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Nuestra crisis democrática y el simbolismo de los 'Leones del Atlas'

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El nivel de enfrentamiento político e institucional que sufrimos es intolerable. La ciudadanía merecemos que se pare ya. Lo exigimos por responsabilidad y compromiso con la democracia, este frágil e imperfecto sistema de convivencia del que, en España, llevamos disfrutando apenas 45 años. Mi generación. En perspectiva histórica, un pestañeo. No podemos permitir que los injustificables mangoneos de la derecha instrumentalizando el poder judicial laminen el sistema. La izquierda tampoco puede caer en estrategias de trazo grueso como estos cambios legales acelerados, a exigencia del independentismo, sin respaldo social y con fundados recelos de juristas incluso progresistas. El ruido es ensordecedor, asusta y abruma. Pero lees el drama de la pareja cuyo hijo de dos años murió de hambre y sed al cruzar el Mediterráneo y nuestra odisea de salón recobra su dimensión pequeña y mezquina.

La tragedia de este hombre y mujer merece ser atendida. Fuera de los focos, sepultada por el ruido, pasa a otros cada día. Leedla un minuto y se os grabará: los libaneses Mohammad al Mohammad y Obaida Ismail, de 23 y 22 años, malvivían en Beirut con su hijo Sufián de 2 años y ella volvió a quedarse embarazada. Sin empleo como estaban, reunieron de familiares y amigos 2.000 euros y se metieron en una balsa de diez metros cuadrados con otros 45 para llegar a Chipre, isla de la UE. En la travesía el niño tenía hambre y sed. Murió. No fue indoloro ni rápido. Ellos, que querían darle una vida mejor, se sintieron devastados. Los demás insistían en que echaran el cadáver al mar, pero no podían. Mohammad lo ató a la balsa. “Cada día bajaba al agua a abrazarlo. Pero, de noche, cuando oía su cuerpo chocando contra el bote, se me rompía el corazón”, le ha contado al periodista de El País, Antonio Pita. Al fin, terriblemente deformado, tuvo que soltarlo. Cascos azules los interceptaron y devolvieron a Líbano. Su segundo hijo nació con hidrocefalia. Están aplastados por las deudas. Subsisten sin electricidad. Su plan: intentar de nuevo migrar.

Mientras partidos e instituciones españoles erosionan irresponsables nuestra democracia, de la otra orilla del Mediterráneo personas y familias siguen arriesgando sus vidas para llegar a nuestro El Dorado.

Durísimo, pero no esquivemos la mirada. Están los tres nigerianos que sufrieron once días en el timón de un carguero hasta llegar a Las Palmas que piden quedarse, están las cuatro personas muertas y treinta y un rescatados que iban a Gran Bretaña por el Canal de la Mancha esta misma semana. Está Hassan Syaf, marroquí de Agadir, de 35 años, único en salvarse, agarrado a un bidón de gasolina, mientras sus ocho compañeros de patera a Canarias se ahogaban y hundían.

Emoción africana y árabe por la gesta marroquí en el Mundial

En este contexto, la gesta de la selección marroquí en el mundial de Qatar ha trascendido lo futbolístico. El que, por primera vez, un equipo africano y árabe llegara a semifinales concitó un apoyo e ilusión generalizados en el continente y entre su abundante diáspora.

El choque de semifinales donde Francia eliminó a Marruecos ha sido relevador de la relación de dominación por Europa que África sigue sufriendo en el siglo XXI pues mientras 14 de los 26 seleccionados marroquíes son hijos de migrantes nacidos fuera de Marruecos, de los 26 futbolistas representantes de Francia, 14 tienen raíces africanas. En nuestra propia selección española, tres de las jóvenes estrellas, Ansu Fati, Nico Williams y Balde son, el primero un bisauguineano nacionalizado y los otros dos afrodescendientes. A ellos España los siente propios por interés egoísta.

