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Chulos
Yo soy de los que en secundaria tuvo que atragantarse con el estudio del Latín como asignatura obligatoria. Tantos años después y me sigo preguntando animus iocandi de qué me habrá servido a mí aprenderme las declinaciones, las conjugaciones, los dativos, ablativos y los acusativos. De nada. Una pérdida de tiempo como la copa de un pino.
Asimismo, ab irato, me pregunto por qué me tuve que tragar el muermo de la asignatura de Filosofía. Si me permiten la expresión, un auténtico coñazo. ¿Utilidad práctica y profesional? Ninguna: acabé cursando empresariales en la Universidad.
Menos mal que se ha impuesto el sentido común y las cosas están cambiando. Qué suerte van a tener los jóvenes de la LOMCE. Se librarán de tener que leer y aprenderse antiguallas y latazos de la talla de Aristóteles, Platón, Pitágoras, Tales, Sócrates, Erasmo de Roterdam, Maquiavelo, Descartes, Kant, Hegel, Nietzsche, Sartre, Ortega y Gasset... Para eso se inventó la Wikipedia. Además, esos autores ya no interesan a nadie. Hoy leemos a la Belén Esteban, habida cuenta de las enormes colas que hace uno días formaron gente esperando, a la intemperie, a que su princesa les dedicara sus memorias.
Pensar no sirve para nada. Analizar. Razonar. Reflexionar. Criticar. Todo eso que lo hagan otros. Además de ser más cómodo para nosotros, lo hacen mejor. Va siendo hora de reconocerlo y decirlo alto y claro: ni todos somos listos, ni falta que nos hace.
El pasado 21 de noviembre, justro una semana antes de que se aprobarara la LOMCE en el Congreso de los Diputados, se celebraba el Día Mundial de la Filosofía. Que antiguos son estos señores de la UNESCO, pretendiendo con esta efemérides destacar la importancia de esta disciplina, especialmente de cara a la gente joven, y también subrayar que la filosofía es una disciplina que estimula el pensamiento crítico e independiente y es capaz de trabajar en aras de un mejor entendimiento del mundo, promoviendo la paz y la tolerancia. ¡Bah, tonterías! Meras palabras grandilocuentes que no conducen a nada tangible y de provecho.
Aquí sí que sabemos cómo hacer las cosas y lo que de verdad importa. No perdemos el tiempo con estupideces. No es que seamos más chulos que un ocho, es que nos gusta ir al grano. Somos conscientes de que la realidad es tozuda y de que intentar aspirar a otra realidad mejor es un sinsentido, una locura, una utopía inalcanzable. Anhelamos la resignación y el virgencita, que me quede como estoy.
Total, ¿de qué sirve lo contrario? Pensar es sufrir. Con lo a gusto que se está sin plantearse uno a diario quién soy, por qué estoy aquí, hacia dónde voy... Repito: tonterías.
Lo prioritario ahora mismo es la salida de la crisis y generar empleo. El resto puede esperar. Mejor aún, que espere para siempre. Aquí lo que necesitamos es trabajo. No queremos trabajadores que utilicen la cabeza para pensar. Queremos que la agachen.
Si por un casual, alguno o algunos de ellos levanta la mano y pregunta Por Qué, tampoco supondrá un gran problema. Estamos diseñando una ley sobre Seguridad Ciudadana. Con ella básicamente tenemos un objetivo: te callas o te doy. Ya está bien.
E insisto, no somos chulos. Lo que nos pasa es que no queremos bobadas. ¿Educación para la ciudadanía? ¡Anda ya, hombre! ¿Enseñar a los niños (y niñas, que añadirían los pesados del lenguaje no sexista) a respetar para ser respetados? Valiente estupidez. A los niños (y niñas) hay que meterlos por la senda de la productividad. La Filosofía no da de comer. De acuerdo, la Religión tampoco, pero amansa. Y un pobre con hambre, cuanto más manso, mejor para todos. Y punto.
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