento que no se dé cuenta, pero lo llevo fatal”, confiesa Macarena, que no llega a los 40 años.

“Él no ha vivido ninguna navidad con su hija”, insiste mientras estudia la siguiente estrategia a seguir, no tanto para mantener la ilusión de su hija como para comunicar a su pareja, sin demasiada brusquedad, todo aquello que le acontece a su familia. Ella le conoció en un permiso antes de su actual condena, que espera que le suspendan, y convivieron poco más de un año. 'Limpio' como el hijo de Mari Carmen, a ambos se les echa la celda encima cuando se les niega un permiso, coinciden ambas familiares, por no ser aptos para el 'buen uso' del mismo, según una recurrente fórmula penitenciaria.

Aunque las llamadas telefónicas desde dentro “son caras”, ambas mantienen un contacto frecuente con su marido e hijo. La impotencia, tristeza y dolor de unas navidades dentro, y también fuera del recinto penitenciario, pueden provocar querer escapar de la dura realidad antes de tiempo. El triste recuerdo de un intento de suicidio en prisión un 24 de diciembre hace más difícil la despedida de ambas, que vuelven a sus rutinas, Mari Carmen a su pueblo y Macarena a sus quehaceres con su hija. Unas fiestas muy diferentes en aquellos hogares, como los de ellas, que tienen lejos a los seres queridos sin posibilidad, de momento, de que vuelvan a casa por navidad.

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