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Otra canción del verano

Varias personas en una playa de Valencia. EFE/Manuel Bruque

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El verano, antiguamente en mí, eran los juanillos ardiendo el 24 de junio, los cucuruchos de los italianos, los reestrenos de cine al aire libre, las adorables tormentas sentimentales y las canciones de Formula V y de Los Diablos, nuestros Beatles y Stones particulares. Ponte la rebequita, por si acaso, nos decían las madres del viejo “Summertime”. Las madrugadas olían a dama de noche y ahora a podrido, como si fuéramos Hamlet.

Los veranos de hoy ya no son los veranos. En vez de que Ana García Obregón abra la temporada luciendo sus pareos, Joe Biden hace de Joe Biden, Donald Trump hace de Donald Trump, sin que le toquen un pelo por el asalto al Congreso, y aún nos extrañamos de quién gana el candidate's debate, que dirían Simon & Garfunkel, un pulso dialéctico que estaba ganado y perdido incluso desde antes de celebrarse.

Ahora, ya no viajamos a París a ver la Monalisa y la adorable idiosincrasia de su gente, sino que la izquierda francesa intenta vencer en las calles lo que no ha logrado en las urnas. Ni siquiera a Italia, para arrojar monedas en la Fontana de Trevi por ver si alguna vez volviese la cordura. Ahora, allí, tras la recomposición de las instituciones europeas, Giorgia Meloni debiera probar las pastillas Macabeo.

Turismo rural, eso sí: las monjas de Belorado dejaron los dulces del torno por los amarguillos del integrismo. Los judíos confunden su religión con el Estado de Israel y a los musulmanes les falta un buen relaciones públicas que nos convenza de que no siguen en la Edad Media. Sorprendentes guerrilleros infantiles de Hamás, mientras tanto, juegan a parar las bombas a pecho descubierto, como si fuera Cristiano Ronaldo con un balón de fútbol.

Un solo juez puede más que un Parlamento. ¿Para cuándo una ley que nos amnistíe del capricho de los togados?

Antaño, Locomía lucía sus abanicos. Hogaño, el Papa progre habla de mariconería en los seminarios y un propio de Vox sugiere abrir un teléfono de apoyo a los barbudos, en lugar de a los gays. Insólita manera de celebrar a los hipsters o menospreciar el Orgullo, que también es veraniego y cuya bandera del arcoiris, según la alcaldesa de Valencia, tiene el mismo rango que la del cáncer o la del alzheimer.

Las mujeres, al parecer, son asesinadas como consecuencia del cambio climático y de los golpes de calor, afirman desde la Junta de Andalucía, quizá por una relectura de género de “El extranjero”, de Albert Camus. Un falso casero de Airnbnb factura un millón de euros por más de 300 pisos sin licencia y dos hermanas se suicidan en Barcelona, tirándose por el patinillo de la vivienda, poco antes de que llegue la comitiva judicial a desahuciarlas.

Al menos los juzgados cierran en agosto, grata noticia. El presidente y el líder de la oposición han llegado a donde están sin saber leer –quizá por falta de costumbre-- el acuerdo que los suyos han firmado sobre el Poder Judicial, que es más poder que cualquier otro. Un solo juez puede más que un Parlamento. ¿Para cuándo una ley que nos amnistíe del capricho de los togados? A primera vista, la mujer del inquilino de La Moncloa no goza de la misma bula legal que los parientes de la titular de la Puerta del Sol: debe tratarse de jurisdicciones distintas como en los condados de las películas americanas. “No creo que hubiera un gran plan pero hubo un gran fraude”, dijo el presidente andaluz Jose Antonio Griñán, en 2015, a las puertas del juzgado que iba a condenarle por el caso de los ERE. Ahora el Constitucional parece opinar lo mismo, pero han pasado nueve años y hay muchos otros condenados por lo mismo que han tenido que pasar, necesariamente, por Sing Sing. ¿Quién me ha robado el mes de abril?, les seguirá cantando Sabina en las radios de cualquier otra larga noche de piedra con manguitos y puñetas.

Mientras crece la turistificación, les seguimos teniendo miedo a los pobres: Caminando Fronteras informa de que 5.054 personas han muerto intentando llegar a España por mar, en los cinco primeros meses de 2024

Las bicicletas eran para el verano, pero ya sólo nos quedan las del Tour de Francia. El fútbol terminaba con la primavera, pero Javier Milei se cree el Pelusa y está jugando su propio mundial: después de meterle un gol en casa a España, ahora se atreve con Brasil. Los MENA dejarán de tener mala fama a medida que metan goles para la selección española en la Eurocopa.

Mientras crece la turistificación, les seguimos teniendo miedo a los pobres: Caminando Fronteras informa de que 5.054 personas han muerto intentando llegar a España por mar, en los cinco primeros meses de 2024. 33 por día, más o menos. Y nuestros gobiernos no se pelean por salvarles, sino por evitar acoger a los supervivientes.

El verano es saludable: por ello, sin duda, nuestras autoridades cierran ambulatorios y despiden a sanitarios. Hay quien sospecha que nos fumigan por aspersión y otros que cañonean a las nubes para enviarlas a Valencia, pero ningún conspiranoico se pregunta cuánto tardará Ellon Musk en cegar los cachivaches estratosféricos de la NASA con sus convoys de satélites privados que alumbran los cielos de verano más que las lágrimas de San Pedro.

Así las cosas, en el país de los pequeños nicolases y del gran Froilán de Marichalar y Borbón, en el reino de Belén Esteban y en el de un sinfín de aldeas de Astérix, allí donde los telepredicadores inundan el prime time y nuestro detective nacional no es Pepe Carvalho sino el comisario Villarejo, ¿no serían estos buenos motivos para tomarnos vacaciones y dorarnos bajo un sol donde no existan los trending topics, en donde las únicas declaraciones que escuchemos sean de amor y la mayor disputa posible, el derecho a poner en cualquier playa la pica en Flandes de nuestra sombrilla?

No hay Marina D'Or que nos ampare, ni balneario de Lanjarón donde tomar las aguas. Más peligrosa que el mosquito que inocula el virus del Nilo, más liosa que una vela de kite-surf, ahí seguirá la realidad, tan pertinaz como un comercial de Vodafone, tan irremediable como todas esas asignaturas que seguirán pendientes para nuestro Estado del malestar, mucho más allá del verano y de septiembre. 

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