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Los amos del calabozo
Conforme avanzan los caucus y primarias norteamericanas, Bernie Sanders ocupa la mejor posición para optar a la candidatura demócrata a las elecciones a presidente de los EEUU, es decir, a batir al todopoderoso –sobretodo mediáticamente hablando– Donald Trump. Es el tiempo, y lo siento, de la mediocracia de medios, aunque bien podría ser de mediocridad.
A los establishments del poder estadounidense inquieta que un “socialista” pueda ser presidente de los Estados Unidos. Y no es que Sanders sea un político por sus ideas incompatible con el sentido formal de cualquier democracia, pero hasta ahora, incluso dentro de los demócratas, ser liberal (progresista en la nomenclatura yanqui) ya era mucho. Hasta cierto punto, el problema estadounidense es que casi siempre, sin embargo, los demócratas y los republicanos se confunden y, quizá, si los primeros reflexionasen entenderían que precisamente la causa de sus desgracias electorales recientes –y que se haya instalado en la Casa Blanca un botarate de extrema derecha como Trump– reside en eso.
Los observadores americanos más alarmados entienden, si se dicen moderados o prácticos, que el problema es que Sanders no tiene la virtud de la “elegibilidad”, es decir, que los propios demócratas no lo votarán porque es muy de izquierdas. Si se dicen patriotas, de uno y otro signo, no entienden cómo va a ocupar el despacho oval un señor de izquierdas que va a tener el maletín nuclear y la jefatura de las Fuerzas Armadas más poderosas del mundo, incluso pudiendo usar el Air Force One. A todo ello se añade el control de las agencias federales de inteligencia, sea la CIA, sean otras que no controla ni la CIA. Prefieren, al parecer, a un señor tan sensato como Trump.
Son las cosas del sistema, es la democracia de unos pocos, la democracia de los que ganan y están asociados; los que no ganan porque no se presentan a las elecciones pero, en el fondo, gobiernan siempre. Es el vicio de la democracia de hogaño que, con el tiempo, acabará pudriéndola y abriendo las puertas, como ya ocurre, a la extrema derecha.
En este guiso americano, el colmo de los colmos es que un señor multimillonario, más que Trump, puede acabar siendo la alternativa demócrata al propio Trump y a un demócrata “socialista”; me refiero a Michael Bloomberg. Tal vez, podría ser, los demócratas ganarían, pero perderían los más menesterosos de los americanos y, sobre todo, perdería la democracia de hoy y del futuro. Estaríamos ante la plutocracia, el gobierno de los ricos.
El próximo supermartes de caucus la suerte quizá esté echada, pero los amos del calabozo, los dueños de las esencias (casi siempre a sueldo y prebendas) lo echarán también todo para desnaturalizar el derecho democrático del que lo merezca.
Es un oficio global este de amo del calabozo, en el que están reclutados casi todos los meritorios provinciales del imperio; en español quizá vendría bien una palabra tan certera como garitero, el vigilante del garito. Su misión en España consiste en tratar de desnaturalizar a los que han conseguido reunir la mayoría democrática necesaria para gobernar España. En cada ocasión, estos gariteros de las esencias y calabozos de la patria, retribuidos generosamente y alargados en sus ya merecidas jubilaciones, laboran sin desaliento.
Para ellos, el Gobierno de coalición actual debe ser, si es que quiere contar con su permiso y plácet, un Gobierno jibarizado, sin acceso a los resortes e instrumentos del poder democrático porque son instrumentos de ellos, de un poder no electo y no de la democracia.
No es de extrañar, como en EEUU o doquiera que se sientan amenazados, que nieguen que los representantes legítimos democráticos de los ciudadanos accedan a sus instituciones. No entienden que un vicepresidente democrático de un Gobierno elegido por el pueblo, no por cenáculos capitalinos, esté presente en el CNI: un poner.
La memoria es frágil o determinada desde Washington, que no puso nunca reparos al parecer a que otros con pantalones acampanados y patillas a lo Curro Jiménez estuvieran en lo mismo o, tal vez, estuvieran destinados a rendir mejores servicios.
Conforme avanzan los caucus y primarias norteamericanas, Bernie Sanders ocupa la mejor posición para optar a la candidatura demócrata a las elecciones a presidente de los EEUU, es decir, a batir al todopoderoso –sobretodo mediáticamente hablando– Donald Trump. Es el tiempo, y lo siento, de la mediocracia de medios, aunque bien podría ser de mediocridad.
A los establishments del poder estadounidense inquieta que un “socialista” pueda ser presidente de los Estados Unidos. Y no es que Sanders sea un político por sus ideas incompatible con el sentido formal de cualquier democracia, pero hasta ahora, incluso dentro de los demócratas, ser liberal (progresista en la nomenclatura yanqui) ya era mucho. Hasta cierto punto, el problema estadounidense es que casi siempre, sin embargo, los demócratas y los republicanos se confunden y, quizá, si los primeros reflexionasen entenderían que precisamente la causa de sus desgracias electorales recientes –y que se haya instalado en la Casa Blanca un botarate de extrema derecha como Trump– reside en eso.