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El cine en versión original

La actriz estadounidense Sigourney Weaver, recibiendo el Goya Internacional.

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Hace ya casi treinta años que Kean Loach estrenó Tierra y libertad, parcialmente inspirada en el Homenaje a Cataluña, de Orwell, y otras historias de brigadistas británicos en la Guerra Civil española. Loach estaba obsesionado con que todo en la película respirara realismo. El equipo de casting tuvo que llevar a cabo una muy exigente selección para el reparto, centrado principalmente en un grupo de milicianos y milicianas extranjeros en los primeros compases de la guerra en Cataluña.

Cada uno de esas y esos milicianos procede de un país diferente y tienen lenguas maternas distintas, de modo que el idioma que emplean entre ellos es el inglés. El dirigente de esa unidad es un español bilingüe, es decir, junto al protagonista británico, solo él domina sin problemas esa lengua franca. Hay también algunas milicianas españolas, que se defienden en ese idioma con cierta soltura debido a sus trayectorias vitales, explicadas a lo largo de la trama, lo mismo que las del resto de combatientes extranjeros que igualmente deben recurrir al inglés. El equipo de casting de Loach tuvo un cuidado exquisito en buscar actores cuyas experiencias personales se ajustaran a los de los personajes de ficción en lo que se refería al aprendizaje del idioma. El resultado es precioso. En ese crisol, cada uno se expresa con perfecta naturalidad cuando puede hablar en su idioma, y luego, con sus limitaciones, recurre al inglés, a veces muy imperfecto. A medida que los meses transcurren, el protagonista va aprendiendo, con dificultad, el español, que además a veces se entrevera con el catalán. En suma, era la realidad que se encontraron esos brigadistas, y la que quiere reflejar la cinta.

A alguien se le ocurrió doblar esa película. Se la cargó sin contemplaciones, y generó un extrañamiento en cualquier espectador, que no podía entender por qué algunos actores gesticulaban de pronto muchísimo cuando discutían, al contrario que al inicio de la película (era porque estaban aprendiendo español y se debían ayudar de señas). En esa versión doblada, desde el minuto uno todos hablaban un castellano prístino, con acento mesetario, eso sí. La obsesión de veracidad, el riguroso trabajo del equipo de casting y la labor interpretativa de un elenco muy meritorio, a la basura.

Fue un gesto que la honra, y que luego suscitó debates absurdos sobre el cine doblado o en versión original. Por lo visto, según opinan muchos, ver el cine en versión original es elitista y no sé qué otras zarandajas

Ejemplos como ese abundan de manera dolorosa. Este lo he recordado a raíz del agradecimiento que Sigourney Weaver pronunció en la recogida de su goya internacional a María Luisa Solá, la actriz que casi siempre le ha doblado en España (con suma profesionalidad). Fue un gesto que la honra, y que luego suscitó debates absurdos sobre el cine doblado o en versión original. Por lo visto, según opinan muchos, ver el cine en versión original es elitista y no sé qué otras zarandajas.

Sin salirnos de Loach: siempre intenta que el lenguaje muestre también las diferencias de clase. En Sweet Sixteen, el inglés de Glasgow cerradísimo de su protagonista contrasta con el de los representantes del Estado al que se debe enfrentar, mientras que en la versión doblada todos hablan con el mismo magnífico acento madrileño.

En Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen, una pareja se permite discutir delante de otro personaje porque saben que no tiene ni idea de español, pero alguien también decidió doblar toda la película, y la gracia no se entiende. De hecho, las diferencias idiomáticas son parte de toda la trama. No hablemos de esas comedias, como la francesa Bienvenidos al Norte, donde buena parte de los chistes, por zafios que sean, se basan en los acentos, imposibles de reproducir en el doblaje, pero perfectamente apreciables, aun sin entender la lengua, para un castellanoparlante.

Es como si, no sé, en el mercado alemán a alguien se le ocurriera doblar Ocho apellidos vascos cuando el andaluz hable con su acento y los vascos en euskera, pero nadie entendiera la gracia porque en su versión todos se expresaran en perfecto prusiano. O, por poner un ejemplo más reciente, si la hermosa Chinas, de Arantxa Echevarría, se estrenara en los Países Bajos y todos hablaran en neerlandés, nadie entendería por qué los niños tienen que repetir todo el rato lo que alguien les dice a su padres chinos (les traducen del castellano al chino, claro). Ese tipo de disparates son moneda corriente con los doblajes en nuestros cines. Mención aparte, por seguir con los goya, merecerían los doblajes de Matria y O corno, grandes películas rodadas en gallego. La última transcurre en la raya entre Galicia y Portugal. En la versión doblada, según acabo de comprobar, la protagonista se comunica con las mujeres portuguesas en… castellano, cuando sus respectivas lenguas maternas son siamesas.

Me sobran todas las personas que me tienen que explicar, como si uno necesitara su doblaje, que es mucho mejor poner a gallegas hablando en castellano con portuguesas

Si alguien quiere más ejemplos actuales, ahí tenemos Anatomía de una caída, que acaba de ganar el goya a mejor película europea y está cosechando una excelente taquilla en todo el mundo. La sobresaliente interpretación de su protagonista, Sandra Hüller, se debe en gran medida a una actuación sustentada en tres idiomas: el inglés con el que se comunica con su propia familia (marido e hijo), el francés con el que se debe entender en su entorno, pues reside en Francia, y el alemán, su lengua materna, y la que querría emplear en su defensa durante un juicio en el que se le acusa de homicidio (y no se lo permiten). El propio personaje llega a explicar todas esas trabas durante el juicio. No deja de admirar cómo Hüller cambia de registro interpretativo cada vez que debe recurrir a una lengua u otra (algo parecido, pero en otro nivel, a lo de los personajes gesticulantes de Tierra y libertad cuando hacen sus pinitos con el español). Por lo visto también han doblado esta película y se han cargado, en virtud de ese castellano centralista de los doblajes, todo el choque cultural e idiomático que es parte fundamental de la propia trama.

Nada de eso supone una opción artística, sino simplemente un desprecio a la creatividad ajena y tomar al espectador por idiota. En otras palabras: en demasiadas ocasiones la decisión de doblar una película atiende, sí, a criterios elitistas. Se considera que los guionistas y directores se equivocan si pretenden hacer del idioma una parte fundamental, y se lo vamos a corregir uniformizando todos los diálogos. A veces, además, desde que las plataformas digitales han multiplicado las producciones, los resultados son verdaderamente vergonzosos.

A mí me da igual que la gente vea el cine en versión original u horribles doblajes. Sin embargo, me sobran todas las personas que me tienen que explicar, como si uno necesitara su doblaje, que es mucho mejor poner a gallegas hablando en castellano con portuguesas. No vaya a ser que no soportemos al choque cultural de oír hablar un poco de gallego y leer las frases que se nos escapen. Consejo recibido, vale, pero ya me apaño yo solo, moitas grazas.  

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