¿A cuántos de los miles y millones de magrebíes y subsaharianos que juegan al fútbol con chanclas, en descampados de aldeas o megalópolis africanas se les empuja a tentar la suerte, a arriesgar sus vidas en el desierto o el mar por el ultracapitalismo expoliador occidental y por nuestra criminal política de visados que a ellos los mantiene enjaulados en África mientras cualquier blanco cristiano viaja donde quiera con pagarse un vuelo barato?

El gran papel de Marruecos en el mundial sirve de faro y esperanza a la sociedad africana que solo se librará del expolio europeo unida y aplicando su mayor talento interno y en la diáspora

“Soñar a lo grande” más allá del fútbol

El gran salto diferencial de la selección marroquí en este mundial –donde esta tarde a las 16h aspiran al bronce frente a Croacia– viene, según prensa y aficionados, por la implicación, visión y talento de su seleccionador, el marroquí nacido en París, Walid Regragui, y el atrevimiento inculcado en sus jugadores de “soñar a lo grande”.

De igual modo, el destino de África pasa por las manos, voces y mentes africanas, lideradas por sus gentes más talentosas, en el continente y la diáspora. Y unidos. Porque a las sociedades, a las personas y familias africanas no les interesa, no ganan nada con que los enfrenten con países vecinos, con territorios ocupados, lo que necesitan son condiciones de vida digna, de democracia y libertad y unos dirigentes que puedan elegir o revocar según les sirvan bien a ellos o les traicionen sometidos al poder europeo-occidental.

Hablamos de aspirar a la mejor copa del mundo: el estado social y de derecho democrático. Un lujo todavía en el planeta.

Ojalá los partidos progresistas de democracias como la nuestra, por más amor a la identidad de su tierra que sientan, como legítimamente siente ERC por Cataluña, se comprometan más y con urgencia con la justicia universal. Un imperativo humano necesario de verdad, mucho más allá de la letra de La Internacional.

El nivel de enfrentamiento político e institucional que sufrimos es intolerable. La ciudadanía merecemos que se pare ya. Lo exigimos por responsabilidad y compromiso con la democracia, este frágil e imperfecto sistema de convivencia del que, en España, llevamos disfrutando apenas 45 años. Mi generación. En perspectiva histórica, un pestañeo. No podemos permitir que los injustificables mangoneos de la derecha instrumentalizando el poder judicial laminen el sistema. La izquierda tampoco puede caer en estrategias de trazo grueso como estos cambios legales acelerados, a exigencia del independentismo, sin respaldo social y con fundados recelos de juristas incluso progresistas. El ruido es ensordecedor, asusta y abruma. Pero lees el drama de la pareja cuyo hijo de dos años murió de hambre y sed al cruzar el Mediterráneo y nuestra odisea de salón recobra su dimensión pequeña y mezquina.

La tragedia de este hombre y mujer merece ser atendida. Fuera de los focos, sepultada por el ruido, pasa a otros cada día. Leedla un minuto y se os grabará: los libaneses Mohammad al Mohammad y Obaida Ismail, de 23 y 22 años, malvivían en Beirut con su hijo Sufián de 2 años y ella volvió a quedarse embarazada. Sin empleo como estaban, reunieron de familiares y amigos 2.000 euros y se metieron en una balsa de diez metros cuadrados con otros 45 para llegar a Chipre, isla de la UE. En la travesía el niño tenía hambre y sed. Murió. No fue indoloro ni rápido. Ellos, que querían darle una vida mejor, se sintieron devastados. Los demás insistían en que echaran el cadáver al mar, pero no podían. Mohammad lo ató a la balsa. “Cada día bajaba al agua a abrazarlo. Pero, de noche, cuando oía su cuerpo chocando contra el bote, se me rompía el corazón”, le ha contado al periodista de El País, Antonio Pita. Al fin, terriblemente deformado, tuvo que soltarlo. Cascos azules los interceptaron y devolvieron a Líbano. Su segundo hijo nació con hidrocefalia. Están aplastados por las deudas. Subsisten sin electricidad. Su plan: intentar de nuevo migrar.